domingo, 23 de abril de 2017

Te Odio porque me Amo


“Te odio porque me amo”

Estudio cualitativo sobre la posible existencia de rasgos de personalidad narcisista en hombres que ejercen violencia contra su pareja.



Universidad Complutense de Madrid

Facultad de Sociología


Máster de Igualdad y Violencia de Género en las Ciencias Sociales






Resumen

El presente estudio tiene como objetivo acercarse a una realidad en pleno desarrollo que poco a poco está siendo cada vez más investigada; los rasgos psicológicos  y las características de personalidad que  pueden identificarse en hombre agresores de sus parejas que han sido condenados por violencia de género. Este campo de estudio resulta ser de gran amplitud y complejidad que no podría abarcarse en este estudio. Por este motivo nos centraremos en el  análisis de un conjunto de rasgos que conforman uno  de los componentes de la personalidad: el narcisismo. Se analizarán y definirán los rasgos de personalidad narcisista y, se observará su posible tendencia en la personalidad de estos hombres que se encuentran en suspensión de condena realizando un programa terapéutico. Esta observación se realizará de diversas formas y a través de distintos registros, escalas y test. Este estudio utilizará la metodología cualitativa; el discurso narrativo y la entrevista serán las herramientas fundamentales de recogida de datos. A su vez, también se tendrá muy presente la variable social, concretamente, la posible relación existente entre la adaptación social y la tendencia a manifestar un mayor o menor narcisismo. 


Summary

This study aims at approaching full development a reality that is gradually becoming more and more investigated, the psychological traits and personality characteristics that can be identified in perpetrators man their partners who have been convicted of domestic violence. This field of study is of great breadth and complexity that could be covered in this study. For this reason we will focus on the analysis of a set of traits that make up a component of personality: narcissism. We will analyze and define the narcissistic personality traits, observe possible trends in the personality of these men who are in suspended sentences carrying a therapeutic program. This observation will be performed in various ways and through various registers, scales and test. This study used qualitative methodology, the narrative and the interview will be the fundamental tools of data collection. In turn, also have in mind the social variable, namely, the possible relationship between social adaptation and the tendency to express more or less narcissism.

Introducción: Presentación del tema

El presente trabajo pretende profundizar en una problemática que aún se encuentra poco investigado y que los estudios realizados no tienen una conclusión claramente definida. El objetivo principal es analizar la presencia de rasgos de personalidad narcisista en hombres penados por violencia de género que se encuentran en suspensión de condena acudiendo, obligatoriamente, a un tratamiento psicosocial reeducativo. El tratamiento consta de una sesión grupal y otra individual semanalmente. El tema de este trabajo se centrará especialmente en examinar los rasgos de personalidad narcisista, pero se tendrán en cuenta otras características psicológicas y sociales así como el origen familiar, las relaciones familiares, interpersonales y la autoestima. También se hará mención a la influencia de la socialización procedente del sistema industrializado en el que nos encontramos y que, según algunos autores, promueve y acentúa el aumento de la personalidad narcisista.


Justificación de la relevancia del tema elegido

La violencia de género es un problema social que se ha ido visibilizando poco a poco en nuestra sociedad y pese hacer intentos en su definición no termina de englobar todo lo que supone la desigualdad de género y la violencia como consecuencia extrema de esta desigualdad. El aumento del conocimiento en este fenómeno, no sólo desde una perspectiva social sino también psicológica, hace que pueda darse un enfoque terapéutico y causal tanto al hombre agresor como a la mujer víctima.

Trabajar con los hombres agresores condenados por violencia de género conlleva un gran paso hacia la erradicación y prevención de la violencia de género, evitando la reincidencia y que otras mujeres puedan ser víctimas de estas personas. Desde el punto de vista de la igualdad podemos decir que trabajar con ambos géneros implica un camino más rápido hacia la igualdad, dejando de cargar a la mujer con el peso de ser víctima y la que debe prevenirse sin que el hombre trate sus dificultades. Una buena justificación de este estudio es implementar la necesidad de trabajar con la parte masculina para favorecer la igualdad y prevenir la violencia de género. Se debe crear conciencia en este aspecto para no volcar toda la carga en la mujer  generar una medida eficaz para la protección de la misma.

Tener en cuenta las variables psicológicas que predisponen a la violencia de género da lugar a que la ley orgánica de 2004 considere nuevas medidas para los hombres penados por este tipo de violencia. De esta forma los hombres condenados a menos de dos años de prisión y sin tener antecedentes penales, podrán acudir a un programa terapéutico reeducativo cuya duración está fijada en 9 meses, aunque puede variar.

Lo idóneo en este proceso terapéutico sería poder diseñar una intervención grupal centralizada en las particularidades y perfiles psicológicos de los hombres penados. Eso aumentará las probabilidades de abordar los principales problemas que subyacen a la violencia y alcanzar resultados más positivos. Sin embargo, en muchos estudios se encuentran diferentes resultados que no aclaran cuales son estos factores y aún se necesitan investigaciones que analicen y diferencien específicamente los efectos de los factores disposicionales y de personalidad que contribuyen a que ciertos hombres tengan una mayor probabilidad de ejercer maltrato. (Lila et.al., 2010 y Lila, Lorenzo & García, 2010).

Desde la psicología se ha hablado de distintos perfiles psicopatológicos de estos hombres, y los principales resultados indican que los agresores suelen presentar con frecuencia alteraciones psicológicas como; la falta de control sobre la ira, dificultades en la expresión de emociones, distorsiones cognitivas, déficit de habilidades de comunicación y de solución de problemas y baja autoestima. (Holtzworth-Munroe y Stuart, 1994, y Fernández-Montalvo y Echeburúa 1997). En menor medida también se habla de cuadros clínicos como alcoholismo, la celotipia o celos delirantes.

Resulta imprescindible investigar dichos factores disposicionales así como la influencia de estos rasgos de personalidad para hacer que el programa terapéutico pueda ser efectivo y ajustado a cada caso (Echeburúa, Amor y Corral, 2009).

Si analizamos las tipologías de los agresores dando énfasis en los rasgos de personalidad y las características psicopatológicas se hará una gran contribución para mejorar la comprensión de la violencia en la pareja. Por otro lado se ayudará a identificar diferentes mecanismos etiológicos de este tipo de violencia, es decir, conocer cómo y por qué los hombres utilizan la violencia contra la mujer.

El hecho de elegir centrar el presente estudio en los rasgos de personalidad narcisista tiene su origen en la revisión exhaustiva de la literatura científica. En ella se encuentran destacados resultados relacionados con trastornos de personalidad del tipo narcisista y antisocial. Es muy frecuente encontrar este tipo de resultados en diversos estudios. Además, estos rasgos de personalidad narcisista  constituyen en multitud de estudios uno de los grupos tipológicos donde se clasifica a un gran número de hombres agresores.

Según los resultados de las investigaciones anteriormente señaladas y la observación en el discurso narrativos de los hombres condenados por violencia de género se desvelan una serie de rasgos en la personalidad que constituyen el narcisismo. Entre ellos, es frecuente encontrar rasgos destacables como la falta de empatía, imagen distorsionada de uno mismo, la hipersensibilidad a la evaluación de los demás, por ello, es frecuente que se sientan atacados o provocados, y todo ello les lleva a tener serias dificultades en las relaciones interpersonales.

Estos rasgos que incluye especialmente el trastorno de personalidad narcisista, ha sido muy tenido en cuenta a la hora de estudiar el comportamiento de hombres agresores de sus parejas, ya que, implica una falta de asunción en la responsabilidad de la violencia, y achacan continuamente la culpa a la mujer. Debido a esa falta de responsabilidad minimizan la gravedad de su comportamiento, distorsionan los hechos y generan gran habilidad para autopresentarse de una forma socialmente deseable (rasgo muy común de la personalidad narcisista).

Se le otorga especial relevancia a la asunción de la responsabilidad porque existe una relación directa con un mayor riesgo de reincidencia, ya que, están menos motivados para el cambio. Eso implica que haya mayor presencia de problemas a la hora de implicarse de forma adecuada en los programas de tratamiento (Henning, Jones & Holdford, 2005).


Marco Teórico: Antecedentes y estado de la cuestión

A continuación se presenta la descripción de la situación actual y los antecedentes de los aspectos más relevantes que se tendrán en cuenta en esta investigación.


Violencia de género y situación legal del hombre agresor

En primer lugar destacar la definición propia de Violencia de Género que vamos a usar. A nivel personal considero por Violencia de Género toda aquella acción que conlleve una agresividad intencionada (violencia) para provocar daño físico, psicológico, sexual, verbal, emocional, afectivo, institucional y/o simbólico hacia una mujer u hombre por el hecho de ser mujer u hombre sexualmente hablando. Además, uno de los motivos por los que una mujer u hombre recibe dicho daño es el hecho de no corresponder con su rol establecido socialmente. Sin embargo por estadísticas y socialización, la violencia se legitima al varón y no tanto a la mujer, por este motivo, entre otros, la Violencia de Género es sufrida con mayor incidencia en la mujer y es ella la que soporta la discriminación por sexo y género en mayor medida que el hombre.

En cambio, para el presente trabajo consideraremos por Violencia de Género la definición establecida en la Ley, ya que, los sujetos de estudio en el presente trabajo se encuentran penados por corresponder con lo que describe dicha Ley.

Según la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género publicada en el B.O.E:

La Violencia de Género a que se refiere la Ley comprende todo acto de violencia física y psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad.

Y tiene por objeto:

Actuar contra a violencia, que, se ejerce sobre las mujeres por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan sido ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia.

Establecer medidas de protección integral cuya finalidad es prevenir, sancionar y erradicar esta violencia y prestar asistencia a sus víctimas.

En esta Ley también se contemplan las sanciones al varón que maltrate a la mujer y según el Artículo 33, relacionado con la Suspensión de penas, en el párrafo segundo del apartado 1, 6.ª, del artículo 83 del Código Penal, en la redacción dada por la Ley Orgánica 15/2003, queda redactado de la forma siguiente:

«Si se tratase de delitos relacionados con la violencia de género, el Juez o Tribunal condicionará en todo caso la suspensión al cumplimiento de las obligaciones o deberes previstos en las reglas 1.ª, 2.ª y 5.ª de este apartado.»
1º. Prohibición de acudir a determinados lugares.

2º. Prohibición de aproximarse a la víctima, o a aquellos de sus familiares u otras personas que determine el juez o tribunal, o de comunicarse con ellos.

3º. Prohibición de ausentarse sin autorización del juez o tribunal del lugar donde resida.

4º. Comparecer personalmente ante el juzgado o tribunal, o servicio de la Administración que éstos señalen, para informar de sus actividades y justificarlas.

5º. Participar en programas formativos, laborales, culturales, de educación vial, sexual, de defensa del medio ambiente, de protección de los animales y otros similares.

6º. Cumplir los demás deberes que el juez o tribunal estime convenientes para la rehabilitación social del penado, previa conformidad de éste, siempre que no atenten contra su dignidad como persona”.

La sexta regla incluye el deber del penado acudir a los programas terapéuticos convenientes como suspensión de pena y alternativa al ingreso en prisión. Con carácter general, la suspensión de la ejecución queda condicionada a que el penado no delinca en el plazo fijado por el juez o tribunal (art. 83.1 CP).

La suspensión ha experimentado ciertos cambios que pretenden aumentar su eficacia como mecanismo que permite soslayar los graves inconvenientes que plantean las penas privativas de libertad de corta duración de cumplimiento continuado. Entre ellos, siguiendo tendencias que se apuntan en el Derecho comparado, cabe destacar la creación y consolidación de un régimen especial de suspensión para condenados por delitos relacionados con la violencia de género (Patricia Faraldo Cabana, 2010).


Rasgos de personalidad y la terapia con hombres condenados por violencia de género

El tratamiento con el hombre agresor tiene varias fases, la primera y más importante es lograr que la persona acepte y asuma que tiene un problema para controlar sus reacciones violentas y que es su responsabilidad cambiarla. Asumir que es él el único responsable de su comportamiento violento es el principal problema, ya que, la mayoría jamás aceptan esta responsabilidad. Tienden a la justificación y hacer culpable a la mujer de las reacciones agresivas y del maltrato. En algunos casos se sienten víctimas de la mujer y consideran que las agresiones que han podido ejercer a su pareja han sido en defensa propia.

La falta de asumir responsabilidad de los actos violentos es el motivo fundamental por el que el hombre agresor no acude voluntariamente a un programa de tratamiento, no considera que el problema parta de él.

En un programa de intervención terapéutico nacido en Vizcaya en 1995 y en Álava en 1998, se calcularon las cifras de casos atendidos desde su inicio. Los datos son totalmente desproporcionados, ya que, desde los inicios del programa (1995) hasta 2004, 3.500 mujeres fueron atendidas como víctimas de maltrato frente a 300 hombres agresores de sus parejas. Teniendo en cuenta que tras una mujer maltratada hay un hombre maltratador, esos datos indican que la desproporción es totalmente significativa. No solo la desproporción es un dato alarmante sino también el alto índice de abandono del programa terapéutico. Partiendo de la base que el hombre agresor acude a este tratamiento mayormente derivados por el juez como medida alternativa a la prisión, también pueden acudir bajo otro tipo de coacción como el verse ante una situación en la que su pareja ha decidido separase o le da la última oportunidad.

Según Raúl Cena, psicólogo y miembro del grupo de trabajo que dirige el Programa de las Diputaciones de Álava y Vizcaya para el tratamiento de hombres violentos con sus parejas (2004), no importa como estos hombres den el primer paso para acudir al tratamiento, sino que lo realmente importante es el cambio de actitud que deben dar en las primeras sesiones, aceptando su responsabilidad y permitiendo así aplicar el tratamiento.

Los motivos por los que el hombre agresor no asume la responsabilidad de sus actos no están aún claramente definidos, y son varias las investigaciones que centran sus esfuerzos en analizar este fenómeno. Raúl Cenea (2004) considera que hay una serie de elementos asociados como las actitudes de hostilidad hacia las mujeres. Es frecuente que estos hombres se sientan incómodos ante las mujeres, manifestando actitudes de animadversión hacia ellas. Consideran las relaciones entre hombres y mujeres como una relación de poder, de lucha por ver quién queda más arriba. En ese sentido el hombre lo tiene bastante fácil, ya que, la sociedad crea un caldo de cultivo en lo ideológico, permite encontrar justificaciones para comportarse violentamente con las mujeres.

El estudio de la asunción de la responsabilidad es de gran relevancia científica, ya que, explica en mayor medida los motivos por los que el tratamiento terapéutico fracasa. Además omitir las responsabilidad en los actos violentos es un aspecto que caracteriza a los agresores condenados por violencia de género (Lila, Gracia y Herrero, 2012). El no aceptar la responsabilidad hace que se adopten otras estrategias de atribución externas y a utilizar justificaciones. La atribución externa más frecuente es asociar a la conducta de la pareja intenciones más negativas y a culparla de las discusiones y conflictos (Barnett, Martínez & Bluestein, 1995; Holtzworth-Munroe & Anglin, 1991; Holtzworth-Munroe & Hutchinson, 1993).

Otra estrategia de justificación muy frecuente en hombres agresores es minimizar la gravedad de su comportamiento violento e incluso negar completamente los hechos alegando defensa propia (Edin, Lalos, Hogberg & Dahlgren, 2008).

Además de la utilización de estas estrategias para justificar sus actos y omitir las responsabilidades en ellos, este tipo de agresores tienen una gran habilidad para autopresentarse de una forma socialmente deseable. Poseen una gran eficacia para distorsionar los hechos y presentarse como muy buenos ciudadanos ante los demás (Henning & Holdford, 2006). Esto se ha señalado como uno de los motivos por los que algunos han conseguido evitar las consecuencias penales de este tipo de delitos.

Tal es la importancia que se da a la asunción de la responsabilidad que se ha conseguido en uno de los objetivos clave en la mayoría de los programas de intervención.

Uno de los momentos en los que más se puede aprovechar para lograr que un hombre agresor acuda voluntariamente a tratamiento psicológico es cuando el hombre hace promesas de cambio que hasta él mismo llega a creer. Esta fase de promesas de cambio es denominado como “fase de luna de miel” y forma parte de un proceso que se desarrolla en la violencia de género y que es denominado “Círculo de la Violencia”. Este proceso da una explicación a los motivos por los que una mujer decide seguir conviviendo con un hombre que ejerce maltrato sobre ella, llegando incluso a retirar la denuncia contra él.

Antes de pasar al siguiente punto es necesario conocer con detenimiento en que consiste el ciclo de la violencia y comprender la dinámica y el patrón de conducta que lleva a cabo tanto el hombre maltratador como la mujer víctima del maltrato.

Ciclo de la Violencia:
La mujer ante una situación continuada de maltrato, se vuelve cada vez más vulnerable, perdiendo con ello su capacidad de autodefensa hasta llegar a un fenómeno psicológico denominado “indefensión aprendida”. Es ese momento la mujer pierde su capacidad de reacción, paralizada ante la creencia de que no puede hacer nada para evitar la violencia que sufre, normalizando la situación, considerándose merecedora, responsable y culpable de la situación. En muchos casos justifican las reacciones agresivas se sus parejas hacia ellas.
Todo comienza con una parte invisible o silenciosa que puede durar desde uno a diez años de convivencia. Todo maltrato se inicia siempre de forma sutil, invisible a los ojos de la mujer. En los comienzos se aprecia sobre todo un exceso de control por parte del hombre hacia ella. Ella suele confundirlo con celos, con una preocupación excesiva por parte de la pareja, e incluso como signos de una gran amor hacia ella. Las ideas del amor romántico dan lógica en estos inicios a los actos de micromachismos, control y posesión, llegándolos a ver como muestras de amor anulando e invisibilizando las alarmas de peligro.

Las actitudes controladoras se evidencian en muchos aspectos. En un principio no parecen muy alarmante e incluso pueden apreciarse como normales, así encontramos conductas de control relacionadas con la forma de vestir de la pareja, limitando el uso de ciertas prendas, control de sus gastos, control de salidas y de amistades, intentos de separación de su familia…Todo ello puede hacerse bajo una imposición camuflada con frases misóginas del tipo; “estarías más guapa si fueras más tapada”, “te lo digo por tu bien”, “es mejor que no hables con esas amigas porque quieren hacerte daño”, “me preocupo por ti”, “así estas bien pero quizá debas adelgazar un poco”. Tras esto se da paso la humillación, el menosprecio de las cualidades o características de la mujer, en muchas ocasiones ridiculizándola, a veces, delante de los demás pero mayoritariamente en la intimidad.

De esta forma se va consiguiendo que la mujer pierda poco a poco su autoestima, su autonomía e incluso su capacidad de reacción o defensa.

Si esto no funciona, o el hombre agresor no consigue todo el control que quisiera en su pareja, éste va aumentando en frecuencia e intensidad su comportamiento agresivo hasta llegar a un punto que la mujer decide consultar o pedir ayuda. Para cuando se llega a este punto es porque la violencia se ha hecho visible. A veces, llegar a este punto no ayuda a la mujer, ya que, muchas veces se encuentra con no ser creída. No olvidemos que estos hombres maltratadores suelen comportarse de forma admirable ante los ojos de la sociedad y pueden ser considerados “el marido perfecto”.
De esta manera la mujer decide en muchas ocasiones volver con el agresor entrando así en el ciclo de la violencia que sigue una secuencia repetitiva y que explica los casos de maltrato crónico. Este ciclo se divide en tres fases:

1. Fase de acumulación de la tensión: Los actos o actitudes hostiles hacia la mujer produce conflictos dentro de la pareja. El hombre agresor manifiesta su violencia de forma verbal, a veces con agresiones físicas y cambios bruscos de ánimo, la mujer no suele comprender estas reacciones, ya que, no es consciente del proceso de violencia en el que se encuentra. Es por ello que la mujer intenta calmar a la pareja, complacerla y no realizar aquello que a él le moleste para evitar los conflictos, tiene la falsa creencia de que los conflictos son provocados por ella. Lejos de evitarse los conflictos, éstos irán en aumento independientemente de lo que la mujer haga, se llega así a la siguiente fase.

2. Fase de agresión: Aquí el agresor hace visible su violencia tanto psicológica como física y/o sexual. La mujer sufre estados de ansiedad y temor que la llevan a consultar con alguna amiga o familiar. A veces, en esta fase, es cuando la mujer puede llegar a denunciar.

3. Fase de reconciliación o “fase de luna de miel”: El hombre maltratador pide perdón por el episodio violento, se muestra amable y cariñoso, a veces utiliza el llanto para mostrar su credibilidad, hace juramentos de que “no volverá a repetirse” que la quiere con locura y hace promesas de cambio. Suele justificarse con otro tipo de motivos ajenos a él, a veces el alcohol, el estrés laboral o los problemas familiares. Hay casos en los que utilizan justificaciones que hacen creer a la mujer responsable de la violencia, así como las actitudes de ellas, provocaciones…De esta forma el agresor hace creer a la víctima que “no ha sido para tanto”, lleva a cabo conductas de cambio temporales para mostrar su parte cariñosa, evitar que la relación se rompa y seguir manejándola. Con estas muestras de cambio temporales la mujer cree que podrá ayudarle, algo muy habitual en los hombre agresores “pedirles a ellas que les ayuden a cambiar”.

Esta última fase del ciclo es una fase más que volverá a iniciarse de nuevo con la fase de acumulación de la tensión. Se completa así el ciclo que conduce a un aumento de la violencia, llevando a un elevado y creciente peligro para la mujer quien comienza a pensar que no hay salida a esta situación, cayendo cada vez más en el estado de “indefensión aprendida”, que puede llegar a paralizarla y anular su disposición a salir de la situación de violencia.

La “fase de luna de miel” es cuando los agresores tienen más probabilidad de acudir voluntariamente a tratamiento psicológico. Haciéndoselo ver a su pareja como una prueba real de su motivación para el cambio. Sin embargo, al llegar al tratamiento omiten la responsabilidad de sus actos, en gran parte debido a que en realidad no es un cambio real el que desean sino una prueba de “supuesto cambio” para que su pareja les crea y no les abandone.

Otro de los motivos por los que el hombre que maltrata no asume la responsabilidad de sus actos han sido los propios rasgos de personalidad. En muchos estudios se ha analizado la relación existente entre la asunción de la responsabilidad de los hombres condenados por violencia de género, la personalidad narcisista, la baja autoestima y la personalidad antisocial. Este tipo de personalidades o variables disposicionales podrían favorecer, en personas violentas, una mayor tendencia a no sentirse culpables o personalmente responsables de su comportamiento violento (Gondolf, 2007).

Según las investigaciones más recientes, como la de White y Gondolf (2000), encontraron un porcentaje de personalidad narcisista y antisocial superior al esperable en población normal. Baumeister (1996) indica que la mayoría de estos hombres se caracterizan por manifestar ciertos rasgos narcisistas como una expectativa exagerada acerca de sí mismos, continuas percepciones de que los demás amenazan la imagen que tienen de sí mismos, y considerarse personas muy justas y virtuosas.

Marisol Lila, Enrique Gracia y Juan Herrero llevaron a cabo un estudio en el año 2010, con 177 hombres participantes en un programa de intervención con maltratadotes que acudían por orden judicial. En el estudio se utilizaron varios instrumentos de medida, entre ellos el Inventario Clínico Multiaxial de Millon (MCMI-II; Millon, 1999), para evaluar la presencia de un estilo de personalidad narcisista y/o antisocial.

En este inventario se consideran como rasgos narcisistas la tendencia al autoengrandecimiento, irresponsabilidad e impulsividad, insensibles y con tendencia a la crueldad. Estas personas se hacen notar por ser egoístas, experimentando placer simplemente por permanecer pasivos o centrados en sí mismos, sobreestiman su propio valor y presumen de que los demás reconocerán sus particularidades. Mantienen aires de autoconfianza arrogante; explotan a los demás aún sin intención o propósitos conscientes.

A diferencia del narcisista, la personalidad antisocial puntúa alto en comportamientos ilegales dirigidos a manipular el entorno a favor de si mismo. Son personas irresponsables e impulsivas y la crueldad son sus únicos medios para evitar abusos y engaños.

Como hipótesis inicial, Marisol Lila, Enrique Gracia y Juan Herrero, consideraron que a mayor presencia de personalidad narcisista, de personalidad antisocial, así como menor autoestima, se producirá una menor asunción de responsabilidad y una mayor tendencia a la minimización de los hechos por los que fueron condenados. En cambio, al valorar los resultados concluyeron que las estrategias de atribución de la responsabilidad que realizan estos individuos no están marcadas previamente por rasgos de personalidad antisocial y narcisista. Sin embargo, encontraron diferencias significativas entre los grupos de baja y alta autoestima.

La interpretación de los resultados van encaminados a que los agresores con baja autoestima pueden activar mecanismos de autoprotección, de forma más o menos consciente, que les lleven a restar importancia a la situación por la que han sido condenados, como una estrategia de autopresentación. En este sentido existen estudios en los que se diferencian sesgos de respuesta motivados por el manejo de impresiones: por un lado pueden realizar una manipulación consciente para dar una imagen socialmente deseable, debido a la vergüenza que les ocasiona la conducta violenta. Por otro lado, el autoengaño, en la que el individuo realmente llega a creerse su versión de los hechos (Paulhus, 1984).

Marisol Lila, Enrique Gracia y Juan Herrero (2010), no pudieron ver con exactitud si los rasgos de personalidad, especialmente los antisocial y narcisista, estaban presentes en los hombres condenados por violencia de género y si esto influye en la asunción de la responsabilidad. Sin embargo White y Gondolf (2000), en un análisis llevado a cabo con 100 hombres condenados por violencia de género y asistiendo a tratamiento psicológico, encontraron seis grupos principales de personalidad: Estilo depresivo/evitador, Estilo conformista/narcisista, Trastorno límite, Trastorno paranoide, Trastorno narcisista, Trastorno antisocial.

Otros autores han hecho de la personalidad narcisista una tipología donde clasificar a muchos de los hombres condenados por violencia de género, (véase Gondolf y White, 2001; Belfrage y Rying, 2004; Jonson et al., 2006; Echeburúa et al., 2009; Boira y Jodrá, 2010; Loinaz, Ortiz-Tallo, Sánchez y Ferragut, 2011).

Los datos cualitativo que se dan en los resultados relacionados con los rasgos de personalidad narcisito son elevados y significativos comparados con la muestra total. Gondolf y White 2001, encuentran que de una muestra de 580 hombres condenados por violencia de género, el 60% presentaba sintomatología de disfunción de la personalidad. La mitad de esos perfiles obtenían puntuaciones en trastorno narcisista y de evitación.

Belfrage y Rying 2004, realizaron su estudio con 164 hombres en prisión por homicidio contra la pareja, los trastornos de personalidad que encontraron fueron los relacionados con los tipos narcisista y antisocial. También Echeburúa et al. en el año 2009, evaluó a 196 hombres que participaban voluntariamente en un programa terapéutico, en ellos fueron frecuentes los trastornos de personalidad, sobre todo el compulsivo, el agresivo y el narcisista.

Boira y Jordá 2010, con una muestra de 118 hombres que acudían voluntariamente a un programa de intervención terapéutica, encontró que 79.8 % presentaban trastorno de personalidad: compulsivo, antisocial, agresivo-sádico, narcisista e histriónico. Por último, destacar el estudio más reciente llevado a cabo por Loizan, Ortiz-Tallo, Sánchez y Ferragut (2011). Se utilizó una muestra de 48 hombres agresores de sus parejas ingresados en prisión. Como establecieron dos grupos; el primero se denominó “rasgos normalizados” donde se destacaron puntuaciones altas en las escalas de narcisismo, y el segundo grupo denominado “rasgos antisociales” donde se destacaron puntuaciones significativamente superiores en personalidad antisocial.
De forma muy marcada en la literatura científica se guían casi todos los estudios en dos clasificaciones generales. Una de ellas es la clasificación de Holtzworth y Stuart (1994) y la otra es la clasificación de Fernández-Montalvo y Echeburúa (1997). En la primera clasificación se considera la existencia de tres tipos de hombres; los violentos limitados al ámbito familiar, los violentos con características borderline/disfóricas y los violentos en general/antisociales. En el tercer tipo (Violentos en general/antisociales) supone el 25% de los hombres matratadores y hacen uso instrumental de la violencia física y psicológica de forma general y no limitada en el hogar.

Este grupo presenta mayores niveles de narcisismo y manipulación psicopática, amenazando y agrediendo a su pareja cuando ésta no satisface sus demandas. Muestran actitudes que justifican el uso de la violencia interpersonal y es más probable que consuman abusivamente alcohol y otras drogas. Finalmente, debido a su conducta antisocial es muy probable que tengan problemas legales, son considerados agresores de alto riesgo (Cavanaugh y Gelles, 2005).

En general, el estado de la cuestión actual sobre los hombres agresores de sus parejas, es que en los últimos años se pone de manifiesto una alta prevalencia de los trastornos de personalidad, especialmente el narcisista y antisocial, entre otros como el borderline y paranoide. El estudio de los trastornos de la personalidad relacionados con la violencia hacia la mujer pertenece a una perspectiva teórica de estudio que tiene que ver con los factores unipersonales; características psicológicas de los agresores. En cambio, deben tenerse en cuenta otras orientaciones como las sociológicas, la construcción social de las creencias equivocadas sobre los roles sexuales y la inferioridad de la mujer, así como la legitimación de la violencia como forma de resolver conflictos.

Actualmente existe un continuo debate sobre si los hombres maltratan motivados por la necesidad de dominar y controlar a la pareja (concepto patriarcal) y si la violencia es una cuestión de género o más bien un problema humano y de relaciones interpersonales (Hamel, 2009).

En cualquier caso, la variable social ha sido mencionada pero no destacada en mucho de los estudios nombrados. Sería preciso considerar que en los casos de maltrato muchos agresores se justifican y omiten su responsabilidad al considerar a la mujer inferior al hombre. Llegan a considerar a la mujer como un objeto que debe estar al servicio del hombre y que debe abastecerle todas sus necesidades y peticiones. A su vez, esto es un rasgo propio de la personalidad narcisista, el usar a otras personas como objetos. Esto nos lleva a utilizar un nexo de unión entre las variables personales, como los rasgos de personalidad narcisista, y la influencia que tiene el contexto social en la construcción y perpetuación de esos rasgos. 


Sociedad contemporánea y su influencia en la violencia contra la mujer

Según el psicoanalista Joan Coderch la sociedad influye en la construcción del narcisismo y le da un matiz positivo legitimándolo a los varones. De hecho en la clínica entre un 50% y un 75% de pacientes diagnosticados por narcisismo patológico son varones. Desde hace años se viene observando por los profesionales de la clínica psicoanalítica que van aumentando las consultas relacionadas con los trastornos de personalidad narcisista y personalidad borderline o fronteriza (Kernberg, O., 1979).

En los trabajos de Joan Coderch, (2003-2004), se hace un análisis profundo sobre la relación existente entre el incremento de las personalidades narcisistas y el tipo de sociedad predominante; el industrial o avanzado.

Las personas cuya personalidad posee elevados rasgos narcisistas presentan una buena adaptación social pese a tener alteraciones para relacionarse con los otros. Los otros, para la persona narcisista, son espectadores que deben reflejar constantemente el prestigio y el valor de la persona narcisista. Estas personas suelen presentar intensa ambición y fantasías grandiosas, sin embargo esconden sentimientos de inferioridad y dependencia a la admiración y aprobación por parte de los demás. Presentan varias deficiencias en su capacidad para amar y de preocuparse por el sufrimiento de los otros, careciendo de empatía y gobernando en ellos la inseguridad crónica bajo una aparente superioridad.

A veces pueden mostrarse serviles y aduladores cuando les es necesario conseguir sus propósitos de promoción social, profesional…si embargo tratan con dureza y desprecio a las personas que consideran inferiores o que ya no son idóneos para sus fines. Esto les lleva a relacionarse con los otros con fines de explotación y prasitismo. Bajo una superficie amable y encantadora se esconde una actitud fría y calculadora. Son incapaces de admitir su dependencia debido a la herida que para ellos supone el hecho de admitir que precisan de alguien. Es muy frecuente ver en la violencia hacia la pareja la amenaza constante de abandono, esto puede tomarse como una presión hacia la pareja para que  modifique o cambie ciertos comportamientos.

Un rasgo importante de la personalidad narcisista es la envidia crónica ante las cualidades de otra persona, esta idea es insoportable para la persona narcisista lo cual les lleva a sentirse frecuentemente atacados. En la violencia de género una señal inicial es la desvalorización del hombre hacia la mujer, anulando su autoestima e infravalorando todo aquello que posee; trabajo, amigos, familia…en este sentido y, como consecuencia de esa envidia, la persona narcisista devalua las cualidad de los otros para sentirse siempre superiores y lo que reciben lo consideran como algo que es debido. Esto nos suena a la idea patriarcal de que la mujer debe estar al servicio del hombre la mayor parte del tiempo.

Según la corriente psicoanalítica, determinadas situaciones psicosociales (familiares y sociales) pueden obstaculizar el camino de crecimiento mental y facilitar la construcción de una persona narcisista, precisamente en la actualidad ésta son las condiciones sociales y culturales que se dan en la llamada civilización occidental (Joan Coderch, 2003-2004). Según este autor, el incremento de la personalidad narcisito se debe en gran parte al tejido social, precisamente porque la nuestra es una sociedad notablemente narcisista que, estimula y alimenta la aparición de estas personalidades.

Todas las personas podemos crecer con ciertas carencias afectivas, formas distorsionadas de relación, intolerancia, agresividad y otras variables psicológicas…no obstante el contexto social donde crezcamos repercutirá en la forma con la que se haga frente a esas variables. Como afirma Mitchell, S. (1998), la mente es producto de la interacción entre contexto social, cultural y lingüístico donde la persona construye su vida.

Joan Coderch define dos tipos principales de narcisismo: el infantil y el perverso. El Infantil se caracteriza por padecer una gran intolerancia a la espera, exigiendo gratificación inmediata de sus necesidades, con un alto nivel de demanda hacia los otros y hacia la “sociedad” pero con escaso sentido sobre lo que los otros tienen derecho a esperar de ellos. Además, se sienten profundamente heridos si no son satisfechas sus demandas o cuando se les recuerda sus obligaciones y responsabilidades. En ese sentido, recordemos la importancia que se le da en multitud de estudios a la asunción de la responsabilidad por parte de los hombres condenados por violencia de género. En general, puede decirse que el narcisito infantil ama los productos del objeto pero niega el reconocimiento y la dependencia del objeto.

Siguiendo el análisis de Joan Coderch podemos definir varios aspectos destacadamente narcisistas de la sociedad contemporánea en la que vivimos. La característica más notable es la tendencia a negar la ansiedad y la espera, rasgo muy propio de la personalidad narcisista. Para esta negación la sociedad emplea diversos mecanismos como los actuales instrumentos técnicos: televisión, teléfonos móviles, Internet, medios de comunicación, etc…así los límites, las esperas y las fronteras se borran, haciendo cada vez más innecesaria la realidad externa. Así la realidad se vuelve la peor enemiga del narcisismo, pone de relieve los límites y derriba las fantasías de omnipotencia. En esta dirección, recordemos que en muchos estudios se ha apreciado el autoengaño, el rechazo a admitir la realidad y ha minorizar la gravedad real de los daños causados a la mujer por parte de los hombres agresores.

Según Bion (1962), para generar el pensamiento reflexivo sobre la propia emocionalidad es necesaria aguantar la espera y soportar la frustración que conlleva la ausencia del objeto necesitado. Pues no todo está a nuestro servicio de forma inmediata cuando a una persona le plazca. Esto puede ayudar a controlar y disminuir la impulsividad de nuestros actos.

Otra forma que la sociedad emplea para anular la ansiedad, la espera y la capacidad de pensar son las incitaciones visuales y auditivas. Esto puede verse en multitud de espacios donde abunda la música atronadora, “mecánica”, el uso continuado de auriculares que venden como moda…todo ello contribuye a que las personas no puedan formarse un juicio propio y por tanto se inhibe el pensamiento.

Otro aspecto destacadamente narcisista de la sociedad en que vivimos es la alianza entre la producción de bines de consumo y publicidad. En nuestra sociedad la producción de bines se guía por una ética utilitarista, creando pseudos necesidades, deslumbrando con promesas de goce y felicidad si se dispone de dichos productos…Esto es algo que define enormemente a la personalidad narcisista, la sensación de sentirse poderoso, exitoso, famoso y admirado…

La psicofarmacología y la adicción al alcohol (muy presente en hombres condenados por violencia de género), es otra forma aceptable en la sociedad que sustituye el esfuerzo de pensar y aminora enormemente el sufrimiento necesario para tolerar la frustración y favorecer la maduración emocional.

Por último, el rechazo a la autoridad favorece el incremento de la personalidad narcisista. Toda autoridad se ve transformada casi automáticamente en autoritarismo y por tanto es rechazable. Si no hay autoridad no existen límites ni diferencias y las fantasías de una persona narcisista se ven estimuladas. En el discurso de los hombres condenados por agredir a sus parejas, es muy frecuente escuchar el rechazo continuo a la justicia, se consideran víctimas de injusticias y reclaman una ley que proteja al hombre de la violencia procedente de la mujer al hombre.


Marco conceptual: hipótesis, definición de objetivo general y específico de la investigación

HIPÓTESIS
Debido a la naturaleza cualitativa de nuestro estudio definiremos los rasgos de forma descriptiva todos los conceptos, rasgos e indicios que pondrán a prueba nuestra hipótesis.

Teniendo en cuenta todo lo revisado, y observando todo lo que durante este tiempo se ha ido  viendo en materia de violencia de género, consideraremos como hipótesis principal de nuestro estudio que es muy frecuente encontrar rasgos  de personalidad narcisista en aquellos varones condenados, judicialmente, por violencia de género.

Variable controlada: Varones condenados por violencia de género
Variable explicativa: Rasgos de personalidad narcisista

También tendremos muy presente otras cuestiones que forman parte del debate actual en nuestros tiempos. Estos debates y las distintas investigaciones que se han llevado a cabo para demostrar diferentes posturas nos lleva a admitir que con alta probabilidad la adaptación a una sociedad individualista e industrializada, como la actual, promueve la formación de personalidades narcisistas. De esta manera podemos considerar que;  los varones condenados por violencia de género que tienden a mayor adaptación social, manifestarán más rasgos de personalidad narcisistas que aquello  que tienden a una menor adaptación social.

Variable controlada: Varones condenados por violencia de género
Variable explicativa: Rasgos de personalidad narcisista
Variable 3: Adaptación social


OPERATIVIZACIÓN DE LOS CONCEPTOS

1. Varones condenados por violencia de género

A) Varones condenados por violencia de género: aquellos hombres que han sido denunciados por agredir a su pareja o ex pareja. Como consecuencia a esa denuncia han sido condenados a penas de prisión menores a dos años. Estos varones agresores, al no tener antecedentes penales y tratarse de primer delito hace que las penas de prisión sean sustituidas por la suspensión de condena; medida reeducativa consistente en la asistencia obligatoria a un grupo terapéutico una vez a la semana durante nueve meses. La medida reeducativa también incluye una sesión terapéutica individual una vez a la semana.

            B) Violencia de género: se considerará en nuestro estudio por violencia de       género la misma definición que se define en el código penal, encontrándose          ampliamente definida en el aparatado “Antecedentes y estado de la cuestión”             de este trabajo.

2. Rasgos de personalidad narcisista

Como afirma Bursten (1982) el narcisismo no puede ser observado directamente, sino que puede inferirse pos sus efectos y se encuentra asociado a determinadas conductas: ambición, vanidad poder, exhibicionismo, etc.

En nuestro estudio tendremos en cuenta todas las características que se han ido nombrando en los antecedentes literarios para identificar la presencia de ciertos rasgos narcisistas, pero para que nuestro análisis sea lo más operativo posible es necesario concretar determinados rasgos específicos que se manifestarán en el discurso de los hombres de nuestro estudio. Tomaremos los rasgos definidos por José Luis Trechera Herreros (1997):

A) Imagen distorsionada de uno mismo:

Sentimientos de omnipotencia, omnisciencia y poder especial:
            Este rasgo hace referencia a la gran seguridad con la que el narcisista se         muestra. Sin embargo, se trata de un mecanismo de defensa ante la       inseguridad que siente, ya que, sus ideas no se fundamentan en la realidad.   Esta falsa seguridad se debe a que cree cierto lo que piensa, sólo porque es      él quien lo piensa. Por otro lado, necesita ver continuamente confirmado su     narcisismo porque de lo contrario empieza a dudar de todo.

Entre el sentimiento de omnipotencia, omnisciencia, poder especial y,  las ideas patriarcales, machistas y misóginas, podemos encontrar que ambos conjuntos de conceptos van de la mano. En esta línea, el patriarcado considera que el hombre es superior a la mujer por el hecho de ser varón, al igual que los individuos narcisistas se sienten por encima de todo lo que consideran inferior, ya que, se creen dotados de un poder especial, el cual no está fundando en la realidad.

El patriarcado no argumenta con base real los motivos por los que el hombre es superior a la mujer, simplemente considera cierto que así es y no necesita un razonamiento profundo. En cambio, cuando se pone en duda y se argumentan la discriminación y desigualdad que hay en el fondo de dicho razonamiento, el patriarcado comienza a dudar y a tambalearse, reaccionando de forma más agresiva y restrictiva contra la mujer. Esto es justo lo que ocurre en los sujetos narcisistas cuando su narcisismo no se ve alimentado, comienza a dudar de todo y, en el pero de los casos a ejercer una violencia como reacción para ver sus ideas reforzadas.

Inflación de la autoestima
            La persona narcisista tiene una frágil autoestima, por ello realiza esfuerzos       continuos por sustituir el amor por la admiración externa. Posee un vacío             interior, no se quiere, quiere quererse, pero siempre está insatisfecho consigo            mismo, siempre se ve mejorable y eso le lleva a embellecerse continuamente       (Lasch, 1979).

Grandiosidad y sentimiento de categoría especial
            Este rasgo hace referencia a la creencia plena de tener talentos y            capacidades especiales, están convencidos de su posición superior. Se consideran únicos, por tanto, sus problemas sólo pueden ser tratados por otras personas únicas.

Percepción egocéntrica de la realidad
            Sólo aceptan aquella realidad que refuerce su propia grandiosidad, como         consecuencia negarán aquellos aspectos de la realidad que cuestiones su importancia o perfección.

Fantasías de éxito, poder, brillo, belleza o amor ideal ilimitados
            El sujeto narcisista presenta una gran ambición y altas expectativas no realistas. Experimentan placer por la existencia y un pronunciado optimismo,           siente todas las cualidades de perfección, gloria y triunfo. Sin embargo, si por        diferentes motivos el narcisista deja de obtener suficientes suministros   narcisistas de su entorno, cae en el extremo opuesto. Muestra, entonces, una apariencia totalmente distinta: negatividad, dificultades, etc...a veces se          acompaña de rabia, devaluación y reacción contra el exterior. Finalmente,             entra en la soledad grandiosa y comienza a incrementar sus fantasías           grandiosas acerca de sus cualidades.


B) Falta de empatía:

Incapacidad para reconocer y experimentar lo que otros sienten
            El narcisismo se caracteriza sobre todo por la negación de los sentimientos y    la inhibición de la expresión emocional y afectiva. Esto sucede porque la        persona narcisista considera que al expresar sus sentimientos se vuelven        vulnerables. Se defienden ante un posible daño no necesitando o no             expresando deseo. Este les da una apariencia de “fríos” , “insensibles” o            “desinteresados”.

Dificultad para captar características de las otras personas
            Especialmente tienen dificultades para identificar los estados emocionales de las personas con las que tienen conexiones íntimas (parejas, amigos,             familiares...). Huyen de su vacío interior y no se comprometen profundamente            con nadie y así se alejan de conocimiento de sí que les podría procurar esa             relación.


C) Hipersensibilidad a la evaluación de los demás:

Reacción con sentimientos de rabia , vergüenza o humillación ante las críticas
            Según Fromm (1991) no  hay furia más grande que la de un narcisista a quien            se haya herido su narcisismo, aunque no siempre expresarán su rabia querrá     vengarse porque tal acción es como matarlo.



Preocupación por la comparación con otras personas
            El tener que sentirse más grande que los demás les lleva a compararse continuamente y a padecer sentimientos de envidia. M. Klein (1952), fue la      primera autora que estudió en profundidad la relación existente entre la             envidia y el narcisismo.

            Se demuestra que la envidia no puede aceptar nada            del otro, ya que, eso           supone aceptar su valor y diferencia. Por ello, los sujetos  narcisistas         desvalorizan todo lo que pueda ser potencialmente útil para ellos.     La envidia     es tan incapacitante porque lo que se odia es la bondad misma del objeto y,             por ello, nada útil puede extraerse de él.


D) Dificultades en la relación interpersonal:

            De forma general, las relaciones que establece la persona narcisista con los    demás es patológica. Esto se debe a que el narcisista desconoce de la          autonomía del objeto y por tanto considera que los demás están a su servicio   tratándolos como objetos.

            Exhibicionismo
            La conducta narcisista está motivada por el placer que siente la persona a ser admirado. Esto se traduce a excesivo deseo o necesidad de atención y            admiración, sentirse único y exclusivo. Un rasgo muy característico de la      personalidad narcisista es dirigir su actividad a obtener el máximo             aclamo y        aprecio. Por ello, no es de extrañar que presenten un actitud especial hacia      la ocupación social, eligiendo profesiones en la que puedan recibir             gratificaciones públicas.
           
            Ningún detalle debe escapar al narcisista, desde la apariencia corporal al          último autor de moda. Tiene miedo a su interior, a profundizar en sí mismo y,         por ello, sólo le preocupa la apariencia. Esos esfuerzos llevan un elevado            costo psicológico que aumenta su debilidad y fragilidad.


Sentimiento de tener derecho sobre otras personas
            Eso provoca que la persona narcisista considere que tiene derechos      especiales respecto a los demás y total inmunidad ante las demandas   sociales. Esto se traduce en orgullo, engreimiento y conciencia de exigir           derechos propios.

Maquiavelismo
            Este rasgo hace referencia a la tendencia de ver a los demás como         extensiones de uno mismo, utilizando y manipulando a los demás en beneficio            propio, según les interese o plazca;  usar y tirar.

Objetivos de las conductas; el control sobre otras personas
            Negar la existencia del otro en cuento que éste supone un principio de limitación. Búsqueda continua de poder para contrarrestar la deficiencia de su     propia realidad. En general la persona narcisista son sujetos ávido de    admiración y no soportan el más mínimo cuestionamiento de su posición        dominante. Para Bleichmar (1991) establecen una relación tiránica, intentando           forzar a los otros a que les brinden su admiración incondicional mediante el     control sobre sus actos o pensamiento.


Dificultades en el manejo de la agresión
            Presentan dificultades en la conceptualización y manejo de la agresión. Estas             personas asocian la rabia con la frustración con tendencia a restablecer la jerarquía. También aparece asociada la agresividad y la envidia, la cual se     manifiesta a través de la agresión que devalúa a los demás.

Dificultades en el manejo de la situación de separación y desprendimiento
            La limitación es vivida por estas personas como un ataque a su autonomía,      sobre todo si quien limita es su pareja u otra persona externa. Por esta razón    las situaciones de cambio o evolutivos son vividas con gran perturbación.




Deformación narcisista del lenguaje
            -Uso egocéntrico del lenguaje; se centra la conversación en sí mismo     excluyendo todo aquello que concierne al otro. Uso excesivo del pronombre   personal singular  “yo” en lugar del plural “nosotros”.

            -Utilización frecuente de palabras narcisistas como: fantástico, absoluto, etc.

            -Tendencia al monólogo; tienen dificultades en la participación de un diálogo.

Estado de ánimo pesimista
            Este estado de ánimo es destaca por los siguientes rasgos; actitud pesimista,   confusión ética, superioridad y arrogancia, intrusión (impone su visión         pesimista a los demás), disforia, sentimientos de vacío y tristeza.

La soledad
            Este es el coste del narcisismo. La soledad es la consecuencia de la renuncia             al amor hacia otro objeto que no sea él mismo. El narcisista renuncia a la             relación de amor con otras personas debido a la temida relación de           dependencia, riesgo de abandono y herida narcisista por el sometimiento       humillante. Por este motivo, las personas narcisistas buscan vinculaciones             afectivas autorreferenciales, y solitarias. El sujeto narcisista vive como en una prisión interna que poco a poco le aísla del entorno. Por todo ello, la cura del    narcisismo no puede ser otra que la aceptación de dependencia y la desviación del objeto de amor.


3. Adaptación social

Para hacer operativo este concepto abstracto existen multitud de observaciones, conductas y registros. En nuestro estudio nos ceñiremos concretamente a algunas de sus manifestaciones más destacadas en las conductas de los varones estudiados, teniendo como referencia la literatura consultada especialmente en los estudios sociales de Joan Coderch.


Se admitirá adaptación social, cuando se observe:

1.    Mayores habilidades sociales y lingüísticas: favorable relación con los compañeros del grupo terapéutico, respeto por el turno de palabra, escucha activa hacia otros compañeros, menor uso de exabruptos y comentarios despectivos hacia los compañeros o terapeutas, participación, proactividad y tono de voz ajustado al grupo. Ausencia de comentarios discriminatorios hacia la raza, el género o el nivel adquisitivo.

2.    Mejor tolerancia a la frustración y la espera: realizar tareas para casa, anteponer la asistencia al grupo terapéutico que a otras actividades lúdicas, baja anticipación y ansiedad por conocer la resolución judicial y evaluación psicológica. Puntualidad y flexibilidad horaria, adaptación al horario. Gestión favorable de los imprevistos que puedan surgir en las sesiones. Buena aceptación de las críticas constructivas. Menor grado de impulsividad.

3.    Responsabilidad: escaso número de faltas de asistencia a las sesiones grupales e individuales, asistir en buenas condiciones higiénicas, asistir en plenas condiciones cognitivas, es decir, sin la influencia del alcohol u otras drogas.

4.    Deseabilidad social ajustada: moderada aprobación de los conceptos explicados, comentar de dudas y preguntas razonables y contextualizados en el tema tratado, moderación en el número de elogios y aprobación hacia el programa terapéutico, bajas contradicciones entre lo que se piensa y lo que se defiende.


OBJETIVOS

Nuestro objetivo general parte de la duda científica y del debate actual sobre la violencia de género y su causalidad. Las raíces de esta violencia han sido adjudicadas a diversas causas. Se ha tratado desde distintas perspectivas pero no se ha hecho una integración plena de ellas. Como resultado, la violencia contra las mujeres, puede abarcarse como un problema social o como un problema interpersonal de los hombres que la han ejercido y se encuentran condenados por ello. De esta manera general trataremos de observar en nuestro estudio si existen ciertos rasgos de personalidad comunes en aquellos varones agresores que cumplen condena por violencia de género. Sin dejar de prestar atención a la influencia social que en esos rasgos de personalidad tiene la socialización.

Como objetivo específico de este análisis se analizará la presencia de los rasgos de personalidad narcisista en los discursos de los varones agresores de sus parejas. Los cuales han sido penados por violencia de género y se encuentran en un programa terapéutico y reeducativo, aplicado de forma grupal e individual, un día en semana durante nueve meses.


Exposición detallada de la metodología de acuerdo a los objetivos establecidos en la investigación

Para este trabajo se eligió como nivel explicativo la descripción simple y un método de investigación de estudio de casos.  Esta investigación parte de la metodología cualitativa, ya que, debido a su naturaleza nos permite observar y describir de una forma más ajustada la complejidad y abstracción de los rasgos de personalidad. Se tuvieron en cuenta diversos factores de influencia así como la propia subjetividad de la observación participante de la investigadora y las variables a controlar en la entrevista individual.

RECOGIDA DE DATOS
Para llevar a cabo esta investigación descriptiva y asegurar su validez, se observó e interrogó de una forma estructurada. La observación fue una herramienta fundamental, pero este estudio no hubiese sido posible sin la técnica de recogida de datos interrogativa: la entrevista individual.

Estas dos estrategias fundamentales de recogida de datos se vio a su vez complementada por el registros de gestos, reacciones conductuales y fisiológicas, anotación literal de las argumentaciones narrativas, y las actitudes a través del resultado de ciertas escalas y test.

Preparación de la recogida de datos: LA MUESTRA
La muestra de nuestro estudio reside en la Comunidad de Madrid, ciudad donde se cometieron los hechos por los que fueron condenados. La muestra se recogió de manera intencional para permitirnos hacer una descripción exhaustiva y en profundidad del perfil de 25 hombres agresores de sus parejas que se encuentran condenados por violencia de género. Como explicamos anteriormente esta condena consiste en la asistencia obligatoria a un programa terapéutico grupal e individual.

La duración de dicha condena fue de 9 meses, asistiendo dos veces en semana una para la grupal y otra para la individual. Las sesiones grupales eran de asistencia obligatoria y se llevó a cabo por cinco psicólogas y un psicólogo. La asistencia a las sesiones individuales podían ser negociadas entre la persona condenada y la persona terapeuta asignada. En cualquier caso, la asistencia a sesiones individuales fue también obligatoria y una vez en semana.

Preparación de la recogida de datos: LA ENTREVISTA
Desde la primera entrevista individual, se explicó a cada uno de los entrevistados que las entrevistas podrían ser recogidas y analizadas para ser utilizadas con fines terapéuticos y de investigación, respetando en todo caso la intimidad de la persona y la confidencialidad de los datos. Incluso se les informaba de que algunas entrevistas podrían ser grabas a través de grabadoras y otros dispositivos de voz. Para que así constara, y siempre que la persona estuviera de acuerdo firmaba una autorización que nos permitía utilizar dichos datos para nuestro estudio.

El objetivo general de las entrevistas individuales era generar un espacio íntimo donde poder tratar de forma individualizada la problemática particular de cada uno de los penados. Era preciso hacer una panorámica general de la vida del entrevistado en todas sus facetas; familia, entornos social, sentimental, laboral y personal. Una vez conocido esto se profundizó y se trabajó de forma más exhaustiva algunos ámbitos en los que la persona entrevistada parecía tener mayor dificultad. Como por ejemplo, las relaciones familiares, relacionales, emocionales...

También se tuvieron otros objetivos específicos relacionados con nuestro estudio;
-Conocer en que medida estaban presentes los rasgos definidos para identificar personalidad que tiende al narcisismos.
-Como influenciaban en la vida de la persona entrevistada.
-Conocer el grado de consciencia que de estos rasgos tenían.

Estos objetivos específicos eran transversales a todos los ámbitos de vida que el entrevistado contaba, y aunque no había un cuestionario específico para cada uno de ellos, se podían obtener a partir de otros cuestionarios, como el cuestionario psicosocial entre otros.

También se hizo especial hincapié y se profundizó en aquellos discursos que coincidían con los rasgos de personalidad narcisista, y que en este estudio hemos operativizado. Esto se realizaba, a través, de preguntas no estructuradas y libres. Partiendo de nuestro objetivo básico y general se formulaban preguntas apoyadas en las observaciones y respuestas anteriores del entrevistado. Se determinaban así aspectos básicos del problema a investigar.

La entrevista individual se llevó a cabo una vez en semana. La duración fue de una hora aunque en algunas ocasiones se prologó media hora más debido al discurso del entrevistado. Antes de llevar a cabo la entrevista individual se preparaba los objetivos específicos que queríamos cubrir, pero todo ello estaba apoyado por cuestionarios, especialmente el psicosocial.

Las sesiones individualizadas se llevaban a cabo a través de la entrevista psicosocial principalmente (Ver en anexos), sobre todo en las primeras sesiones. Consiste en un instrumento semi- estructuradoya que, aportaba una amplia información en todos los ámbitos del entrevistado y permitió profundizar en muchos aspectos fácilmente. Pero además de la entrevista psicosocial, se llevó a cabo una batería de escalas y test que se mencionan a continuación:

1º. Historia Psicosocial Criminológica (Entrevista psicosocial)
2ª. Escala de creencia en la Benevolencia Humana (E.B.H.) de Thornton & Kline (1982).
3ª. Inventario de Conducta Racional de Shorkey & Whiteman (1977)
4º. Entrevista General Estructurada de Maltratadores. Echeburúa y Fernandeza-Montalvo (1977).
5º. Pensamientos sobre la mujer
6º. Pensamientos sobre el uso de la violencia
7º. Test de Frases Incompletas de Joseph M. Sacks y Sidney Levy (1950)
8º. Test de Asociación de Palabras de Jung (1910)
9º. Test Gestaltico Visomotor de Bender (1938)
10º. Test Proyectivo: House - Tree- Person – (HTP) de John Buck (1947)

Todos estos cuestionarios siguieron el mismo orden de aplicación en todos los casos, pero no había un número de aplicación predeterminado. En algunos casos bastaba una sesión para aplicar un cuestionarios y en otros se precisaban hasta cuatro días de aplicación para un sólo cuestionario. Esto dependía de la persona a entrevistar, de su participación, motivación, y de su forma de expresión.

Debido a esto el número total de entrevistas individuales para llevar a cabo todos estos cuestionarios varió de unos casos a otros, debido a varias cuestiones; el ritmo de expresión y comprensión de cada uno, predisposición a colaborar, resistencias, negación o aceptación de la tarea, historia de vida... Por ello, el número total de entrevistas en cada casó varió entre unos y otros, pero en ningún caso se realizaron menos de 5 sesiones ni más de 20. Por tanto entre 5 y 20 sesiones fueron aplicadas en casa caso.

Cada psicóloga del equipo técnico llevó a cabo entre dos y cuatro casos individuales, por ello, este estudio se centra especialmente en tres casos que fueron tratados directamente por la investigadora. Aunque, también se cuenta con los resultados del resto de casos. Estos tres casos no fueron seleccionados de forma aleatoria sino intencional por la investigadora.

Como criterios fundamentales para seleccionar estos tres sujetos se tuvo en cuenta la disposición que tuvieron en las sesiones grupales, las grandes diferencias que encontramos en sus actitudes y rasgos de personalidad.

De esta forma se consideró que estos tres sujetos podían ser una cercana referencia para poder facilitarnos la observación de la posible ausencia y presencia de los rasgos de la personalidad narcisista y, de una forma más detallada. Finalmente resultaron arrogaron resultados de forma destacada.

Preparación de la recogida de datos: LA OBSERVACIÓN
Para la observación participante, se llevó a cabo tanto en las sesiones individuales como grupales, pero especialmente en estas últimas, debido a que permitía una observación amplia de todo el grupo, y mayor riqueza de contenidos al reunir una misma realidad cotidiana. Además los participantes se reforzaron unos a otros en sus expresiones lo que permitía superar el efecto de deseabilidad social que se da en la entrevista individual.

La observación grupal se realizaba en las dos horas y media de duración de la sesión. Todas las terapeutas estaban equipadas de un cuaderno y un bolígrafo donde poder señalar y registrar aquellas conductas llamativas y destacables para nuestro estudio, así como comentarios, verbalizaciones, gestos, expresiones, actitudes, reacciones y comportamientos que denotaron rasgos de personalidad narcisista.

También se anotaron las experiencias de vida relatadas por los penados. Se tuvieron en cuenta otro tipo de indicadores que podían ir relacionados con otros rasgos de personalidad; autoestima, capacidad de introspección, asunción de responsabilidad, adaptación social...

Para favorecer la escucha activa de los relatos era importante que mientras una de las terapeutas profundizada en dichos relatos contando con la participación del grupo, era otra terapeuta la que registraba de forma escrita dichos relatos, reacciones físicas y emocionales y, expresión corporal. En cambio, en las sesiones individuales las observaciones eran menos precisas, ya que, para reforzar la comunicación entre paciente y terapeuta era preciso hacer las anotaciones de observación al finalizar la sesión.

Al tratarse de un grupo de 31 personas, entre ellas 6 terapeutas, muchas veces se generaban grupos de discusión iniciadas por el relato de uno de los participantes, y se requería el manejo de técnicas de dinámica y dirección de grupos, especialmente para guiar los turnos de palabra, impedir las interrupciones y promover la discusión hacia unos objetivos de beneficio grupal. En esos momentos ninguna de las terapeutas expresaba su opinión en las discusiones, aunque en algunos momentos se introducía la participación activa como estímulo de la discusión y obtener información cualitativa sobre el objeto de la nuestra investigación.


TRATAMIENTO DE LOS DATOS

Datos recogidos con las entrevistas y la observación:
En las entrevistas individuales participaban únicamente el entrevistado y una terapeuta. En ellas se interactuaba cara a cara. En la primera sesión se hizo una presentación de los objetivos del estudio y de las personas colaboradoras en la investigación, así como la petición de autorización para la utilización de datos con fines de investigación, terapéutico y análisis.

En cada sesión individual se tenía preparadas las preguntas-guías que se plasmaban en los cuestionarios, escalas y test. Cada uno de ellos se aplicaba siguiendo cuidadosamente todas las pautas de aplicación y correcta administración. La terapeuta no intervenía tras las preguntas, ni aprotaba ideas ni juicios de valor, pero en caso de que no se abordara los temas que se deseaban tocar la terapeuta iba introduciendo ciertas preguntas a medida que fuera viendo conveniente.

Una vez que se determinó la finalidad, la estructuración, el contenido de los cuestionarios, y la forma de realizar las entrevistas, se tuvo en cuenta la preparación de la investigadora y la colaboración del resto de colaboradoras.

Se hizo especial incapié en conocer bien los objetivos en cada sesión, se tuvo en cuenta el ambiente que rodeaba a los sujetos entrevistados, con el fin de que su presentación: vestuario, presencia física, etc. no se convirtieran en variables extrañas que desvirtuaran, y en algunos casos anulasen, los resultados de las entrevistas.

El acceso a los entrevistados se facilitó debido a la condena que debían cumplir, por tanto la asistencia era obligatoria. Esto añadía ciertas dificultades para obtener datos  fiables en las sesiones individuales, sobre todo en las primeras sesiones donde la resistencia al tratamiento era mayor. Para ello, a medida, que se iba ganando confianza terapéutica, a partir de la tercera-cuarta entrevista , se volvían a las preguntas de las primeras sesiones pero formuladas de distinta manera. De esta forma podía comprobarse si había coherencia entre los datotenidos en un momento y otro, a su vez, aumentaba la fiabilidad de los datos obtenidos en los cuestionarios.

Las preguntas de los cuestionarios eran principalmente semi-estructuradas y/o libres. La formación y experiencia de las terapeutas y la investigadora hizo lograr una mayor profundización en las respuestas de los sujetos. Se tuvo en cuenta algunas consideraciones en las entrevistas individuales a la hora de formular las preguntas:

-Se trato de promove un tono de diálogo distendido que no tuviera apariencia de interrogatorio.
-Nunca se cambió bruscamente de tema, sino que se utilizaba la última frase del sujeto como transición de un tema a otro, o para profundizar en alguno de ellos.
-Se mostró interés por las respuestas del entrevistado con frases que no expresaran ni aprobación no censura.
-Se cuidó que las preguntas no contuvieran contradicciones, ni premisasque determinaran respuestas obligadas.

A medida que se realizaban los test, escalas y cuetionarios, se mencionaban aspectos que guardaban relación con los rasgos de personalidad narcisista, y en esos momentos la investigadora profundizaba en las respuestas, y para ello se seguían ciertas estrategias:

-Verbales: Se pedía al entrevistado de forma sencill y cortés que profundizara más en sus arguemtnos con frases del tipo “¿podría decirme algo más acerca de la pregunta?”, “me interesa lo que dice sobre...continúe por favor”. Otra estrategia verbal era repetir las últimas palabras de su frase y hacer una síntesis de su respuesta, lo que provocaba, en la mayoría de los casos, la necesidad de extenderse o matizar las respuestas.

A veces se seguía esta estrategia pero cambiando conscientemente el sentido de los que decía el entrevistado, lo que provocaba que para justificar su respuesta y aclarar la duda, añadiera nuevos elementos y especificara lo que había dicho anteriormente.
Por otro lado, la forma más sencilla para profundizar era la utilización de formas interrogativas: Cómo, Por qué, Cuándo...

-No verbales: Se tuvo especialmente en cuanta para el cambio de turno al contestar y preguntar, a través, del contacto visual. De esta forma cuando la investigadora buscaba la opinión del entrevistado fijaba en él su mirada. También se utilizaba el silencio acompañado de un contacto visual para favorecer que el entrevistado continuara su discurso.

En las entrevistas se cuidaba de crear un clima de confianza y cooperación que asegurara unas condiciones aceptables de validez. Se aseguraba una mínima comodidad durante el tiempo de la entrevista, procurando evitar la influencia de terceras personas, la intimidad del espacio, la luz adecuada para llevar a cabo ciertas pruebas, etc.

Además de todo esto se trató de controlar al máximo la influencia mutua que se da en la interacción entre el entrevistado y la entrevistadora. Entre estas influencias observamos que existían ciertas influencias por parte de la investigadora, como el condicionamiento verbal y no verbal. Expresiones del tipo “ajá”, “mmm”, “bien”, etc.y no verbales como movimientos afirmativos de cabeza, gestos desaprobatorios, etc., en ocasiones, influenciaba de forma decisiva. El hecho de que la investigadora fuera mujer hacía que hubiera mayores resistencias al contestar preguntas relacionadas con la sexualidad o el género, algo que ocurría en menor medida cuando el terapeuta era varón.

Se hace consciente en este estudio, que las influencias derivadas de la interección dada en la entrevista no puede eliminarse, resulta imposible controlar absolutamente toda la comunicación verbal y no verbal.

Sin embargo, se pudo extraer varias conclusiones, una de ellas las veces que percibimos una clara contradicción entre los que el sujeto estaba diciendo, (por ejemplo, “estoy tranquilo”), y lo que observábamos (sudoración de manos, tartamudeo, etc.). Es aquí donde más importante se hacía la observación, ya que, se tomo como un indicador muy importante la expresión no verbal, por ser menos elaborada y menos controlable. Aunque no se anuló la respuesta verbal del sujeto, sí se tomó como poco fiable.

En cualquier caso, hubiese o no contradicción entre el lenguaje verbal y no verbal, siempre se tuvo en cuenta que los datos obtenidos por medio de entrevistas se interpretaron de forma menos rígida y dogmática posible.

Datos recogidos con tests y escalas:
Todos los tests y escalas utilizadas para toda la muestra fueron aplicadas en el mismo orden y siguiendo cuidadosamente todas las pautas de aplicación y correcta administración.

La mayoría de las pruebas aplicadas fueron de tipo proyectivo, y debido a la naturaleza de las mismas, se analizaron y corrigieron de una forma narrativa y descriptiva sin necesidad de cuantificar los datos, además se interpretaron teniendo en cuenta el discurso narrativo y descriptivo del entrevistado.

Para la corrección de los test y escalas aplicados al grupo, se hizo previamente una formación exhaustiva en test proyectivos, conociendo a fondo su aplicación e interpretación. El tratamiento y corrección posterior de los resultados fue guiada por las instrucciones de corrección específicas de cada escala y test.

En ningún caso, ninguno de estos test se consideró prueba definitiva para emitir ningún tipo de diagnóstico ni decisión concluyente para establecer un determinado tipo de personalidad.

Las escalas y test, junto a las observaciones, entrevistas y registros, se consideraron indicadores para comprobar la aparición de los rasgos narcisistas explicados anteriormente. En ningún caso, el tratamiento de los datos fue el diagnóstico o la consideración definitiva de si existe o no este tipo de personalidad narcisista en estos hombres.

La función de la recogida de datos y su posterior tratamiento fue permitirnos describir los rasgos de personalidad que más se acercaban al perfil narcisista. Los resultados de las escalas y tests fue complementario a los datos recogidos por las entrevistas y las observación. En algunos casos, al contrastar los resultados obtenidos a través de los tests, de lo observado y lo entrevistado había datos que guardaban coherencia entre sí y otros no.

Todas las sesiones se llevaron a cabo de una forma horizontal, tratando de igualar las condiciones para favorecer un clima de cercanía. En muchas ocasiones las terapeutas nos sentábamos entre los integrantes del grupo dando una integración plena y horizontal para facilitar la relación, invitar a la participación y generar un espacio cálido y agradable.

Cada terapeuta tenía un cuaderno y un bolígrafo donde se apuntaron todos los acontecimientos que resultaban de especial interés, curiosidad o importancia para abordar en terapia. Todo ese registro nos facilitó hacer un seguimiento de la evolución de los hombres asistentes al grupo terapéutico.

Tras las sesiones grupales el equipo terapéutico nos reuníamos para comentar el resultado y el proceso de la sesión, así como cosas a mejorar y abordar en próximas sesiones. En ese momento también se aprovechaba para intercambiar percepciones, registros y observaciones que habían sido de especial interés. De esta manera, teniendo en cuenta las distintas perspectivas se pudo controlar la posible subjetividad en las interpretaciones y ceñirnos a la realidad lo más objetivamente posible. En todo momento se tuvo en cuenta como base la psicología clínica, evitando todo lo posible las deducciones propias.

Todo esa información quedó plasmada en un diario de las sesiones donde se especificaban también las posibles incidencias, las faltas de asistencia, la puntualidad, el transcurso de la sesión y la palabra final que todos los participantes del grupo tenían oportunidad de decir al finalizar la sesión. Esta palabra final trataba de resumir brevemente lo que les había parecido la sesión, se trataba de animar a la crítica constructiva y mejoras futuras.

Después de las sesiones grupales, se comentaban los registros y se debatía sobre aquellas reacciones, conductas y relatos que se habían registrado y en los que existían discrepancias en las distintas interpretaciones entre las terapeutas. De esta forma, al contar con distintos puntos de vista e interpretaciones se favorecía la eficacia y validez de la observación, disminuyendo la subjetividad de la investigadora.

Además, todos los registros fueron interpretados teniendo como referencia la lectura previa de las investigaciones realizadas en la línea de nuestro trabajo y, la operativización de los conceptos.



Principales Resultados

El grupo terapéutico se inició en el mes de octubre de 2013 con un número de 25 hombres. Todos ello estaban condenados por violencia de género y a los que se les había aplicado la suspensión de condena. Consistió en un grupo con edades comprendidas entre los 30 y 60 años. Ninguno de ellos tenía dificultades en la lectura y escritura del castellano. La mayoría era de origen español, pero también había algunas personas de origen latino americano y, africano en menor medida. Solo uno de los asistentes acudía de forma voluntaria, y sólo uno de ellos estaba en esos momentos ingresado en prisión.

La terapia comenzó con un rechazo general por parte de todos los penados asistentes. Todos ellos, mantenían la idea y resistencia inicial esperable de negación a la participación e identificación con el grupo. Ninguno de los asistentes consideró ser responsable de los actos que les llevó allí.

Todos veían injusta las medidas legales que se habían tomado contra ellos. Algunos admitían el error cometido pero se justificaban de diversas maneras, muchos de ellos minimizaban la gravedad de los motivos que por los que habían sido condenados. Otros consideraban que lo sucedido no fue propio de su persona sino a las consecuencias del alcohol y otras drogas.

Ninguno admitía considerarse machista o tener ideas negativas contra la mujer. En cambio, a lo largo de las sesiones admitían con mayor frecuencia y de forma general que fueron sus parejas las que provocaron la situación de violencia, por tanto, ellos se sentían atacados hasta tal punto que se vieron empujados agredir.

Muchos de ellos seguían aún conviviendo con la pareja que les había denunciado. Otros tenían encuentros esporádicos. Algunos se quejaban de que actualmente la pareja que les había denunciado no paraba de “perseguirlos”, “controlarles” y llamarles de forma compulsiva al móvil. Al reflexionar sobre los motivos por los que a veces una persona puede continuar en una relación dañina y tóxica, muchos lo asociaban a la idea del amor y sus mitos, cobre todo el relacionado con el la media naranja, la fidelidad y el “quien bien te quiere te hará sufrir”.

Al hacerles pensar sobre los motivos por los que seguían en una relación cuya pareja les había denunciado, en general lo consideraban “una equivocación” por parte de la mujer, de la que cuando quiso rectificar y retirar la denuncia “no pudo hacer nacer nada”, ya que, la denuncia sigue adelante pese a que la mujer se retracte o quiera retirarla.

Ellos no asociaban ni consideraban los motivos por los que la ley impide que una mujer retire una denuncia por violencia de género. No valoraban la posibilidad de dependencia que ambos pueden padecer en una relación de violencia. Además de otro tipo de posibilidades y dependencias que padece la mujer  maltratada que explican los motivos por los que sigue unida a su agresor.

Esto nos hizo ver con claridad la dificultad para poner límites, valorar sus situación sin intentar modificar la conductas de sus parejas y decidir romper una relación tóxica para ambas partes. Al explicar este concepto muchos identificaban a sus parejas como la parte tóxica de la relación. Con cada concepto señalado, ellos solían identificar a sus parejas y se mostraban distantes a identificarse ellos mismos.

Esto eran claros signos de ausencia plena, e incluso desconocimiento, de la empatía. Rasgo destacado en la personalidad narcisista. Ante ciertas dinámicas dirigidas al trabajo y entrenamiento de la empatía, todo el grupo mostró una gran incapacidad para reconocer y experimentar lo que otras personas sentían. Muchos lo consideraban “muy difícil” y algo que nunca se habían cuestionado, otros lo sintieron como algo “absurdo” ya que no les parecía práctico ponerse en el lugar de otra persona con la que no tenían cierto vínculo. De forma general confundían la empatía con “el sentir lástima” por otras personas.

Lo más alarmante fue la gran dificultad con la que se encontraban para identificar emociones y captarlas como características que podían sentir sus parejas. Más de la mitad del grupo no consideraba que una mujer no debía quejarse al dedicarse plenamente en casa y dedicarse al cuidado del hogar. Muchos de ellos afirmaban “ya me gustaría a mi estar como ella”. Sin embargo, cuando se puso en situación de cambio de roles todos ellos consideraban a un hombre poco viril si se dedicaba a las tareas domésticas y era la mujer quien traía el dinero a casa. No identificaban el poder que conlleva el dinero y tampoco la necesidad que las mujeres podían tener sobre ello.

En general, con respecto a la empatía, todos mostraban incapacidad para reconocer y experimentar lo que otros sentían. Muchos de ellos mostraban gestos de rechazo o indiferencia, otros preferían apartar la atención y no reflexionar sobre el tema. Éstos últimos mostraban cierta pena o compasión, temían ponerse en el lugar de la otra persona y especialmente de sus parejas.

La dificultad que éstos últimos tenían para asumir la responsabilidad de los hechos pudo observarse en sesiones individuales que estaba relacionada con el daño que a su autoestima les provocaba empatizar con una emoción negativa que ellos mismos habían provocado a sus parejas, tales como; la humillación, la tristeza, la ansiedad, la ira...

En ambos casos la falta de empatía pudo observarse que tendía a provocarse debido a localizar el locus de control de sus actos fuera de ellos. Perdiendo el control de sus vidas sin que ellos fueran conscientes de ello. En muchos casos preferían situar el control de la situación fuera, teniendo la sensación que ellos nada podían hacer por controlar la situación y de ahí la dificultad para marcar límites.

Al poner el control fuera sin ser conscientes de ello, muchos interpretaban que dependiendo de la mujer con la que estuvieran desencadenaría o no en maltrato, sin que ellos pudieran hacer nada por evitarlo, ya que, ella era provocadora de la situación. De ahí se alimentaban la idea general sobre la “maldad de las mujeres”, “todas las mujeres son malas”.

Un ejemplo claro de la relación existente entre la falta de empatía y el locus de control externo fue la frecuente queja de “no entender por qué sus parejas se enfadaban o actuaban como actuaban”. Esto puede indicar que además de no conectar con las emociones de la otra persona, achacaban toda la responsabilidad de la situación fuera de ellos mismos sin valorar la opción de responsabilizarse en cierta medida. Esto les podía impedir comprender que en una relación las responsabilidades deben ser compartidas equitativamente y que un conflicto es causado por ambas partes.

Por las evaluaciones, actitudes, ideas y comportamientos valoradas en este estudio, se pudo observar que la tendencia de algunos hombres del grupo era no conectar de forma consciente con las emociones de la otra persona y no por dificultad o incapacidad. Algunos tenían capacidad suficiente de empatía pero tendían a no hacerlo cuando se trataba de sus parejas, o de sentimientos de malestar derivados del rol que desempeñan las mujeres.

Estos mismos utilizaron diversas formas de justificación para no legitimar las reacciones y emociones negativas de sus parejas ante un conflicto. En muchos casos concluían con la idea de “es su problema”, “no está bien de la cabeza”, “no es normal que se ponga así”. En ningún momento sintieron parte de responsabilidad en el conflicto o en la reacción de sus parejas. En cambio, si consideraban esa misma reacción como una forma de provocación hacia ellos “lo hizo por fastidiar”, “ellas saben como sacar a uno de quicio”.

Esta falta de empatía, llevaba en mucho casos a no identificar la responsabilidad del daño causado en la pareja y a justificarse una y otra vez de las reacciones agresivas hacia sus parejas. Este rasgo, muy propio del narcisismo, llevaba a otra característica particular; la percepción egocéntrica de la realidad. Esta imagen distorsionada de uno mismo les hacía resaltar aquella realidad que reforzaba su propia grandiosidad.

Muchos de los señores que formaban el grupo explicaban situaciones de pareja en las que ellas les decían “lo mucho que les querían” y “lo equivocadas que estuvieron por denunciarles” y el arrepentimiento que sentían por hacerlo.

Uno de los miembro con los que se trabajó en profundidad en sesiones individuales, argumentaba que “no discutimos porque ella sabe que yo tengo razón”, “a veces se enfada pero eso es porque viene cansada y no se lo tengo en cuenta”. En el momento en que su 2importancia o perfección” se veía cuestionada o confrontada por su pareja, éste lo negaba. Si con la negación de esa realidad, ella no se retractaba o cedía él decía explicarle con tranquilidad los motivos por los que pensaba que ella se esta equivocando.

Esto era una forma de negar esa realidad “imperfecta” de su persona. A medida que explicaba esta serie de situaciones, diversas señales fisiológicas y conductuales se dejaban ver; tos nerviosa, agitación, aumento del tono de voz, interrumpir al terapeuta, rojez de cara y cuello, además de un discurso acelerado, alterado y contradictorio. Este comportamiento parecía incoherente con las actitudes de tranquilidad que según él mantenía en todo momento en los conflictos de pareja.

La percepción egocéntrica de la realidad, es un rasgo típico de la personalidad narcisista, y en el momento en que se confrontaba terapéuticamente de una forma coherente y real, muchos se agitaban, rechazaban dicha confrontación y muy pocos admitían esa realidad. Este rechazo se hacía más explicito cuando se trató de forma grupal, la violencia física y psicológica.

Al principio, todo el grupo consideraba que los motivos que les haba llevado allí no eran tan graves como para haber sido condenados. Negaban la realidad de lo que se consideraba violencia física y les parecía exagerado considerar ciertos comportamientos como violentos; “la agarré así nada más, pero ella es de moratón fácil”, “algunas se lesionan van al médico y dicen que las ha agredido su marido”. Constantemente negaban una realidad que pudiera cuestionar su “perfección” o que pudiera etiquetarles como “violentos”.

Todo estas reacciones son consideradas en psicología como resistencias de la persona a asumir sus propias dificultades. En muchos casos analizados en el grupo, esas resistencias parecían ir muy ligadas con la autoestima. Una forma de hacer visible la autoestima es la forma de reaccionar ante una realidad que choca con sus ideas preconcebidas. Si esta reacción es el rechazo, y se manifiesta a través de distintas formas como; la negación, la justificación, el sentirse ofendido o la rabia.

Según este rechazo podemos hacernos una idea de dónde puede estar situada la autoestima. Esa reacción de rechazo, puede indicar que bajo un “caparazón” psíquico fuertemente construido se alberga una gran sensibilidad y temor a ser herido, a que su autoestima pueda verse atacada y a que sus creencias y valores se desequilibren, quizá por no estar debidamente asentados.

Esta hipersensibilidad a la evaluación de los demás  va muy asociada a los niveles de autoestima y resulta ser otra característica propia de la personalidad narcisista. Cuando en el grupo se trabajó los roles de género, la socialización, la igualdad y la ley de violencia de género, muchas reacciones parecían mostrar un alto rechazo, comentarios de desacuerdo, menosprecio, inutilidad, negación a querer admitir que exista una influencia social en la construcción del género, e incluso se podían interpretar ciertas reacciones como propias de la rabia.

En algunos señores estos rechazos no se expresaban en las sesiones grupales, permanecían en silencio y consideraban “curioso” y “complejo” el tema tratado. Sin embargo, al acudir a las sesiones individuales mostraban con mayor facilidad sus opiniones al respecto; “no se que tiene que ver que juegues con muñecos con lo que nos ha traído aquí”.

Esto se podía interpretar de muchas maneras, pero según los rasgos de la personalidad narcisista, podemos asociarlo al maquiavelismo. Es decir, el descubrir que niños y niñas se crían y educan en distintos roles, socializados de distinta manera, hace perder el control que siempre hemos pensado tener en nuestras formas de ser y actuar “yo soy así, nacemos así y no podemos cambiarlo”. 

Este descubrimiento puede conllevar temor, ya que, devuelve la responsabilidad de los actos, no es algo innato y estable en el tiempo, Implica pararnos a pensar y responsabilizarnos de los actos teniendo en cuenta que hemos sido criados de distinta manera.
Recordemos que en la mayoría de los casos en este grupo, el rechazo a la responsabilidad de los propios actos violentos, y situar el locus de control en el exterior cuando se trata de justificar dichos actos, era predominante en el grupo, y especialmente en aquellos señores que tendían a manifestar mayores rasgos narcisistas.

Si admitimos que existe una sociedad que nos hace interiorizar ciertos comportamientos y los asumimos como propios, puede hacernos sentir de muchas maneras, una de ellas sería; sentir que el control de nuestros está exento de uno mismo, es producto de la construcción social y, otra forma sería: frustrarnos al aceptar que no podemos manipular la realidad a nuestro antojo. Esta segunda manera puede ir más asociada a la personalidad narcisista, concretamente con el maquivelismo.

La tendencia a ver a los demás como extensiones de uno mismo a los que podemos manipular y utilizar en beneficio propio se define como maquiavelismo, según la literatura consultada. Los señores que mayores rasgos narcisistas parecían manifestar razonaban considerando que “hombres y mujeres nunca podrán ser iguales” debido fundamentalmente a las diferencias biológicas. Consideraron en mayor medida que hombres y mujeres nacemos diferentes y por tanto hay trabajos y labores asignados y ajustados a esas diferencias.

Resultaba difícil hacer entender las diferencias entre sexo y género, y más difícil aún implementarles la idea de igualdad de género, la cual, era considerada como algo “imposible”.

En cuanto a los sentimientos de omnipotencia, omnisciencia y poder especial, encontramos en el grupo la tendencia a manifestar esta imagen distorsionada de uno mismo, propio de la personalidad narcisista. Se pudo observar en la argumentación y narración de algunos señores a la hora de razonar ciertos temas tratados en sesión. En un principio, todos parecían seguros de sus argumentos y sus ideas pero en el momento en que se hizo razonar y se confrontó con datos reales, la mayoría de ellos comenzó a dudar de los que decía, y sobre todo cuando entere ellos comenzaron a opinar de forma contraria.

Ejemplo de ello es uno de los días en que se generó un debate acerca de si el hombre se encintraba desprotegido y tratado injustamente por ley, en cambio, consideraban que la mujer estaba fuertemente sobre protegida y era ella quien hacía un mal uso de esa protección. También consideraban de forma general que el hombre no pudiera denunciar a su mujer por maltratarle. Pese a no conocer ningún caso ellos estaban totalmente seguro de la existencia de dichos casos, en que era el hombre sometido al maltrato de la mujer. Ellos parecían estar tan seguro porque así lo pensaban y además el grupo les apoyaba.

Cuando se les explicó los motivos y el origen del concepto de violencia de género, cuando se les indicó la realidad objetiva y estadística de dicho problema social, cuando se les argumentó la complejidad e imposibilidad de determinar cuando puede considerarse una agresión hacia la mujer más o menos grave y cuando se les indicó la legitimada que la sociedad hace al varón del uso de la violencia y como ellos son víctimas de su propia violencia y que son ellos quienes ridiculizan a un varón por ser agredido por una mujer, reinó en el grupo un silencio breve pero intenso.

Ocurrió entonces varias reacciones; algunos señores del grupo, menos de la mitad, permaneció en silencio, otros dudaban en sus ideas que tan fuertemente habían defendido, otros no se interesaron por escuchar nuestras explicaciones y siguieron aferrados en su idea guardando silencio e insistiendo en ellas cuando se les preguntaba.

Uno de los señores que más rasgos narcisistas parecía manifestar, asentaba con la cabeza, asintiendo gestualmente, ante nuestras explicaciones, además mostraba una leve sonrisa y entornaba los ojos de vez en cuando dejando caer que todo lo que estábamos argumentando él ya parecía saberlo.

Ante el silencio general de los compañeros, él replicó nuestras explicaciones al grupo mientras buscaba nuestras miradas. Él parecía buscar la aprobación de las terapeutas a través de la mirada, ya que, cuando las terapeutas asentían con la cabeza a lo que decía, él elevaba el tono e interrumpía a los compañeros que reaccionaba con una argumentación contraria.

Esta comunicación no verbal sucedía de forma continua ante la nueva explicación que estaba dando y radicalmente opuesta a la idea que en un principio imploraba. La elevación del tono, la rojez de su cara y cuello cuando sus compañeros le discrepaban, las continuas miradas buscando la aprobación de las terapeutas, y las contradicciones que mantenía cuando se le preguntaba en profundidad sobre lo que estaba diciendo, podíamos interpretar que él no estaba muy seguro de lo que decía.

Además, cuando se le hizo preguntas en la línea de lo que estaba argumentando dudaba de ellos y volvía a razonar con los argumentos mantenidos inicialmente, antes de nuestras explicaciones. Eso le hacía emitir distintas contradicciones, lo cual, nos daba a entender que la nueva idea adquirida no estaba bien trabajada, ni interiorizada, más bien podía tratarse de deseabilidad social, o agrado hacia las terapeutas.

La deseabilidad social, el sentimiento de poder especial y la inflación de la autoestima fueron rasgos que parecían manifestarse de forma especial en la mayoría del grupo. Cuando tratamos las emociones negativas como la rabia la envidia, los celos…muchos negaban haber sentido dichas emociones o en el mejor de los casos, consideraban que quizá las habían sentido pero su problema era no poder identificarlas.

Todos parecían mostrar un embellecimiento de su persona, se negaban a admitir momentos en los que podían haberse sentido menos alegres e incluso tristes. En cambio, supimos por informes y por ellos mismos en sesiones individuales, que muchos de ellos tenían antecedentes psiquiátricos relacionados con las drogas, el alcohol, la depresión, la ansiedad y otro tipo de dificultades como los celos, la impulsividad, el control de la ira y otras emociones negativas.

Cuando se hablaba de estos temas en sesión todos parecían no saber de lo que estábamos hablando, y así lo interpretábamos debido a sus gestos de extrañeza, a sus argumentos justificativos en contra de lo que decíamos, y sobre todo el sentimiento de no poder hacer nada para cambiar o afrontar las situaciones de una forma sana y adecuada. En cambio, la mayoría tomaba notas y ponía especial interés cuando se hablaba de estrategias de afrontamiento relacionadas con los pensamientos distorsionados y la gestión de emociones como; el control de la ira, los celos y la rabia.

Los sujetos que parecían mostrar rasgos muy tendientes al narcisismo, optaban por el rechazo a escuchar las explicaciones, el silencio, la defensa continua, irreal e imposible de sus propias ideas, el ataque hacia los que pensaban de forma diferente a ellos y el manifestar abiertamente su opinión acerca de nuestras explicaciones; “lo que hacéis no me vale para nada”, “creo que todo lo que estáis diciendo en estos meses lo podríamos haber dado en dos días”.

En cambio, las reacciones fisiológicas, que no pueden ser controladas de forma consciente, eran contrarias a la aparente tranquilidad que querían demostrar. Algunas de esta reacciones era el enrojecimiento de cara y cuellos, el sudor que a veces se dejaba ver en la frente, el tartamudeo al dirigirse a los terapeutas cuando ellas se dirigían a él especialmente, la tos nerviosa y seca al hablar un tema preciso y concreto, la argumentación acelerada y el atropellamiento de las palabras en un discurso acelerado.

Éstas, entre otras eran señales que podían indicar cierto nerviosismo. A su vez, esto recuerda a otro rasgo propio de la personalidad narcisista; la hipersensibilidad a la evaluación de los demás. Estas reacciones en el grupo se ponían de manifiesto cuando los compañeros se dirigían a ellos contra-argumentando sus opiniones. También cuando las terapeutas se dirigían personalmente a ellos, en estas situaciones hay que añadir la incapacidad de mantener la mirada o mantenerla durante breve tiempo la apartaban a otros sitios o miraban hacia el suelo y guardar posteriormente silencio. Esto podía interpretarse como cierta vergüenza.

Estas reacciones también sucedían cuando a estos señores se le señalaba un comentario de otro miembro del grupo como más ajustado a lo que estábamos tratando en sesión. En estos casos podíamos interpretarlo como cierta preocupación por la comparación con los otros.

Además de las reacciones fisiológicas, gestuales y narrativas, que podíamos observar como muy similares en los sujetos con mayor tendencia a ciertos rasgos narcisistas, fueron el rechazo continuo a hablar de su pasado o a recordar los sucesos más positivos de su infancia. Lo argumentaban afirmando que “no me vale de nada recordar algo que ya no existe”, en uno de los casos, a final de la terapia individual llegó a admitir que no quería “recordar lo bueno” porque “lo echaría de menos”.

Manifestaban muchas resistencias a hablar de su pasado, o hablaban de él como si hubiese sido de lo más normal, sin nada malo a destacar, o, en el caso de los sujetos con rasgos de personalidad narcisista más marcados consideraban que “no habían sido valorados como se merecían”, se posicionaban en el lugar de víctimas y siempre terminaban considerando que eran los que finalmente tenían razón ante los conflictos y eran los demás los que se acababan dando cuenta y pidiéndoles disculpas.  Por otro lado, aquí también encontramos algunas diferencias entre la reacciones de estos sujetos.

Partiendo de la base de que todos y cada uno de los señores que acudía al grupo bajo obligación penal rechazaba acudir a las sesiones individuales, hubo diferencias a la hora de “engancharse” a ellas. Algunos sacaron mayores beneficios al aceptar estos espacios individuales como propios y un espacio donde poder desahogarse y explicarse mejor.

En cambio, los sujetos que más tendencia parecían tener a los rasgos narcisistas, reaccionaron de distinta manera; algunos exigieron ceñirse a las pruebas psicométricas que debían pasar en el menor número de días posibles, otros parecían indiferentes en dichas sesiones pero fueron los que más puntualidad tuvieron, sin faltas de asistencia y con alta participación, aunque con dificultades para hablar de su pasado y para confrontar con ciertas distorsiones cognitivas.

Todas las características que hemos ido describiendo, llevaban como resultado principal la agresividad manifestada de diversas formas a veces más sutil y otras veces más explícitas, no sólo en el discurso narrativo que mostraban al defender sus argumentos , sino también a la hora de afrontar conflictos con amigos, familiares y especialmente con la pareja, motivo por el cual estaban condenados. Los acontecimientos que de forma grupal e individual, estos señores compartían tenían como resultado y consecuencia la agresión, a veces física, psicológica, o emocional hacia las otras personas de las cuales se sentían atacado.
Muchas de estas reacciones agresivas parecían estar asociadas con la frustración que les provocaba, según ello, la dificultad de encontrar otros caminos de afrontación. La frustración parecía radicar en la mala gestión emocional, uno de ellos argumentaba “no se porque me es tan imposible llorar”, no recordaba cuando había sido la última vez que lloró, otros en cambio justificaban su reacción violenta considerando que “ya estaba muy hartos”, que no tenían otra alternativa después de haber intentado otras opciones.

Al final del tratamiento resultó ser de gran interés conocer la emoción de la ira, la lógica de su funcionamiento, la escalada que sigue y su asociación con la tristeza. Eran frecuentes los acontecimientos que contaban de la vida cotidiana y como se habían dado cuenta de cuando comenzaban a sentir la ira, decían haber logrado identificarla y el algunos de los cosas hacían la comparativa de cómo habrían actuado anteriormente y de cómo habían optado a actuar en el presente.

Las personas narcisistas presentan dificultades para manjar la agresión y está asociada clínicamente con la envidia. En el caso de los señores que de forma más marcada indicaban presencia de rasgos que tendían al narcisismo, muchos de sus conflictos con los demás provenían de la familia, y especialmente de sus hermanos. Algunos de ellos hablaban de cómo beneficiaban a a sus hermanos y ellos eran castigados por los mismos actos, esto les hacía sentir injustamente tratados en la infancia, y menos valorados y apoyados que sus hermanos. Así es como ellos decían haberlo vivido.

En relación a la envidia, en ningún caso expresaron literalmente sentir envidia por sus hermanos pero si repetían en varias ocasiones “claro como él era el bueno, nunca se metía en problemas, yo, en cambio, era la oveja negra”.

En la vida adulta, esto se traducía en malas relaciones familiares con los hermanos, en la mayoría de los casos. Esas malas relaciones estaban marcadas por disputas familiares, problemas de comunicación e interpretaciones negativas acerca de las conductas de sus familiares.  Todo ello, hacía que devaluaran a sus hermanos y se sintieran atacados por ellos continuamente, interpretaban muy convencidos los pensamiento de éstos, ya que, “les conozco muy bien”.

Estas malas relaciones aumentaban cuando estos señores necesitaban algo de sus hermanos, en algunos casos ocultaban la situación penal en la que se encontraban; “¿para qué se lo voy a decir?”, y en otros casos en los que la familia era conocedora de su situación y de la asistencia al grupo terapéutico sentían que más les atacaban “y ahora tengo esto…”.

La rabia que transmitían al devaluar a sus hermanos, en alguno de los casos, les hacía más difícil admitir que necesitaban de ellos económicamente y al pedirlo decían odiar sentirse dependientes de ellos, aunque por otro lado justificaban de muchas maneras porque no eran dependientes, como si quisieran convencer de ello al grupo y a las terapeutas.

Casi todos los miembros del grupo se encontraban en situación de desempleo, lo cual, les hacía estar en casa durante más tiempo del habitual, y en los casos que tenían pareja decían hacer todas las cosas de la casa y que era ella quien trabajaba. Esto decían verlo como algo bueno y no estaban en contra, pero al trabajar roles y estereotipos con distintas dinámicas, consideraban que esto no es lo esperable y que “no está bien visto”.

En el caso de los señores con mayor tendencia a manifestar rasgos relacionados con la personalidad narcisista que, se encontraban en situación de desempleo y eran sus parejas las que trabajaban, decían que ellos ganaban más cuando trabajaban. Es posible, teniendo en cuenta la relación clínica existente entre narcisismo y envidia, que esto fuera uno de los motivos por los que algunos conflictos con sus parejas terminaban en agresión. Pero esto no es algo que hayamos podido observar en nuestro estudio.

Por último, cabe destacar el estado pesimista y la soledad como rasgos destacados en la personalidad narcisista. De forma general, en el grupo terapéutico reinaban las ideas desoladoras, la impotencia ante la posibilidad de cambiar el rumbo de sus vidas y especialmente con el de sus parejas, el pensamiento distorsionado de la visión catastrófica y un profundo sentimiento de tristeza ante su situación penal actual, eran motivos frecuentes en el discurso de los miembros del grupo.

Estas visiones pesimistas que algunos sujetos con características tendientes al narcisismo tenían más marcadas que otros en sus discursos, trataban de imponerlo a los demás, sintiéndose reforzado y mostrándose más tranquilo cuando controlaban la idea general del grupo. Algunos señores en sesiones individuales comentaba que “yo no pensaba tan mal de la mujer antes de venir aquí”, “todos hablan mal de las mujeres y ya no se que pensar”.

Precisamente esa era otra de las contradicciones que más se fueron observando, por un lado tenían fuertes comentarios de rechazo hacia las mujeres y todo lo que implicaba un empoderamiento para ellas, como la protección de la ley, su incorporación a ciertos trabajos remunerados, en cambio todos daban una importancia especial al valor de la familia y a su creación con una mujer. Podríamos interpretar, debido a su historia de vida, que la mayoría de ellos no habían estado sin pareja por mucho tiempo. La mayor parte de su vida está marcada por la compañía sentimental de una mujer, así como los acontecimientos más relevantes. Desde el punto de vista psicológico podemos determinar cierta dependencia emocional, pero nos faltarían datos para corroborar que así existiera.

Los sujetos que manifestaron mayores signos de rasgos relacionados con la personalidad narcisista se mostraban más vulnerables ante la pérdida del amor y por tanto, mayor nivel de celos, pero menor aceptación del temor a ser abandonados, y la temible relación de dependencia que podría ocasionarles el implicarse emocionalmente demasiado en una relación sentimental. De esta forma se expresaban con pocas reacciones emocionales y les costaba mayor esfuerzo comprender los enfados de sus parejas, así como empalizar con sus estados de ánimo. Algunos de ellos razonaba en tono indiferente: “no existen los amigos”, “no te puedes fiar de nadie”, “tú tienes que ser tu mejor compañero”, “mi mayor apoyo es la Biblia”, “yo no tengo a nadie”.

En cuanto a la adaptación social, podríamos decir que de forma general las personas del grupo que más tendieron a manifestar mayor número de rasgos relacionados con la personalidad narcisista tenían una correcta adaptación social en cuanto a la responsabilidad; escaso número de faltas de asistencia grupales e individuales, asistían en buenas condiciones higiénicas, y plenas condiciones cognitivas.
En cambio, estas mismas personas presentaban baja habilidad social y eran considerados por el grupo como “prepotentes”, “saberlo todo” o “egocéntricos”. Normalmente esto se debió a que con elevada frecuencia hablaban con un lenguaje narcisista centrado en su propia persona y utilizando en la mayor parte del discurso el pronombre personal simple “yo”.

Aprovechaban la historia de cualquier compañero del grupo para incluir la suya propia y darle una mayor dramatización, para ello solían interrumpir al compañero antes de que terminara de hablar y emitían sonidos de silencio para que el resto del grupo les permitiera contar su historia y ser escuchado. Pese a ello, solían levantar la mano para pedir el turno de palabra, aunque en otras ocasiones no lo hacían. A medida que avanzaba el programa, cuando estas personas hablaban el resto del grupo comenzaba a emitir opiniones y críticas del tipo “ya está el que todo lo sabe”, “que nos importa sus historias”, “nos aburre”. Esto nos daba motivos para interpretar que estos señores no presentaban una adecuada escucha activa dirigidas a los compañeros, pero si dirigida a las terapeutas.

En cambio, estas personas parecían ignorar las críticas que el grupo les emitía y solían dar la razón a las terapeutas cuando tratábamos temas que mas confrontaba al grupo. Esto último tiene que ver con lo que definimos como deseabilidad social.  Aunque estas personas parecían manifestar una elevada deseabilidad social, sobre todo en la continua aprobación de los conceptos explicados, no solían comentar dudas ni cuestionamientos. En cambio, eran frecuentes las veces que aprobaban el programa terapéutico y mencionaban los descubrimientos personales que “gracias” al programa habían logrado.

Estos señores también solían admitir aspectos que el resto del grupo no admitía en un primer momento. En cambio, por sus gestos, sus reacciones fisiológicas relacionadas con la ansiedad, sus argumentos contradictorios y el resto de pruebas y escalas aplicadas, no parecían tener muy interiorizados los conceptos que admitían en un primer momento y defendían a favor de las terapeutas. Conceptos de mayor controversia como los relacionados con los celos y la violencia psicológica.

Por último, los señores con mayor presencia de rasgos relacionados con la personalidad narcisista, no manifestaron tener una mejor tolerancia a la frustración y a la espera en comparación con el resto del grupo. En cambio, si presentaban una menor flexibilidad horaria, es decir, emitían reproches ante la cancelación o ante un posible cambio de fecha en las sesiones individuales.

También manifestaron ciertas diferencias en cuanto a la ansiedad por conocer el resultado y rendimiento efectuado en la evaluación individual, así como gran interés en conocer con exactitud la fecha final del programa terapéutico, el tiempo que se tardaría en emitir informe evaluativo a los juzgados, mostraban mayor exigencia en terminar a la hora exacta la sesión grupal, pero no tanta exigencia para comenzar a la hora prevista. Algunas veces incluso ponían las alarmas del teléfono móvil programadas para sonar a la hora exacta, interrumpiendo así a la persona que estuviera hablando, ya fuera compañero o terapeuta, indicando “ya es la hora”.



Conclusiones

Varias son las conclusiones que gracias a esta exhaustiva investigación realizada podemos definir. Por un lado, podemos concluir que muchos de los problemas que pueden encontrarse como obstáculos a la hora de incluir un programa terapéutico con estos hombres, son las continuas y múltiples justificaciones y resistencias a asumir la responsabilidad de sus propios actos. En este sentido, el enfoque con el que se aplica estos programas terapéuticos resulta ser de gran importancia, ya que, en la comunidad terapéutica no hay un acuerdo claro en si debe aplicarse una perspectiva psicoeducativa o psicoterapéutica. La perspectiva tomada resulta ser un obstáculo relacionado con la resistencia a la participación activa e interiorización de conceptos y asunción de la responsabilidad.

Mucho de los participantes tomaban el programa terapéutico como una “clase” formal sobre género, algunos incluso apuntaban notas o tomaban fotos del material proyectado en las presentaciones como si de aprenderse una lección se tratara. El problema que esto implicaba es que no lo tomaban como una reflexión propia y trabajo personal, impidiendo que interiorizaran ciertos aspectos.

Los asistentes buscaban constantemente respuestas como solución “mágica”, sin caer en la cuenta de que era un trabajo personal identificando sus propias dificultades reflexionando en su por qué, causas y orígenes. Ejemplo de ello, fue cuando tratamos la temática de los celos normalizados y patológicos y la forma de afrontarlos. Todos prepararon lápiz y papel para tomar “instrucciones”.

Esta expectativa no se cumplió, ya que, las pautas dadas iban enfocada a conceptos abstractos y psicológicos. Eso hacía que quedaran defraudados o descontentos con las sesiones, y se conseguía menor identificación con los temas tratados y los asuntos personales. Ello se manifestaba en expresiones como “no estoy aprendiendo nada”, “a mi no me pasa nada de los que aquí decís”, “esto lo podríamos haber visto en menos días”.

Por otro lado, todo el material existente va muy enfocado a dejar entre líneas la etiqueta de maltratadores. Esta estigmatización producía un rechazo recalcándose una y otra vez la existencia de mujeres que también maltratan a sus maridos. Se sentían en ocasiones como si no empalizáramos con su dolor o como si no fueran comprendidos . Así lo manifestaban en sus argumentaciones del tipo “no se porque queréis hundirnos más”, “no se porque tengo que ver estas escenas tan desagradables”, “mi problema es otro y no tiene nada que ver con esto”. Desde el punto de vista clínico este tipo de rechazo manifestaba cierto dolor, relacionado con un conflicto interno. De alguna forma este rechazo implicaba que algo se estaba tocando en la psique de la persona que le podía hacer remover sus emociones internas.

Otra forma de rechazo ante los contenidos del programa eran las diferencias raciales y culturales. Muchos eran los casos en los que argumentaban “en mi país las cosas no son así”, “se reirían de nosotros y de vosotras si se enteran que he sido denunciado por esto”, “ya me avisaron que aquí tenía que tener cuidado con la violencia de género”. Muchos creían en sus propias ideas negando la realidad objetiva de las estadísticas; “no creo que esto siga pasando”, sobre todo al tratar el tema de roles y esteriotipos de género; “hoy en día nadie piensa así”.

Es cierto que no se podría englobar o hacer categorías muy generales para encajar cada perfil de personalidad de los participante en el grupo, pues cada uno manifestaba una personalidad muy diferente entre ellos; distintas actitudes, algunos estaban dispuestos a avanzar admitiendo ciertas dificultades y a poner todo de su parte para intentar mejorar y admitir ciertas heridas del pasado derivadas de la infancia, la familia y los apegos. Esta diversidad de personalidad hace difícil poder considerar determinadas categorías donde englobar a las distintas personalidades. Por tanto sería difícil hacer un tratamientos terapéuticos grupal específico.

En cambio, todos compartían ciertos elementos comunes que manifestaban de distintas maneras. Por ejemplo, en los resultados derivados de las escalas y test utilizados en las evaluaciones individuales, se podía observar de forma general ciertas carencias en la autoestima. En cambio, algunos manifestaron esta carencia con timidez, baja participación e introversión y otros la manifestaban defendiéndose constantemente, sintiéndose atacados y justificando continuamente los motivos por los que actuaban de forma agresiva. A veces, utilizaban argumentos contradictorios y sobre todo los participante que tendían a manifestar mayor número de rasgos relacionados con la personalidad narcisista.

Desde mi expectativa otra conclusión relevante es el problema que presenta el tiempo. El tiempo dado para realizar el programa terapéutico es demasiado corto en comparación con todo el programa que pretende trabajarse. El tiempo hacía que muchos debates y desahogos grupales no pudieran darse, ya que, eran muchos temas los que aún faltaban por dar y no se podía profundizar en todos por igual. Esto no nos permitió, en muchas ocasiones, hacer hincapié en algunos temas que el grupo reclamaba.

Además, muchos temas de gran complejidad como la sexualidad o las emociones tuvieron que verse de forma rápida y no se pudo profundizar en ciertos aspectos. Por tanto, sería interesante tener en cuenta, para futuras aplicaciones, que el tiempo de duración de un grupo terapéutico con estas características debe variar en función del ritmo y las demandas del grupo. Resulta contraproducente tener un plazo fijado de forma inflexible y no disponer de una duración relativa, la cual, debería variar en función del ritmo del grupo. Quedaría así un ajuste a la inversa, es decir, el ritmo del programa no debe ajustarse al tiempo de suspensión de condena, sino la suspensión de condena al ritmo y avance del programa.

Un obstáculo fundamental que encontramos en el ajuste del tiempo es precisamente la propia actividad terapéutica. Todas las terapeutas que llevábamos el programa estábamos de acuerdo en que al ir finalizando el programa notábamos una mayor cohesión grupal, mayor sinceridad y profundidad en las historias narradas por los participantes. Notábamos que comenzaban dejar ver sus “heridas” y las resistencias comenzaban a disminuir. Desde el punto de visto terapéutico el programa terminó en el mejor momento para comenzar a trabajar psicológicamente con ellos. Debido al tiempo que se concede legalmente a la suspensión de condena sólo nos permitió hacerles identificar sus propios conflictos psíquicos pero sin cierre terapéutico. Por tanto, la sensación de muchos participante fue “ya se lo que me pasa y ahora que hago”.

Con todo esto podemos dejar abierta nuevas líneas de investigación futura donde deben tenerse muy en cuenta estar variables con las que hemos concluido. Haciendo especial alusión a la importancia de tomar una decisión en cuanto al enfoque que se quiera emplear; psicopedagógico o psicoterapéutico. Dar mayor importancia e hincapié a la implementación de las sesiones individuales y no dejarlas resumidas en una mera evaluación individual cuyo objetivo es la obtención de los resultados para la elaboración de un informe de evaluación judicial.

También resulta imprescindible elaborar material específico enfocado a hombres que ejercen violencia contra la mujer, reducir al máximo el estigma que produce la etiqueta de “maltratador”, y sustituirla por “víctimas de su propia violencia”. Esto puede contribuir a reducir las resistencias y propiciar la colaboración de los participantes. Por último, y muy importante, se debe reclamar una inversión en el tiempo; ajustar la duración de la suspensión de condena a las demandas del programa y al ritmo que el grupo vaya adquiriendo. Esta debe ser la prioridad si queremos eficacia y reducir al máximo la reincidencia de los participantes; ajustar el tiempo de suspensión de condena al programa y no el programa a la suspensión de de condena.

En cuanto a los resultados obtenidos con respecto a nuestra hipótesis inicial: ” es muy frecuente encontrar un patrón de personalidad narcisista en aquellos varones que han ejercido violencia contra sus parejas, y que además han sido condenados, judicialmente, por delito de violencia de género”, no se cumple como era de esperar. Es difícil llegar a una decisión concisa, pues es cierto que todos los hombres que fueron tratados en el grupo terapéutico manifestaron diversos rasgos narcisistas que variaron en frecuencia, intensidad y número. Y sólo algunos de ellos, menos de la mitad del grupo, exteriorizaron mayor número de rasgos relacionados con la personalidad narcisista, con mayor intensidad y frecuencia.

Por todo ello, podríamos decir que nuestra hipótesis no se cumple de forma general pero si en un cierto porcentaje, es decir, todos los varones que fueron tratados en este grupo terapéutico manifestaron rasgos relacionados con la personalidad narcisistas pero sólo en tres de ellos fueron palpables con mayor frecuencia, intensidad y número en sus discursos narrativos, en las escalas y test aplicados, en sus razonamientos, actitudes observadas…

Con respecto a la segunda hipótesis planteada:  “los varones agresores de sus parejas que tiendan a una mayor adaptación social, manifestarán más rasgos de personalidad narcisistas que aquellos varones agresores de sus parejas que tiendan a una menor adaptación social”. Teniendo en cuenta los aspectos operativos que utilizamos para observar la “adaptación social” en nuestro estudio, podemos concluir, al igual que en la hipótesis anterior, que no se cumple de forma general para todos los miembros del grupo terapéutico.

De hecho, ocurría lo contrario; muchos de los sujetos que mayor número de rasgos de personalidad narcisista tendían a manifestar, eran los que menos adaptación social presentaban, destacando en unos aspectos y no en otros.

Así, encontramos que algunos de los sujetos que presentaban un mayor número de rasgos narcisistas manifestaban a su vez, mayor habilidad social y menor responsabilidad. Otros, destacaron en responsabilidad, deseabilidad social y menos en habilidad social. Por tanto, podría decirse que dentro de las personalidades narcisistas hay diferencias en cuanto a la adaptación social. No todos se relacionan de la misma manera, algunos mantienen buenas habilidades sociales sólo con las personas que consideran de mayor autoridad, y otros las mantienen tanto con las personas que consideran de mayor autoridad como con sus iguales.

Por otro lado, los sujetos con mayor adaptación social no destacaron por manifestar mayor número de rasgos relacionados con la personalidad narcisista. Y no todos los varones que menor adaptación social manifestaban destacaban por presentar menores rasgos relacionados con la personalidad narcisista. Teniendo en cuenta estos resultados podemos concluir y dejar otra línea de investigación futura; profundizar en la posible relación que puede existir entre la adaptación social y la personalidad narcisista.

Si bien tomamos de referencia la literatura consultada, asumiremos que la sociedad actual promueve la personalidad narcisista y, en la violencia de género existe la presencia de esta personalidad. Si esto se asume, resulta muy importante estudiar en que medida se relaciona la influencia de la sociedad y la creación de personas narcisistas, ya que, al profundizar en este estudio podremos prevenir la formación de futuros agresores desde un punto de vista social y psicológico sintetizado.

Se facilitaría hacer visible aquello que no llega a ser percibido pero que influye enormemente. Es decir, percibir como la sociedad nos hace cada vez menos tolerante a la ansiedad ante la frustración y la separación, como nos individualiza y promueve a la rivalidad constante y a la superioridad, como nos merma la capacidad de reflexión e ideas propias y como destruye la conciencia social, tolerancia y confianza por los demás.





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