“Te
odio porque me amo”
Estudio
cualitativo sobre la posible existencia de rasgos de personalidad narcisista en
hombres que ejercen violencia contra su pareja.
Universidad
Complutense de Madrid
Facultad de
Sociología
Máster de Igualdad y
Violencia de Género en las Ciencias Sociales
Resumen
El
presente estudio tiene como objetivo acercarse a una realidad en pleno
desarrollo que poco a poco está siendo cada vez más investigada; los rasgos
psicológicos y las características de
personalidad que pueden identificarse en
hombre agresores de sus parejas que han sido condenados por violencia de
género. Este campo de estudio resulta ser de gran amplitud y complejidad que no
podría abarcarse en este estudio. Por este motivo nos centraremos en el análisis de un conjunto de rasgos que
conforman uno de los componentes de la
personalidad: el narcisismo. Se analizarán y definirán los rasgos de
personalidad narcisista y, se observará su posible tendencia en la personalidad
de estos hombres que se encuentran en suspensión de condena realizando un
programa terapéutico. Esta observación se realizará de diversas formas y a
través de distintos registros, escalas y test. Este estudio utilizará la
metodología cualitativa; el discurso narrativo y la entrevista serán las
herramientas fundamentales de recogida de datos. A su vez, también se tendrá
muy presente la variable social, concretamente, la posible relación existente
entre la adaptación social y la tendencia a manifestar un mayor o menor
narcisismo.
Summary
This
study aims at approaching full development a reality that is gradually becoming
more and more investigated, the psychological traits and personality
characteristics that can be identified in perpetrators man their partners who
have been convicted of domestic violence. This field of study is of great
breadth and complexity that could be covered in this study. For this reason we
will focus on the analysis of a set of traits that make up a component of
personality: narcissism. We will analyze and define the narcissistic personality
traits, observe possible trends in the personality of these men who are in
suspended sentences carrying a therapeutic program. This observation will be
performed in various ways and through various registers, scales and test. This
study used qualitative methodology, the narrative and the interview will be the
fundamental tools of data collection. In turn, also have in mind the social
variable, namely, the possible relationship between social adaptation and the
tendency to express more or less narcissism.
Introducción: Presentación del tema
El
presente trabajo pretende profundizar en una problemática que aún se encuentra
poco investigado y que los estudios realizados no tienen una conclusión
claramente definida. El objetivo principal es analizar la presencia de rasgos
de personalidad narcisista en hombres penados por violencia de género que se
encuentran en suspensión de condena acudiendo, obligatoriamente, a un
tratamiento psicosocial reeducativo. El tratamiento consta de una sesión grupal
y otra individual semanalmente. El tema de este trabajo se centrará
especialmente en examinar los rasgos de personalidad narcisista, pero se
tendrán en cuenta otras características psicológicas y sociales así como el
origen familiar, las relaciones familiares, interpersonales y la autoestima.
También se hará mención a la influencia de la socialización procedente del
sistema industrializado en el que nos encontramos y que, según algunos autores,
promueve y acentúa el aumento de la personalidad narcisista.
Justificación
de la relevancia del tema elegido
La
violencia de género es un problema social que se ha ido visibilizando poco a
poco en nuestra sociedad y pese hacer intentos en su definición no termina de
englobar todo lo que supone la desigualdad de género y la violencia como
consecuencia extrema de esta desigualdad. El aumento del conocimiento en este
fenómeno, no sólo desde una perspectiva social sino también psicológica, hace
que pueda darse un enfoque terapéutico y causal tanto al hombre agresor como a
la mujer víctima.
Trabajar
con los hombres agresores condenados por violencia de género conlleva un gran
paso hacia la erradicación y prevención de la violencia de género, evitando la
reincidencia y que otras mujeres puedan ser víctimas de estas personas. Desde
el punto de vista de la igualdad podemos decir que trabajar con ambos géneros
implica un camino más rápido hacia la igualdad, dejando de cargar a la mujer
con el peso de ser víctima y la que debe prevenirse sin que el hombre trate sus
dificultades. Una buena justificación de este estudio es implementar la
necesidad de trabajar con la parte masculina para favorecer la igualdad y
prevenir la violencia de género. Se debe crear conciencia en este aspecto para
no volcar toda la carga en la mujer
generar una medida eficaz para la protección de la misma.
Tener
en cuenta las variables psicológicas que predisponen a la violencia de género
da lugar a que la ley orgánica de 2004 considere nuevas medidas para los
hombres penados por este tipo de violencia. De esta forma los hombres
condenados a menos de dos años de prisión y sin tener antecedentes penales,
podrán acudir a un programa terapéutico reeducativo cuya duración está fijada
en 9 meses, aunque puede variar.
Lo
idóneo en este proceso terapéutico sería poder diseñar una intervención grupal
centralizada en las particularidades y perfiles psicológicos de los hombres
penados. Eso aumentará las probabilidades de abordar los principales problemas
que subyacen a la violencia y alcanzar resultados más positivos. Sin embargo,
en muchos estudios se encuentran diferentes resultados que no aclaran cuales
son estos factores y aún se necesitan investigaciones que analicen y
diferencien específicamente los efectos de los factores disposicionales y de
personalidad que contribuyen a que ciertos hombres tengan una mayor
probabilidad de ejercer maltrato. (Lila et.al., 2010 y Lila, Lorenzo &
García, 2010).
Desde
la psicología se ha hablado de distintos perfiles psicopatológicos de estos
hombres, y los principales resultados indican que los agresores suelen
presentar con frecuencia alteraciones psicológicas como; la falta de control
sobre la ira, dificultades en la expresión de emociones, distorsiones
cognitivas, déficit de habilidades de comunicación y de solución de problemas y
baja autoestima. (Holtzworth-Munroe y Stuart, 1994, y Fernández-Montalvo y
Echeburúa 1997). En menor medida también se habla de cuadros clínicos como
alcoholismo, la celotipia o celos delirantes.
Resulta
imprescindible investigar dichos factores disposicionales así como la
influencia de estos rasgos de personalidad para hacer que el programa
terapéutico pueda ser efectivo y ajustado a cada caso (Echeburúa, Amor y
Corral, 2009).
Si
analizamos las tipologías de los agresores dando énfasis en los rasgos de personalidad
y las características psicopatológicas se hará una gran contribución para
mejorar la comprensión de la violencia en la pareja. Por otro lado se ayudará a
identificar diferentes mecanismos etiológicos de este tipo de violencia, es
decir, conocer cómo y por qué los hombres utilizan la violencia contra la
mujer.
El
hecho de elegir centrar el presente estudio en los rasgos de personalidad
narcisista tiene su origen en la revisión exhaustiva de la literatura
científica. En ella se encuentran destacados resultados relacionados con
trastornos de personalidad del tipo narcisista y antisocial. Es muy frecuente
encontrar este tipo de resultados en diversos estudios. Además, estos rasgos de
personalidad narcisista constituyen en
multitud de estudios uno de los grupos tipológicos donde se clasifica a un gran
número de hombres agresores.
Según
los resultados de las investigaciones anteriormente señaladas y la observación
en el discurso narrativos de los hombres condenados por violencia de género se
desvelan una serie de rasgos en la personalidad que constituyen el narcisismo.
Entre ellos, es frecuente encontrar rasgos destacables como la falta de
empatía, imagen distorsionada de uno mismo, la hipersensibilidad a la
evaluación de los demás, por ello, es frecuente que se sientan atacados o
provocados, y todo ello les lleva a tener serias dificultades en las relaciones
interpersonales.
Estos
rasgos que incluye especialmente el trastorno de personalidad narcisista, ha
sido muy tenido en cuenta a la hora de estudiar el comportamiento de hombres
agresores de sus parejas, ya que, implica una falta de asunción en la
responsabilidad de la violencia, y achacan continuamente la culpa a la mujer.
Debido a esa falta de responsabilidad minimizan la gravedad de su comportamiento,
distorsionan los hechos y generan gran habilidad para autopresentarse de una
forma socialmente deseable (rasgo muy común de la personalidad narcisista).
Se
le otorga especial relevancia a la asunción de la responsabilidad porque existe
una relación directa con un mayor riesgo de reincidencia, ya que, están menos
motivados para el cambio. Eso implica que haya mayor presencia de problemas a
la hora de implicarse de forma adecuada en los programas de tratamiento
(Henning, Jones & Holdford, 2005).
Marco Teórico: Antecedentes y estado de
la cuestión
A
continuación se presenta la descripción de la situación actual y los
antecedentes de los aspectos más relevantes que se tendrán en cuenta en esta
investigación.
Violencia de género y
situación legal del hombre agresor
En
primer lugar destacar la definición propia de Violencia de Género que vamos a
usar. A nivel personal considero por Violencia de Género toda aquella acción
que conlleve una agresividad intencionada (violencia) para provocar daño
físico, psicológico, sexual, verbal, emocional, afectivo, institucional y/o
simbólico hacia una mujer u hombre por el hecho de ser mujer u hombre
sexualmente hablando. Además, uno de los motivos por los que una mujer u hombre
recibe dicho daño es el hecho de no corresponder con su rol establecido
socialmente. Sin embargo por estadísticas y socialización, la violencia se
legitima al varón y no tanto a la mujer, por este motivo, entre otros, la
Violencia de Género es sufrida con mayor incidencia en la mujer y es ella la
que soporta la discriminación por sexo y género en mayor medida que el hombre.
En
cambio, para el presente trabajo consideraremos por Violencia de Género la
definición establecida en la Ley, ya que, los sujetos de estudio en el presente
trabajo se encuentran penados por corresponder con lo que describe dicha Ley.
Según
la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral
contra la Violencia de Género publicada en el B.O.E:
La
Violencia de Género a que se refiere la Ley comprende todo acto de violencia
física y psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las
amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad.
Y
tiene por objeto:
Actuar
contra a violencia, que, se ejerce sobre las mujeres por parte de quienes sean
o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan sido ligados a ellas por
relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia.
Establecer
medidas de protección integral cuya finalidad es prevenir, sancionar y
erradicar esta violencia y prestar asistencia a sus víctimas.
En
esta Ley también se contemplan las sanciones al varón que maltrate a la mujer y
según el Artículo 33, relacionado con la Suspensión de penas, en el párrafo
segundo del apartado 1, 6.ª, del artículo 83 del Código Penal, en la redacción
dada por la Ley Orgánica 15/2003, queda redactado de la forma siguiente:
«Si
se tratase de delitos relacionados con la violencia de género, el Juez o
Tribunal condicionará en todo caso la suspensión al cumplimiento de las
obligaciones o deberes previstos en las reglas 1.ª, 2.ª y 5.ª de este
apartado.»
1º.
Prohibición de acudir a determinados lugares.
2º.
Prohibición de aproximarse a la víctima, o a aquellos de sus familiares u otras
personas que determine el juez o tribunal, o de comunicarse con ellos.
3º.
Prohibición de ausentarse sin autorización del juez o tribunal del lugar donde
resida.
4º.
Comparecer personalmente ante el juzgado o tribunal, o servicio de la
Administración que éstos señalen, para informar de sus actividades y
justificarlas.
5º.
Participar en programas formativos, laborales, culturales, de educación vial,
sexual, de defensa del medio ambiente, de protección de los animales y otros
similares.
6º.
Cumplir los demás deberes que el juez o tribunal estime convenientes para la
rehabilitación social del penado, previa conformidad de éste, siempre que no
atenten contra su dignidad como persona”.
La
sexta regla incluye el deber del penado acudir a los programas terapéuticos
convenientes como suspensión de pena y alternativa al ingreso en prisión. Con
carácter general, la suspensión de la ejecución queda condicionada a que el
penado no delinca en el plazo fijado por el juez o tribunal (art. 83.1 CP).
La
suspensión ha experimentado ciertos cambios que pretenden aumentar su eficacia
como mecanismo que permite soslayar los graves inconvenientes que plantean las
penas privativas de libertad de corta duración de cumplimiento continuado.
Entre ellos, siguiendo tendencias que se apuntan en el Derecho comparado, cabe
destacar la creación y consolidación de un régimen especial de suspensión para
condenados por delitos relacionados con la violencia de género (Patricia
Faraldo Cabana, 2010).
Rasgos
de personalidad y la terapia con hombres condenados por violencia de género
El
tratamiento con el hombre agresor tiene varias fases, la primera y más
importante es lograr que la persona acepte y asuma que tiene un problema para
controlar sus reacciones violentas y que es su responsabilidad cambiarla.
Asumir que es él el único responsable de su comportamiento violento es el
principal problema, ya que, la mayoría jamás aceptan esta responsabilidad.
Tienden a la justificación y hacer culpable a la mujer de las reacciones
agresivas y del maltrato. En algunos casos se sienten víctimas de la mujer y
consideran que las agresiones que han podido ejercer a su pareja han sido en
defensa propia.
La
falta de asumir responsabilidad de los actos violentos es el motivo fundamental
por el que el hombre agresor no acude voluntariamente a un programa de
tratamiento, no considera que el problema parta de él.
En
un programa de intervención terapéutico nacido en Vizcaya en 1995 y en Álava en
1998, se calcularon las cifras de casos atendidos desde su inicio. Los datos
son totalmente desproporcionados, ya que, desde los inicios del programa (1995)
hasta 2004, 3.500 mujeres fueron atendidas como víctimas de maltrato frente a
300 hombres agresores de sus parejas. Teniendo en cuenta que tras una mujer
maltratada hay un hombre maltratador, esos datos indican que la desproporción
es totalmente significativa. No solo la desproporción es un dato alarmante sino
también el alto índice de abandono del programa terapéutico. Partiendo de la
base que el hombre agresor acude a este tratamiento mayormente derivados por el
juez como medida alternativa a la prisión, también pueden acudir bajo otro tipo
de coacción como el verse ante una situación en la que su pareja ha decidido
separase o le da la última oportunidad.
Según
Raúl Cena, psicólogo y miembro del grupo de trabajo que dirige el Programa de
las Diputaciones de Álava y Vizcaya para el tratamiento de hombres violentos
con sus parejas (2004), no importa como estos hombres den el primer paso para
acudir al tratamiento, sino que lo realmente importante es el cambio de actitud
que deben dar en las primeras sesiones, aceptando su responsabilidad y
permitiendo así aplicar el tratamiento.
Los
motivos por los que el hombre agresor no asume la responsabilidad de sus actos
no están aún claramente definidos, y son varias las investigaciones que centran
sus esfuerzos en analizar este fenómeno. Raúl Cenea (2004) considera que hay
una serie de elementos asociados como las actitudes de hostilidad hacia las
mujeres. Es frecuente que estos hombres se sientan incómodos ante las mujeres,
manifestando actitudes de animadversión hacia ellas. Consideran las relaciones
entre hombres y mujeres como una relación de poder, de lucha por ver quién
queda más arriba. En ese sentido el hombre lo tiene bastante fácil, ya que, la
sociedad crea un caldo de cultivo en lo ideológico, permite encontrar
justificaciones para comportarse violentamente con las mujeres.
El
estudio de la asunción de la responsabilidad es de gran relevancia científica,
ya que, explica en mayor medida los motivos por los que el tratamiento
terapéutico fracasa. Además omitir las responsabilidad en los actos violentos
es un aspecto que caracteriza a los agresores condenados por violencia de
género (Lila, Gracia y Herrero, 2012). El no aceptar la responsabilidad hace
que se adopten otras estrategias de atribución externas y a utilizar
justificaciones. La atribución externa más frecuente es asociar a la conducta
de la pareja intenciones más negativas y a culparla de las discusiones y
conflictos (Barnett, Martínez & Bluestein, 1995; Holtzworth-Munroe &
Anglin, 1991; Holtzworth-Munroe & Hutchinson, 1993).
Otra
estrategia de justificación muy frecuente en hombres agresores es minimizar la
gravedad de su comportamiento violento e incluso negar completamente los hechos
alegando defensa propia (Edin, Lalos, Hogberg & Dahlgren, 2008).
Además
de la utilización de estas estrategias para justificar sus actos y omitir las
responsabilidades en ellos, este tipo de agresores tienen una gran habilidad
para autopresentarse de una forma socialmente deseable. Poseen una gran
eficacia para distorsionar los hechos y presentarse como muy buenos ciudadanos
ante los demás (Henning & Holdford, 2006). Esto se ha señalado como uno de
los motivos por los que algunos han conseguido evitar las consecuencias penales
de este tipo de delitos.
Tal
es la importancia que se da a la asunción de la responsabilidad que se ha
conseguido en uno de los objetivos clave en la mayoría de los programas de
intervención.
Uno
de los momentos en los que más se puede aprovechar para lograr que un hombre
agresor acuda voluntariamente a tratamiento psicológico es cuando el hombre
hace promesas de cambio que hasta él mismo llega a creer. Esta fase de promesas
de cambio es denominado como “fase de luna de miel” y forma parte de un proceso
que se desarrolla en la violencia de género y que es denominado “Círculo de la
Violencia”. Este proceso da una explicación a los motivos por los que una mujer
decide seguir conviviendo con un hombre que ejerce maltrato sobre ella,
llegando incluso a retirar la denuncia contra él.
Antes
de pasar al siguiente punto es necesario conocer con detenimiento en que
consiste el ciclo de la violencia y comprender la dinámica y el patrón de
conducta que lleva a cabo tanto el hombre maltratador como la mujer víctima del
maltrato.
Ciclo de la Violencia:
La
mujer ante una situación continuada de maltrato, se vuelve cada vez más
vulnerable, perdiendo con ello su capacidad de autodefensa hasta llegar a un
fenómeno psicológico denominado “indefensión aprendida”. Es ese momento la
mujer pierde su capacidad de reacción, paralizada ante la creencia de que no
puede hacer nada para evitar la violencia que sufre, normalizando la situación,
considerándose merecedora, responsable y culpable de la situación. En muchos
casos justifican las reacciones agresivas se sus parejas hacia ellas.
Todo
comienza con una parte invisible o silenciosa que puede durar desde uno a diez
años de convivencia. Todo maltrato se inicia siempre de forma sutil, invisible
a los ojos de la mujer. En los comienzos se aprecia sobre todo un exceso de
control por parte del hombre hacia ella. Ella suele confundirlo con celos, con
una preocupación excesiva por parte de la pareja, e incluso como signos de una
gran amor hacia ella. Las ideas del amor romántico dan lógica en estos inicios
a los actos de micromachismos, control y posesión, llegándolos a ver como
muestras de amor anulando e invisibilizando las alarmas de peligro.
Las
actitudes controladoras se evidencian en muchos aspectos. En un principio no
parecen muy alarmante e incluso pueden apreciarse como normales, así
encontramos conductas de control relacionadas con la forma de vestir de la
pareja, limitando el uso de ciertas prendas, control de sus gastos, control de
salidas y de amistades, intentos de separación de su familia…Todo ello puede
hacerse bajo una imposición camuflada con frases misóginas del tipo; “estarías
más guapa si fueras más tapada”, “te lo digo por tu bien”, “es mejor que no
hables con esas amigas porque quieren hacerte daño”, “me preocupo por ti”, “así
estas bien pero quizá debas adelgazar un poco”. Tras esto se da paso la
humillación, el menosprecio de las cualidades o características de la mujer, en
muchas ocasiones ridiculizándola, a veces, delante de los demás pero
mayoritariamente en la intimidad.
De
esta forma se va consiguiendo que la mujer pierda poco a poco su autoestima, su
autonomía e incluso su capacidad de reacción o defensa.
Si
esto no funciona, o el hombre agresor no consigue todo el control que quisiera
en su pareja, éste va aumentando en frecuencia e intensidad su comportamiento
agresivo hasta llegar a un punto que la mujer decide consultar o pedir ayuda.
Para cuando se llega a este punto es porque la violencia se ha hecho visible. A
veces, llegar a este punto no ayuda a la mujer, ya que, muchas veces se
encuentra con no ser creída. No olvidemos que estos hombres maltratadores
suelen comportarse de forma admirable ante los ojos de la sociedad y pueden ser
considerados “el marido perfecto”.
De
esta manera la mujer decide en muchas ocasiones volver con el agresor entrando
así en el ciclo de la violencia que sigue una secuencia repetitiva y que
explica los casos de maltrato crónico. Este ciclo se divide en tres fases:
1. Fase de acumulación
de la tensión: Los
actos o actitudes hostiles hacia la mujer produce conflictos dentro de la
pareja. El hombre agresor manifiesta su violencia de forma verbal, a veces con
agresiones físicas y cambios bruscos de ánimo, la mujer no suele comprender
estas reacciones, ya que, no es consciente del proceso de violencia en el que
se encuentra. Es por ello que la mujer intenta calmar a la pareja, complacerla
y no realizar aquello que a él le moleste para evitar los conflictos, tiene la
falsa creencia de que los conflictos son provocados por ella. Lejos de evitarse
los conflictos, éstos irán en aumento independientemente de lo que la mujer
haga, se llega así a la siguiente fase.
2. Fase de agresión: Aquí el agresor hace visible su
violencia tanto psicológica como física y/o sexual. La mujer sufre estados de
ansiedad y temor que la llevan a consultar con alguna amiga o familiar. A
veces, en esta fase, es cuando la mujer puede llegar a denunciar.
3. Fase de
reconciliación o “fase de luna de miel”: El hombre maltratador pide perdón por el episodio violento,
se muestra amable y cariñoso, a veces utiliza el llanto para mostrar su
credibilidad, hace juramentos de que “no volverá a repetirse” que la quiere con
locura y hace promesas de cambio. Suele justificarse con otro tipo de motivos
ajenos a él, a veces el alcohol, el estrés laboral o los problemas familiares.
Hay casos en los que utilizan justificaciones que hacen creer a la mujer
responsable de la violencia, así como las actitudes de ellas, provocaciones…De
esta forma el agresor hace creer a la víctima que “no ha sido para tanto”,
lleva a cabo conductas de cambio temporales para mostrar su parte cariñosa,
evitar que la relación se rompa y seguir manejándola. Con estas muestras de
cambio temporales la mujer cree que podrá ayudarle, algo muy habitual en los
hombre agresores “pedirles a ellas que les ayuden a cambiar”.
Esta
última fase del ciclo es una fase más que volverá a iniciarse de nuevo con la
fase de acumulación de la tensión. Se completa así el ciclo que conduce a un
aumento de la violencia, llevando a un elevado y creciente peligro para la
mujer quien comienza a pensar que no hay salida a esta situación, cayendo cada
vez más en el estado de “indefensión aprendida”, que puede llegar a paralizarla
y anular su disposición a salir de la situación de violencia.
La
“fase de luna de miel” es cuando los agresores tienen más probabilidad de
acudir voluntariamente a tratamiento psicológico. Haciéndoselo ver a su pareja
como una prueba real de su motivación para el cambio. Sin embargo, al llegar al
tratamiento omiten la responsabilidad de sus actos, en gran parte debido a que
en realidad no es un cambio real el que desean sino una prueba de “supuesto
cambio” para que su pareja les crea y no les abandone.
Otro
de los motivos por los que el hombre que maltrata no asume la responsabilidad
de sus actos han sido los propios rasgos de personalidad. En muchos estudios se
ha analizado la relación existente entre la asunción de la responsabilidad de
los hombres condenados por violencia de género, la personalidad narcisista, la
baja autoestima y la personalidad antisocial. Este tipo de personalidades o
variables disposicionales podrían favorecer, en personas violentas, una mayor
tendencia a no sentirse culpables o personalmente responsables de su
comportamiento violento (Gondolf, 2007).
Según
las investigaciones más recientes, como la de White y Gondolf (2000),
encontraron un porcentaje de personalidad narcisista y antisocial superior al
esperable en población normal. Baumeister (1996) indica que la mayoría de estos
hombres se caracterizan por manifestar ciertos rasgos narcisistas como una
expectativa exagerada acerca de sí mismos, continuas percepciones de que los
demás amenazan la imagen que tienen de sí mismos, y considerarse personas muy
justas y virtuosas.
Marisol
Lila, Enrique Gracia y Juan Herrero llevaron a cabo un estudio en el año 2010,
con 177 hombres participantes en un programa de intervención con maltratadotes
que acudían por orden judicial. En el estudio se utilizaron varios instrumentos
de medida, entre ellos el Inventario Clínico Multiaxial de Millon (MCMI-II;
Millon, 1999), para evaluar la presencia de un estilo de personalidad
narcisista y/o antisocial.
En
este inventario se consideran como rasgos narcisistas la tendencia al
autoengrandecimiento, irresponsabilidad e impulsividad, insensibles y con
tendencia a la crueldad. Estas personas se hacen notar por ser egoístas,
experimentando placer simplemente por permanecer pasivos o centrados en sí
mismos, sobreestiman su propio valor y presumen de que los demás reconocerán
sus particularidades. Mantienen aires de autoconfianza arrogante; explotan a
los demás aún sin intención o propósitos conscientes.
A
diferencia del narcisista, la personalidad antisocial puntúa alto en
comportamientos ilegales dirigidos a manipular el entorno a favor de si mismo.
Son personas irresponsables e impulsivas y la crueldad son sus únicos medios
para evitar abusos y engaños.
Como
hipótesis inicial, Marisol Lila, Enrique Gracia y Juan Herrero, consideraron
que a mayor presencia de personalidad narcisista, de personalidad antisocial,
así como menor autoestima, se producirá una menor asunción de responsabilidad y
una mayor tendencia a la minimización de los hechos por los que fueron
condenados. En cambio, al valorar los resultados concluyeron que las
estrategias de atribución de la responsabilidad que realizan estos individuos
no están marcadas previamente por rasgos de personalidad antisocial y
narcisista. Sin embargo, encontraron diferencias significativas entre los
grupos de baja y alta autoestima.
La
interpretación de los resultados van encaminados a que los agresores con baja
autoestima pueden activar mecanismos de autoprotección, de forma más o menos
consciente, que les lleven a restar importancia a la situación por la que han
sido condenados, como una estrategia de autopresentación. En este sentido
existen estudios en los que se diferencian sesgos de respuesta motivados por el
manejo de impresiones: por un lado pueden realizar una manipulación consciente
para dar una imagen socialmente deseable, debido a la vergüenza que les
ocasiona la conducta violenta. Por otro lado, el autoengaño, en la que el
individuo realmente llega a creerse su versión de los hechos (Paulhus, 1984).
Marisol
Lila, Enrique Gracia y Juan Herrero (2010), no pudieron ver con exactitud si
los rasgos de personalidad, especialmente los antisocial y narcisista, estaban
presentes en los hombres condenados por violencia de género y si esto influye
en la asunción de la responsabilidad. Sin embargo White y Gondolf (2000), en un
análisis llevado a cabo con 100 hombres condenados por violencia de género y
asistiendo a tratamiento psicológico, encontraron seis grupos principales de
personalidad: Estilo depresivo/evitador, Estilo conformista/narcisista,
Trastorno límite, Trastorno paranoide, Trastorno narcisista, Trastorno
antisocial.
Otros
autores han hecho de la personalidad narcisista una tipología donde clasificar
a muchos de los hombres condenados por violencia de género, (véase Gondolf y
White, 2001; Belfrage y Rying, 2004; Jonson et al., 2006; Echeburúa et al.,
2009; Boira y Jodrá, 2010; Loinaz, Ortiz-Tallo, Sánchez y Ferragut, 2011).
Los datos cualitativo que se dan en los resultados relacionados
con los rasgos de personalidad narcisito son elevados y significativos
comparados con la muestra total. Gondolf y White 2001, encuentran que de una
muestra de 580 hombres condenados por violencia de género, el 60% presentaba
sintomatología de disfunción de la personalidad. La mitad de esos perfiles
obtenían puntuaciones en trastorno narcisista y de evitación.
Belfrage y Rying 2004, realizaron su estudio con 164 hombres en
prisión por homicidio contra la pareja, los trastornos de personalidad que
encontraron fueron los relacionados con los tipos narcisista y antisocial. También
Echeburúa et al. en el año 2009, evaluó a 196 hombres que participaban
voluntariamente en un programa terapéutico, en ellos fueron frecuentes los
trastornos de personalidad, sobre todo el compulsivo, el agresivo y el
narcisista.
Boira y Jordá 2010, con una muestra de 118 hombres que acudían
voluntariamente a un programa de intervención terapéutica, encontró que 79.8 %
presentaban trastorno de personalidad: compulsivo, antisocial, agresivo-sádico,
narcisista e histriónico. Por último, destacar el estudio más reciente llevado
a cabo por Loizan, Ortiz-Tallo, Sánchez y Ferragut (2011). Se utilizó una
muestra de 48 hombres agresores de sus parejas ingresados en prisión. Como
establecieron dos grupos; el primero se denominó “rasgos normalizados” donde se
destacaron puntuaciones altas en las escalas de narcisismo, y el segundo grupo
denominado “rasgos antisociales” donde se destacaron puntuaciones
significativamente superiores en personalidad antisocial.
De forma muy marcada en la literatura científica se guían casi
todos los estudios en dos clasificaciones generales. Una de ellas es la
clasificación de Holtzworth y Stuart (1994) y la otra es la clasificación de
Fernández-Montalvo y Echeburúa (1997). En la primera clasificación se considera
la existencia de tres tipos de hombres; los violentos limitados al ámbito
familiar, los violentos con características borderline/disfóricas y los
violentos en general/antisociales. En el tercer tipo (Violentos en
general/antisociales) supone el 25% de los hombres matratadores y hacen uso
instrumental de la violencia física y psicológica de forma general y no
limitada en el hogar.
Este grupo presenta mayores niveles de narcisismo y manipulación
psicopática, amenazando y agrediendo a su pareja cuando ésta no satisface sus demandas.
Muestran actitudes que justifican el uso de la violencia interpersonal y es más
probable que consuman abusivamente alcohol y otras drogas. Finalmente, debido a
su conducta antisocial es muy probable que tengan problemas legales, son
considerados agresores de alto riesgo (Cavanaugh y Gelles, 2005).
En general, el estado de la cuestión actual sobre los hombres
agresores de sus parejas, es que en los últimos años se pone de manifiesto una
alta prevalencia de los trastornos de personalidad, especialmente el narcisista
y antisocial, entre otros como el borderline
y paranoide. El estudio de los trastornos de la personalidad relacionados con
la violencia hacia la mujer pertenece a una perspectiva teórica de estudio que
tiene que ver con los factores unipersonales; características psicológicas de
los agresores. En cambio, deben tenerse en cuenta otras orientaciones como las
sociológicas, la construcción social de las creencias equivocadas sobre los
roles sexuales y la inferioridad de la mujer, así como la legitimación de la
violencia como forma de resolver conflictos.
Actualmente existe un continuo debate sobre si los hombres
maltratan motivados por la necesidad de dominar y controlar a la pareja
(concepto patriarcal) y si la violencia es una cuestión de género o más bien un
problema humano y de relaciones interpersonales (Hamel, 2009).
En
cualquier caso, la variable social ha sido mencionada pero no destacada en
mucho de los estudios nombrados. Sería preciso considerar que en los casos de
maltrato muchos agresores se justifican y omiten su responsabilidad al
considerar a la mujer inferior al hombre. Llegan a considerar a la mujer como
un objeto que debe estar al servicio del hombre y que debe abastecerle todas
sus necesidades y peticiones. A su vez, esto es un rasgo propio de la personalidad
narcisista, el usar a otras personas como objetos. Esto nos lleva a utilizar un
nexo de unión entre las variables personales, como los rasgos de personalidad
narcisista, y la influencia que tiene el contexto social en la construcción y
perpetuación de esos rasgos.
Sociedad contemporánea y
su influencia en la violencia contra la mujer
Según el psicoanalista Joan Coderch la sociedad influye en la
construcción del narcisismo y le da un matiz positivo legitimándolo a los
varones. De hecho en la clínica entre un 50% y un 75% de pacientes
diagnosticados por narcisismo patológico son varones. Desde hace años se viene
observando por los profesionales de la clínica psicoanalítica que van
aumentando las consultas relacionadas con los trastornos de personalidad
narcisista y personalidad borderline o fronteriza (Kernberg, O., 1979).
En los trabajos de Joan Coderch, (2003-2004), se hace un análisis
profundo sobre la relación existente entre el incremento de las personalidades
narcisistas y el tipo de sociedad predominante; el industrial o avanzado.
Las personas cuya personalidad posee elevados rasgos narcisistas
presentan una buena adaptación social pese a tener alteraciones para
relacionarse con los otros. Los otros, para la persona narcisista, son
espectadores que deben reflejar constantemente el prestigio y el valor de la
persona narcisista. Estas personas suelen presentar intensa ambición y
fantasías grandiosas, sin embargo esconden sentimientos de inferioridad y
dependencia a la admiración y aprobación por parte de los demás. Presentan
varias deficiencias en su capacidad para amar y de preocuparse por el
sufrimiento de los otros, careciendo de empatía y gobernando en ellos la
inseguridad crónica bajo una aparente superioridad.
A veces pueden mostrarse serviles y aduladores cuando les es
necesario conseguir sus propósitos de promoción social, profesional…si embargo
tratan con dureza y desprecio a las personas que consideran inferiores o que ya
no son idóneos para sus fines. Esto les lleva a relacionarse con los otros con
fines de explotación y prasitismo. Bajo una superficie amable y encantadora se
esconde una actitud fría y calculadora. Son incapaces de admitir su dependencia
debido a la herida que para ellos supone el hecho de admitir que precisan de
alguien. Es muy frecuente ver en la violencia hacia la pareja la amenaza
constante de abandono, esto puede tomarse como una presión hacia la pareja para
que modifique o cambie ciertos comportamientos.
Un rasgo importante de la personalidad narcisista es la envidia
crónica ante las cualidades de otra persona, esta idea es insoportable para la
persona narcisista lo cual les lleva a sentirse frecuentemente atacados. En la
violencia de género una señal inicial es la desvalorización del hombre hacia la
mujer, anulando su autoestima e infravalorando todo aquello que posee; trabajo,
amigos, familia…en este sentido y, como consecuencia de esa envidia, la persona
narcisista devalua las cualidad de los otros para sentirse siempre superiores y
lo que reciben lo consideran como algo que es debido. Esto nos suena a la idea
patriarcal de que la mujer debe estar al servicio del hombre la mayor parte del
tiempo.
Según la corriente psicoanalítica, determinadas situaciones
psicosociales (familiares y sociales) pueden obstaculizar el camino de
crecimiento mental y facilitar la construcción de una persona narcisista,
precisamente en la actualidad ésta son las condiciones sociales y culturales
que se dan en la llamada civilización occidental (Joan Coderch, 2003-2004).
Según este autor, el incremento de la personalidad narcisito se debe en gran
parte al tejido social, precisamente porque la nuestra es una sociedad
notablemente narcisista que, estimula y alimenta la aparición de estas
personalidades.
Todas las personas podemos crecer con ciertas carencias afectivas,
formas distorsionadas de relación, intolerancia, agresividad y otras variables
psicológicas…no obstante el contexto social donde crezcamos repercutirá en la
forma con la que se haga frente a esas variables. Como afirma Mitchell, S.
(1998), la mente es producto de la interacción entre contexto social, cultural
y lingüístico donde la persona construye su vida.
Joan Coderch define dos tipos principales de narcisismo: el
infantil y el perverso. El Infantil se caracteriza por padecer una gran
intolerancia a la espera, exigiendo gratificación inmediata de sus necesidades,
con un alto nivel de demanda hacia los otros y hacia la “sociedad” pero con
escaso sentido sobre lo que los otros tienen derecho a esperar de ellos.
Además, se sienten profundamente heridos si no son satisfechas sus demandas o
cuando se les recuerda sus obligaciones y responsabilidades. En ese sentido,
recordemos la importancia que se le da en multitud de estudios a la asunción de
la responsabilidad por parte de los hombres condenados por violencia de género.
En general, puede decirse que el narcisito infantil ama los productos del
objeto pero niega el reconocimiento y la dependencia del objeto.
Siguiendo el análisis de Joan Coderch podemos definir varios
aspectos destacadamente narcisistas de la sociedad contemporánea en la que
vivimos. La característica más notable es la tendencia a negar la ansiedad y
la espera, rasgo muy propio de la personalidad narcisista. Para esta
negación la sociedad emplea diversos mecanismos como los actuales instrumentos
técnicos: televisión, teléfonos móviles, Internet, medios de comunicación,
etc…así los límites, las esperas y las fronteras se borran, haciendo cada vez
más innecesaria la realidad externa. Así la realidad se vuelve la peor enemiga
del narcisismo, pone de relieve los límites y derriba las fantasías de
omnipotencia. En esta dirección, recordemos que en muchos estudios se ha
apreciado el autoengaño, el rechazo a admitir la realidad y ha minorizar la
gravedad real de los daños causados a la mujer por parte de los hombres
agresores.
Según Bion (1962), para generar el pensamiento reflexivo sobre la
propia emocionalidad es necesaria aguantar la espera y soportar la frustración
que conlleva la ausencia del objeto necesitado. Pues no todo está a nuestro
servicio de forma inmediata cuando a una persona le plazca. Esto puede ayudar a
controlar y disminuir la impulsividad de nuestros actos.
Otra forma que la sociedad emplea para anular la ansiedad, la
espera y la capacidad de pensar son las incitaciones visuales y auditivas.
Esto puede verse en multitud de espacios donde abunda la música atronadora,
“mecánica”, el uso continuado de auriculares que venden como moda…todo ello
contribuye a que las personas no puedan formarse un juicio propio y por tanto
se inhibe el pensamiento.
Otro aspecto destacadamente narcisista de la sociedad en que
vivimos es la alianza entre la producción de bines de consumo y publicidad.
En nuestra sociedad la producción de bines se guía por una ética utilitarista,
creando pseudos necesidades, deslumbrando con promesas de goce y felicidad si
se dispone de dichos productos…Esto es algo que define enormemente a la
personalidad narcisista, la sensación de sentirse poderoso, exitoso, famoso y
admirado…
La psicofarmacología y la adicción al alcohol (muy presente
en hombres condenados por violencia de género), es otra forma aceptable en la
sociedad que sustituye el esfuerzo de pensar y aminora enormemente el
sufrimiento necesario para tolerar la frustración y favorecer la maduración
emocional.
Por último, el rechazo a la autoridad favorece el
incremento de la personalidad narcisista. Toda autoridad se ve transformada
casi automáticamente en autoritarismo y por tanto es rechazable. Si no hay
autoridad no existen límites ni diferencias y las fantasías de una persona
narcisista se ven estimuladas. En el discurso de los hombres condenados por
agredir a sus parejas, es muy frecuente escuchar el rechazo continuo a la
justicia, se consideran víctimas de injusticias y reclaman una ley que proteja
al hombre de la violencia procedente de la mujer al hombre.
Marco conceptual: hipótesis, definición de objetivo general y
específico de la investigación
HIPÓTESIS
Debido a la naturaleza cualitativa de nuestro estudio definiremos
los rasgos de forma descriptiva todos los conceptos, rasgos e indicios que
pondrán a prueba nuestra hipótesis.
Teniendo en cuenta todo lo revisado, y observando todo lo que
durante este tiempo se ha ido viendo en
materia de violencia de género, consideraremos como hipótesis principal de
nuestro estudio que es muy frecuente encontrar rasgos de personalidad narcisista en aquellos
varones condenados, judicialmente, por violencia de género.
Variable controlada: Varones
condenados por violencia de género
Variable explicativa: Rasgos de
personalidad narcisista
También tendremos muy presente otras cuestiones que forman parte
del debate actual en nuestros tiempos. Estos debates y las distintas
investigaciones que se han llevado a cabo para demostrar diferentes posturas
nos lleva a admitir que con alta probabilidad la adaptación a una sociedad
individualista e industrializada, como la actual, promueve la formación de
personalidades narcisistas. De esta manera podemos considerar que; los varones condenados por violencia de género
que tienden a mayor adaptación social, manifestarán más rasgos de personalidad
narcisistas que aquello que tienden a
una menor adaptación social.
Variable controlada: Varones
condenados por violencia de género
Variable explicativa: Rasgos de
personalidad narcisista
Variable 3: Adaptación social
OPERATIVIZACIÓN DE LOS CONCEPTOS
1. Varones
condenados por violencia de género
A) Varones condenados por violencia de género:
aquellos hombres que han sido denunciados por agredir a su pareja o ex pareja.
Como consecuencia a esa denuncia han sido condenados a penas de prisión menores
a dos años. Estos varones agresores, al no tener antecedentes penales y
tratarse de primer delito hace que las penas de prisión sean sustituidas por la
suspensión de condena; medida reeducativa consistente en la asistencia
obligatoria a un grupo terapéutico una vez a la semana durante nueve meses. La
medida reeducativa también incluye una sesión terapéutica individual una vez a
la semana.
B) Violencia de género:
se considerará en nuestro estudio por violencia de género la misma definición que se define en el código penal,
encontrándose ampliamente
definida en el aparatado “Antecedentes y estado de la cuestión” de este trabajo.
2.
Rasgos de personalidad narcisista
Como afirma Bursten (1982) el narcisismo no puede ser observado
directamente, sino que puede inferirse pos sus efectos y se encuentra asociado
a determinadas conductas: ambición, vanidad poder, exhibicionismo, etc.
En nuestro estudio tendremos en cuenta todas las características
que se han ido nombrando en los antecedentes literarios para identificar la
presencia de ciertos rasgos narcisistas, pero para que nuestro análisis sea lo
más operativo posible es necesario concretar determinados rasgos específicos
que se manifestarán en el discurso de los hombres de nuestro estudio. Tomaremos
los rasgos definidos por José Luis Trechera Herreros (1997):
A) Imagen distorsionada de
uno mismo:
Sentimientos de
omnipotencia, omnisciencia y poder especial:
Este rasgo hace
referencia a la gran seguridad con la que el narcisista se muestra. Sin embargo, se trata de un
mecanismo de defensa ante la inseguridad
que siente, ya que, sus ideas no se fundamentan en la realidad. Esta falsa seguridad se debe a que cree cierto
lo que piensa, sólo porque es él
quien lo piensa. Por otro lado, necesita ver continuamente confirmado su narcisismo porque de lo contrario empieza a
dudar de todo.
Entre el sentimiento de
omnipotencia, omnisciencia, poder especial y,
las ideas patriarcales, machistas y misóginas, podemos encontrar que
ambos conjuntos de conceptos van de la mano. En esta línea, el patriarcado
considera que el hombre es superior a la mujer por el hecho de ser varón, al
igual que los individuos narcisistas se sienten por encima de todo lo que
consideran inferior, ya que, se creen dotados de un poder especial, el cual no
está fundando en la realidad.
El patriarcado no
argumenta con base real los motivos por los que el hombre es superior a la
mujer, simplemente considera cierto que así es y no necesita un razonamiento
profundo. En cambio, cuando se pone en duda y se argumentan la discriminación y
desigualdad que hay en el fondo de dicho razonamiento, el patriarcado comienza
a dudar y a tambalearse, reaccionando de forma más agresiva y restrictiva
contra la mujer. Esto es justo lo que ocurre en los sujetos narcisistas cuando
su narcisismo no se ve alimentado, comienza a dudar de todo y, en el pero de
los casos a ejercer una violencia como reacción para ver sus ideas reforzadas.
Inflación de la autoestima
La persona
narcisista tiene una frágil autoestima, por ello realiza esfuerzos continuos por sustituir el amor por la
admiración externa. Posee un vacío interior,
no se quiere, quiere quererse, pero siempre está insatisfecho consigo mismo, siempre se ve mejorable y eso
le lleva a embellecerse continuamente (Lasch,
1979).
Grandiosidad y sentimiento
de categoría especial
Este rasgo hace
referencia a la creencia plena de tener talentos y capacidades especiales, están convencidos de su posición
superior. Se consideran únicos,
por tanto, sus problemas sólo pueden ser tratados por otras personas únicas.
Percepción egocéntrica de
la realidad
Sólo aceptan
aquella realidad que refuerce su propia grandiosidad, como consecuencia negarán aquellos aspectos
de la realidad que cuestiones su importancia
o perfección.
Fantasías de éxito, poder,
brillo, belleza o amor ideal ilimitados
El sujeto
narcisista presenta una gran ambición y altas expectativas no realistas. Experimentan placer por la
existencia y un pronunciado optimismo, siente
todas las cualidades de perfección, gloria y triunfo. Sin embargo, si por diferentes motivos el narcisista deja de
obtener suficientes suministros narcisistas
de su entorno, cae en el extremo opuesto. Muestra, entonces, una apariencia totalmente distinta: negatividad,
dificultades, etc...a veces se acompaña
de rabia, devaluación y reacción contra el exterior. Finalmente, entra en la soledad grandiosa y
comienza a incrementar sus fantasías grandiosas
acerca de sus cualidades.
B) Falta de empatía:
Incapacidad para reconocer y
experimentar lo que otros sienten
El narcisismo se caracteriza sobre
todo por la negación de los sentimientos y la
inhibición de la expresión emocional y afectiva. Esto sucede porque la persona narcisista considera que al
expresar sus sentimientos se vuelven vulnerables.
Se defienden ante un posible daño no necesitando o no expresando deseo. Este les da una apariencia de “fríos” ,
“insensibles” o “desinteresados”.
Dificultad para captar características
de las otras personas
Especialmente tienen dificultades
para identificar los estados emocionales de las
personas con las que tienen conexiones íntimas (parejas, amigos, familiares...). Huyen de su vacío
interior y no se comprometen profundamente con
nadie y así se alejan de conocimiento de sí que les podría procurar esa relación.
C)
Hipersensibilidad
a la evaluación de los demás:
Reacción con sentimientos de rabia ,
vergüenza o humillación ante las críticas
Según Fromm (1991) no hay furia más grande que la de un narcisista
a quien se haya herido su
narcisismo, aunque no siempre expresarán su rabia querrá vengarse porque tal acción es como matarlo.
Preocupación por la comparación con
otras personas
El tener que sentirse más grande que
los demás les lleva a compararse continuamente
y a padecer sentimientos de envidia. M. Klein (1952), fue la primera autora que estudió en profundidad
la relación existente entre la envidia
y el narcisismo.
Se demuestra que la envidia no puede
aceptar nada del otro, ya que,
eso supone aceptar su valor y
diferencia. Por ello, los sujetos
narcisistas desvalorizan
todo lo que pueda ser potencialmente útil para ellos. La envidia es tan incapacitante
porque lo que se odia es la bondad misma del objeto y, por ello, nada útil puede extraerse de él.
D) Dificultades en la relación
interpersonal:
De forma general, las relaciones que
establece la persona narcisista con los demás
es patológica. Esto se debe a que el narcisista desconoce de la autonomía del objeto y por tanto
considera que los demás están a su servicio tratándolos
como objetos.
Exhibicionismo
La conducta narcisista está motivada
por el placer que siente la persona a ser admirado.
Esto se traduce a excesivo deseo o necesidad de atención y admiración, sentirse único y
exclusivo. Un rasgo muy característico de la personalidad
narcisista es dirigir su actividad a obtener el máximo aclamo y aprecio.
Por ello, no es de extrañar que presenten un actitud especial hacia la ocupación social, eligiendo profesiones
en la que puedan recibir gratificaciones
públicas.
Ningún detalle debe escapar al
narcisista, desde la apariencia corporal al último
autor de moda. Tiene miedo a su interior, a profundizar en sí mismo y, por ello, sólo le preocupa la
apariencia. Esos esfuerzos llevan un elevado costo
psicológico que aumenta su debilidad y fragilidad.
Sentimiento de tener derecho sobre
otras personas
Eso provoca que la persona
narcisista considere que tiene derechos especiales
respecto a los demás y total inmunidad ante las demandas sociales. Esto se traduce en orgullo,
engreimiento y conciencia de exigir derechos
propios.
Maquiavelismo
Este rasgo hace referencia a la tendencia
de ver a los demás como extensiones
de uno mismo, utilizando y manipulando a los demás en beneficio propio, según les interese o
plazca; usar y tirar.
Objetivos de las conductas; el control
sobre otras personas
Negar la existencia del otro en cuento
que éste supone un principio de limitación.
Búsqueda continua de poder para contrarrestar la deficiencia de su propia realidad. En general la persona
narcisista son sujetos ávido de admiración
y no soportan el más mínimo cuestionamiento de su posición dominante. Para Bleichmar (1991)
establecen una relación tiránica, intentando forzar
a los otros a que les brinden su admiración incondicional mediante el control sobre sus actos o pensamiento.
Dificultades en el manejo de la
agresión
Presentan dificultades en la
conceptualización y manejo de la agresión. Estas personas asocian la rabia con la frustración con
tendencia a restablecer la jerarquía.
También aparece asociada la agresividad y la envidia, la cual se manifiesta a través de la agresión que
devalúa a los demás.
Dificultades en el manejo de la
situación de separación y desprendimiento
La limitación es vivida por estas
personas como un ataque a su autonomía, sobre
todo si quien limita es su pareja u otra persona externa. Por esta razón las situaciones de cambio o evolutivos son
vividas con gran perturbación.
Deformación narcisista del
lenguaje
-Uso egocéntrico del lenguaje; se
centra la conversación en sí mismo excluyendo
todo aquello que concierne al otro. Uso excesivo del pronombre personal singular “yo” en lugar del plural “nosotros”.
-Utilización frecuente de palabras
narcisistas como: fantástico, absoluto, etc.
-Tendencia al monólogo; tienen
dificultades en la participación de un diálogo.
Estado de ánimo pesimista
Este estado de ánimo es destaca por
los siguientes rasgos; actitud pesimista, confusión
ética, superioridad y arrogancia, intrusión (impone su visión pesimista a los demás), disforia,
sentimientos de vacío y tristeza.
La soledad
Este es el coste del narcisismo. La
soledad es la consecuencia de la renuncia al
amor hacia otro objeto que no sea él mismo. El narcisista renuncia a la relación de amor con otras personas
debido a la temida relación de dependencia,
riesgo de abandono y herida narcisista por el sometimiento humillante. Por este motivo, las personas
narcisistas buscan vinculaciones afectivas
autorreferenciales, y solitarias. El sujeto narcisista vive como en una prisión interna que poco a poco le aísla del
entorno. Por todo ello, la cura del narcisismo
no puede ser otra que la aceptación de dependencia y la desviación del objeto de amor.
3. Adaptación social
Para
hacer operativo este concepto abstracto existen multitud de observaciones,
conductas y registros. En nuestro estudio nos ceñiremos concretamente a algunas
de sus manifestaciones más destacadas en las conductas de los varones
estudiados, teniendo como referencia la literatura consultada especialmente en
los estudios sociales de Joan Coderch.
Se
admitirá adaptación social, cuando se observe:
1.
Mayores
habilidades sociales y lingüísticas: favorable
relación con los compañeros del grupo terapéutico, respeto por el turno de
palabra, escucha activa hacia otros compañeros, menor uso de exabruptos y
comentarios despectivos hacia los compañeros o terapeutas, participación,
proactividad y tono de voz ajustado al grupo. Ausencia de comentarios
discriminatorios hacia la raza, el género o el nivel adquisitivo.
2.
Mejor
tolerancia a la frustración y la espera: realizar tareas para casa, anteponer la asistencia al
grupo terapéutico que a otras actividades lúdicas, baja anticipación y ansiedad
por conocer la resolución judicial y evaluación psicológica. Puntualidad y
flexibilidad horaria, adaptación al horario. Gestión favorable de los
imprevistos que puedan surgir en las sesiones. Buena aceptación de las críticas
constructivas. Menor grado de impulsividad.
3.
Responsabilidad: escaso número de faltas de asistencia
a las sesiones grupales e individuales, asistir en buenas condiciones
higiénicas, asistir en plenas condiciones cognitivas, es decir, sin la
influencia del alcohol u otras drogas.
4.
Deseabilidad
social ajustada: moderada
aprobación de los conceptos explicados, comentar de dudas y preguntas
razonables y contextualizados en el tema tratado, moderación en el número de
elogios y aprobación hacia el programa terapéutico, bajas contradicciones entre
lo que se piensa y lo que se defiende.
OBJETIVOS
Nuestro
objetivo general parte de la duda científica y del debate actual sobre
la violencia de género y su causalidad. Las raíces de esta violencia han sido
adjudicadas a diversas causas. Se ha tratado desde distintas perspectivas pero
no se ha hecho una integración plena de ellas. Como resultado, la violencia
contra las mujeres, puede abarcarse como un problema social o como un problema
interpersonal de los hombres que la han ejercido y se encuentran condenados por
ello. De esta manera general trataremos de observar en nuestro estudio si
existen ciertos rasgos de personalidad comunes en aquellos varones agresores
que cumplen condena por violencia de género. Sin dejar de prestar atención a la
influencia social que en esos rasgos de personalidad tiene la socialización.
Como
objetivo específico de este análisis se analizará la presencia de los
rasgos de personalidad narcisista en los discursos de los varones agresores de
sus parejas. Los cuales han sido penados por violencia de género y se
encuentran en un programa terapéutico y reeducativo, aplicado de forma grupal e
individual, un día en semana durante nueve meses.
Exposición detallada de la metodología
de acuerdo a los objetivos establecidos en la investigación
Para
este trabajo se eligió como nivel explicativo la descripción simple y un método
de investigación de estudio de casos.
Esta investigación parte de la metodología cualitativa, ya que, debido a
su naturaleza nos permite observar y describir de una forma más ajustada la
complejidad y abstracción de los rasgos de personalidad. Se tuvieron en cuenta
diversos factores de influencia así como la propia subjetividad de la
observación participante de la investigadora y las variables a controlar en la
entrevista individual.
RECOGIDA DE DATOS
Para
llevar a cabo esta investigación descriptiva y asegurar su validez, se observó
e interrogó de una forma estructurada. La observación fue una
herramienta fundamental, pero este estudio no hubiese sido posible sin la
técnica de recogida de datos interrogativa: la entrevista individual.
Estas
dos estrategias fundamentales de recogida de datos se vio a su vez complementada
por el registros de gestos, reacciones conductuales y fisiológicas, anotación
literal de las argumentaciones narrativas, y las actitudes a través del
resultado de ciertas escalas y test.
Preparación
de la recogida de datos: LA MUESTRA
La
muestra de nuestro estudio reside en la Comunidad de Madrid, ciudad donde se
cometieron los hechos por los que fueron condenados. La muestra se recogió de
manera intencional para permitirnos hacer una descripción exhaustiva y en
profundidad del perfil de 25 hombres agresores de sus parejas que se encuentran
condenados por violencia de género. Como explicamos anteriormente esta condena
consiste en la asistencia obligatoria a un programa terapéutico grupal e
individual.
La
duración de dicha condena fue de 9 meses, asistiendo dos veces en semana una
para la grupal y otra para la individual. Las sesiones grupales eran de
asistencia obligatoria y se llevó a cabo por cinco psicólogas y un psicólogo.
La asistencia a las sesiones individuales podían ser negociadas entre la persona
condenada y la persona terapeuta asignada. En cualquier caso, la asistencia a
sesiones individuales fue también obligatoria y una vez en semana.
Preparación
de la recogida de datos: LA ENTREVISTA
Desde
la primera entrevista individual, se explicó a cada uno de los entrevistados
que las entrevistas podrían ser recogidas y analizadas para ser utilizadas con
fines terapéuticos y de investigación, respetando en todo caso la intimidad de
la persona y la confidencialidad de los datos. Incluso se les informaba de que
algunas entrevistas podrían ser grabas a través de grabadoras y otros
dispositivos de voz. Para que así constara, y siempre que la persona estuviera
de acuerdo firmaba una autorización que nos permitía utilizar dichos datos para
nuestro estudio.
El
objetivo general de las entrevistas individuales era generar un espacio íntimo
donde poder tratar de forma individualizada la problemática particular de cada
uno de los penados. Era preciso hacer una panorámica general de la vida del
entrevistado en todas sus facetas; familia, entornos social, sentimental,
laboral y personal. Una vez conocido esto se profundizó y se trabajó de forma
más exhaustiva algunos ámbitos en los que la persona entrevistada parecía tener
mayor dificultad. Como por ejemplo, las relaciones familiares, relacionales,
emocionales...
También
se tuvieron otros objetivos específicos relacionados con nuestro estudio;
-Conocer
en que medida estaban presentes los rasgos definidos para identificar
personalidad que tiende al narcisismos.
-Como
influenciaban en la vida de la persona entrevistada.
-Conocer
el grado de consciencia que de estos rasgos tenían.
Estos
objetivos específicos eran transversales a todos los ámbitos de vida que el
entrevistado contaba, y aunque no había un cuestionario específico para cada
uno de ellos, se podían obtener a partir de otros cuestionarios, como el
cuestionario psicosocial entre otros.
También
se hizo especial hincapié y se profundizó en aquellos discursos que coincidían
con los rasgos de personalidad narcisista, y que en este estudio hemos
operativizado. Esto se realizaba, a través, de preguntas no estructuradas y
libres. Partiendo de nuestro objetivo básico y general se formulaban preguntas
apoyadas en las observaciones y respuestas anteriores del entrevistado. Se
determinaban así aspectos básicos del problema a investigar.
La
entrevista individual se llevó a cabo una vez en semana. La duración fue de una
hora aunque en algunas ocasiones se prologó media hora más debido al discurso
del entrevistado. Antes de llevar a cabo la entrevista individual se preparaba
los objetivos específicos que queríamos cubrir, pero todo ello estaba apoyado
por cuestionarios, especialmente el psicosocial.
Las
sesiones individualizadas se llevaban a cabo a través de la entrevista
psicosocial principalmente (Ver en anexos), sobre todo en las primeras
sesiones. Consiste en un instrumento semi- estructuradoya que, aportaba una
amplia información en todos los ámbitos del entrevistado y permitió profundizar
en muchos aspectos fácilmente. Pero además de la entrevista psicosocial, se
llevó a cabo una batería de escalas y test que se mencionan a continuación:
1º.
Historia Psicosocial Criminológica (Entrevista psicosocial)
2ª.
Escala de creencia en la Benevolencia Humana (E.B.H.) de Thornton & Kline
(1982).
3ª.
Inventario de Conducta Racional de Shorkey & Whiteman (1977)
4º.
Entrevista General Estructurada de Maltratadores. Echeburúa y
Fernandeza-Montalvo (1977).
5º.
Pensamientos sobre la mujer
6º.
Pensamientos sobre el uso de la violencia
7º.
Test de Frases Incompletas de Joseph M. Sacks y Sidney Levy (1950)
8º.
Test de Asociación de Palabras de Jung (1910)
9º.
Test Gestaltico Visomotor de Bender (1938)
10º. Test Proyectivo: House -
Tree- Person – (HTP) de John Buck (1947)
Todos
estos cuestionarios siguieron el mismo orden de aplicación en todos los casos,
pero no había un número de aplicación predeterminado. En algunos casos bastaba
una sesión para aplicar un cuestionarios y en otros se precisaban hasta cuatro
días de aplicación para un sólo cuestionario. Esto dependía de la persona a
entrevistar, de su participación, motivación, y de su forma de expresión.
Debido
a esto el número total de entrevistas individuales para llevar a cabo
todos estos cuestionarios varió de unos casos a otros, debido a varias
cuestiones; el ritmo de expresión y comprensión de cada uno, predisposición a
colaborar, resistencias, negación o aceptación de la tarea, historia de vida...
Por ello, el número total de entrevistas en cada casó varió entre unos y otros,
pero en ningún caso se realizaron menos de 5 sesiones ni más de 20. Por tanto
entre 5 y 20 sesiones fueron aplicadas en casa caso.
Cada
psicóloga del equipo técnico llevó a cabo entre dos y cuatro casos
individuales, por ello, este estudio se centra especialmente en tres casos que
fueron tratados directamente por la investigadora. Aunque, también se cuenta
con los resultados del resto de casos. Estos tres casos no fueron seleccionados
de forma aleatoria sino intencional por la investigadora.
Como
criterios fundamentales para seleccionar estos tres sujetos se tuvo en cuenta
la disposición que tuvieron en las sesiones grupales, las grandes diferencias
que encontramos en sus actitudes y rasgos de personalidad.
De
esta forma se consideró que estos tres sujetos podían ser una cercana
referencia para poder facilitarnos la observación de la posible ausencia y
presencia de los rasgos de la personalidad narcisista y, de una forma más
detallada. Finalmente resultaron arrogaron resultados de forma destacada.
Preparación
de la recogida de datos: LA OBSERVACIÓN
Para
la observación participante, se llevó a cabo tanto en las sesiones individuales
como grupales, pero especialmente en estas últimas, debido a que permitía una
observación amplia de todo el grupo, y mayor riqueza de contenidos al reunir
una misma realidad cotidiana. Además los participantes se reforzaron unos a
otros en sus expresiones lo que permitía superar el efecto de deseabilidad
social que se da en la entrevista individual.
La
observación grupal se realizaba en las dos horas y media de duración de la
sesión. Todas las terapeutas estaban equipadas de un cuaderno y un bolígrafo
donde poder señalar y registrar aquellas conductas llamativas y destacables
para nuestro estudio, así como comentarios, verbalizaciones, gestos,
expresiones, actitudes, reacciones y comportamientos que denotaron rasgos de
personalidad narcisista.
También
se anotaron las experiencias de vida relatadas por los penados. Se tuvieron en
cuenta otro tipo de indicadores que podían ir relacionados con otros rasgos de
personalidad; autoestima, capacidad de introspección, asunción de
responsabilidad, adaptación social...
Para
favorecer la escucha activa de los relatos era importante que mientras una de
las terapeutas profundizada en dichos relatos contando con la participación del
grupo, era otra terapeuta la que registraba de forma escrita dichos relatos,
reacciones físicas y emocionales y, expresión corporal. En cambio, en las
sesiones individuales las observaciones eran menos precisas, ya que, para
reforzar la comunicación entre paciente y terapeuta era preciso hacer las
anotaciones de observación al finalizar la sesión.
Al
tratarse de un grupo de 31 personas, entre ellas 6 terapeutas, muchas veces se
generaban grupos de discusión iniciadas por el relato de uno de los
participantes, y se requería el manejo de técnicas de dinámica y dirección de
grupos, especialmente para guiar los turnos de palabra, impedir las
interrupciones y promover la discusión hacia unos objetivos de beneficio grupal.
En esos momentos ninguna de las terapeutas expresaba su opinión en las
discusiones, aunque en algunos momentos se introducía la participación activa
como estímulo de la discusión y obtener información cualitativa sobre el objeto
de la nuestra investigación.
TRATAMIENTO DE LOS DATOS
Datos
recogidos con las entrevistas y la observación:
En las entrevistas individuales
participaban únicamente el entrevistado y una terapeuta. En ellas se
interactuaba cara a cara. En la primera sesión se hizo una presentación de los
objetivos del estudio y de las personas colaboradoras en la investigación, así
como la petición de autorización para la utilización de datos con fines de
investigación, terapéutico y análisis.
En cada sesión individual se
tenía preparadas las preguntas-guías que se plasmaban en los cuestionarios,
escalas y test. Cada uno de ellos se aplicaba siguiendo cuidadosamente todas
las pautas de aplicación y correcta administración. La terapeuta no intervenía
tras las preguntas, ni aprotaba ideas ni juicios de valor, pero en caso de que
no se abordara los temas que se deseaban tocar la terapeuta iba introduciendo
ciertas preguntas a medida que fuera viendo conveniente.
Una vez que se determinó la
finalidad, la estructuración, el contenido de los cuestionarios, y la forma de
realizar las entrevistas, se tuvo en cuenta la preparación de la investigadora
y la colaboración del resto de colaboradoras.
Se hizo especial incapié en
conocer bien los objetivos en cada sesión, se tuvo en cuenta el ambiente que rodeaba
a los sujetos entrevistados, con el fin de que su presentación: vestuario,
presencia física, etc. no se convirtieran en variables extrañas que
desvirtuaran, y en algunos casos anulasen, los resultados de las entrevistas.
El acceso a los entrevistados se
facilitó debido a la condena que debían cumplir, por tanto la asistencia era
obligatoria. Esto añadía ciertas dificultades para obtener datos fiables en las sesiones individuales, sobre
todo en las primeras sesiones donde la resistencia al tratamiento era mayor.
Para ello, a medida, que se iba ganando confianza terapéutica, a partir de la
tercera-cuarta entrevista , se volvían a las preguntas de las primeras sesiones
pero formuladas de distinta manera. De esta forma podía comprobarse si había
coherencia entre los datotenidos en un momento y otro, a su vez, aumentaba la
fiabilidad de los datos obtenidos en los cuestionarios.
Las preguntas de los
cuestionarios eran principalmente semi-estructuradas y/o libres. La formación y
experiencia de las terapeutas y la investigadora hizo lograr una mayor
profundización en las respuestas de los sujetos. Se tuvo en cuenta algunas
consideraciones en las entrevistas individuales a la hora de formular las
preguntas:
-Se trato de promove un tono de
diálogo distendido que no tuviera apariencia de interrogatorio.
-Nunca se cambió bruscamente de
tema, sino que se utilizaba la última frase del sujeto como transición de un
tema a otro, o para profundizar en alguno de ellos.
-Se mostró interés por las
respuestas del entrevistado con frases que no expresaran ni aprobación no
censura.
-Se cuidó que las preguntas no
contuvieran contradicciones, ni premisasque determinaran respuestas obligadas.
A medida que se realizaban los
test, escalas y cuetionarios, se mencionaban aspectos que guardaban relación
con los rasgos de personalidad narcisista, y en esos momentos la investigadora
profundizaba en las respuestas, y para ello se seguían ciertas estrategias:
-Verbales: Se pedía al
entrevistado de forma sencill y cortés que profundizara más en sus arguemtnos
con frases del tipo “¿podría decirme algo más acerca de la pregunta?”, “me
interesa lo que dice sobre...continúe por favor”. Otra estrategia verbal era
repetir las últimas palabras de su frase y hacer una síntesis de su respuesta,
lo que provocaba, en la mayoría de los casos, la necesidad de extenderse o
matizar las respuestas.
A veces se seguía esta estrategia
pero cambiando conscientemente el sentido de los que decía el entrevistado, lo
que provocaba que para justificar su respuesta y aclarar la duda, añadiera
nuevos elementos y especificara lo que había dicho anteriormente.
Por otro lado, la forma más
sencilla para profundizar era la utilización de formas interrogativas: Cómo,
Por qué, Cuándo...
-No verbales: Se tuvo
especialmente en cuanta para el cambio de turno al contestar y preguntar, a
través, del contacto visual. De esta forma cuando la investigadora buscaba la
opinión del entrevistado fijaba en él su mirada. También se utilizaba el
silencio acompañado de un contacto visual para favorecer que el entrevistado
continuara su discurso.
En las entrevistas se cuidaba de
crear un clima de confianza y cooperación que asegurara unas condiciones
aceptables de validez. Se aseguraba una mínima comodidad durante el tiempo de
la entrevista, procurando evitar la influencia de terceras personas, la
intimidad del espacio, la luz adecuada para llevar a cabo ciertas pruebas, etc.
Además de todo esto se trató de
controlar al máximo la influencia mutua que se da en la interacción entre el
entrevistado y la entrevistadora. Entre estas influencias observamos que
existían ciertas influencias por parte de la investigadora, como el
condicionamiento verbal y no verbal. Expresiones del tipo “ajá”, “mmm”, “bien”,
etc.y no verbales como movimientos afirmativos de cabeza, gestos
desaprobatorios, etc., en ocasiones, influenciaba de forma decisiva. El hecho
de que la investigadora fuera mujer hacía que hubiera mayores resistencias al
contestar preguntas relacionadas con la sexualidad o el género, algo que ocurría
en menor medida cuando el terapeuta era varón.
Se hace consciente en este
estudio, que las influencias derivadas de la interección dada en la entrevista
no puede eliminarse, resulta imposible controlar absolutamente toda la
comunicación verbal y no verbal.
Sin embargo, se pudo extraer
varias conclusiones, una de ellas las veces que percibimos una clara
contradicción entre los que el sujeto estaba diciendo, (por ejemplo, “estoy
tranquilo”), y lo que observábamos (sudoración de manos, tartamudeo, etc.). Es
aquí donde más importante se hacía la observación, ya que, se tomo como un
indicador muy importante la expresión no verbal, por ser menos elaborada y
menos controlable. Aunque no se anuló la respuesta verbal del sujeto, sí se
tomó como poco fiable.
En cualquier caso, hubiese o no
contradicción entre el lenguaje verbal y no verbal, siempre se tuvo en cuenta
que los datos obtenidos por medio de entrevistas se interpretaron de forma
menos rígida y dogmática posible.
Datos
recogidos con tests y escalas:
Todos los tests y
escalas utilizadas para toda la muestra fueron aplicadas en el mismo orden y
siguiendo cuidadosamente todas las pautas de aplicación y correcta
administración.
La mayoría de las pruebas aplicadas fueron de tipo proyectivo, y
debido a la naturaleza de las mismas, se analizaron y corrigieron de una forma
narrativa y descriptiva sin necesidad de cuantificar los datos, además se
interpretaron teniendo en cuenta el discurso narrativo y descriptivo del
entrevistado.
Para
la corrección de los test y escalas aplicados al grupo, se hizo previamente una
formación exhaustiva en test proyectivos, conociendo a fondo su aplicación e
interpretación. El tratamiento y corrección posterior de los resultados fue
guiada por las instrucciones de corrección específicas de cada escala y test.
En ningún caso, ninguno de estos test se consideró prueba
definitiva para emitir ningún tipo de diagnóstico ni decisión concluyente para
establecer un determinado tipo de personalidad.
Las
escalas y test, junto a las observaciones, entrevistas y registros, se
consideraron indicadores para comprobar la aparición de los rasgos narcisistas
explicados anteriormente. En ningún caso, el tratamiento de los datos fue el
diagnóstico o la consideración definitiva de si existe o no este tipo de
personalidad narcisista en estos hombres.
La
función de la recogida de datos y su posterior tratamiento fue permitirnos
describir los rasgos de personalidad que más se acercaban al perfil narcisista.
Los resultados de las escalas y tests fue complementario a los datos recogidos
por las entrevistas y las observación. En algunos casos, al contrastar los
resultados obtenidos a través de los tests, de lo observado y lo entrevistado
había datos que guardaban coherencia entre sí y otros no.
Todas
las sesiones se llevaron a cabo de una forma horizontal, tratando de igualar
las condiciones para favorecer un clima de cercanía. En muchas ocasiones las
terapeutas nos sentábamos entre los integrantes del grupo dando una integración
plena y horizontal para facilitar la relación, invitar a la participación y
generar un espacio cálido y agradable.
Cada
terapeuta tenía un cuaderno y un bolígrafo donde se apuntaron todos los
acontecimientos que resultaban de especial interés, curiosidad o importancia
para abordar en terapia. Todo ese registro nos facilitó hacer un seguimiento de
la evolución de los hombres asistentes al grupo terapéutico.
Tras
las sesiones grupales el equipo terapéutico nos reuníamos para comentar el
resultado y el proceso de la sesión, así como cosas a mejorar y abordar en
próximas sesiones. En ese momento también se aprovechaba para intercambiar
percepciones, registros y observaciones que habían sido de especial interés. De
esta manera, teniendo en cuenta las distintas perspectivas se pudo controlar la
posible subjetividad en las interpretaciones y ceñirnos a la realidad lo más
objetivamente posible. En todo momento se tuvo en cuenta como base la
psicología clínica, evitando todo lo posible las deducciones propias.
Todo
esa información quedó plasmada en un diario de las sesiones donde se
especificaban también las posibles incidencias, las faltas de asistencia, la
puntualidad, el transcurso de la sesión y la palabra final que todos los
participantes del grupo tenían oportunidad de decir al finalizar la sesión.
Esta palabra final trataba de resumir brevemente lo que les había parecido la
sesión, se trataba de animar a la crítica constructiva y mejoras futuras.
Después
de las sesiones grupales, se comentaban los registros y se debatía sobre aquellas
reacciones, conductas y relatos que se habían registrado y en los que existían
discrepancias en las distintas interpretaciones entre las terapeutas. De esta
forma, al contar con distintos puntos de vista e interpretaciones se favorecía
la eficacia y validez de la observación, disminuyendo la subjetividad de la
investigadora.
Además,
todos los registros fueron interpretados teniendo como referencia la lectura
previa de las investigaciones realizadas en la línea de nuestro trabajo y, la
operativización de los conceptos.
Principales Resultados
El
grupo terapéutico se inició en el mes de octubre de 2013 con un número de 25
hombres. Todos ello estaban condenados por violencia de género y a los que se
les había aplicado la suspensión de condena. Consistió en un grupo con edades
comprendidas entre los 30 y 60 años. Ninguno
de ellos tenía dificultades en la lectura y escritura del castellano. La
mayoría era de origen español, pero también había algunas personas de origen
latino americano y, africano en menor medida. Solo
uno de los asistentes acudía de forma voluntaria, y sólo uno de ellos estaba en
esos momentos ingresado en prisión.
La terapia comenzó con un rechazo general por parte de todos los
penados asistentes. Todos ellos, mantenían la idea y resistencia inicial
esperable de negación a la participación e identificación con el grupo. Ninguno
de los asistentes consideró ser responsable de los actos que les llevó allí.
Todos veían injusta las medidas legales que se habían tomado
contra ellos. Algunos admitían el error cometido pero se justificaban de
diversas maneras, muchos de ellos minimizaban la gravedad de los motivos que
por los que habían sido condenados. Otros consideraban que lo sucedido no fue
propio de su persona sino a las consecuencias del alcohol y otras drogas.
Ninguno admitía considerarse machista o tener ideas negativas
contra la mujer. En cambio, a lo largo de las sesiones admitían con mayor
frecuencia y de forma general que fueron sus parejas las que provocaron la
situación de violencia, por tanto, ellos se sentían atacados hasta tal punto
que se vieron empujados agredir.
Muchos de ellos seguían aún conviviendo con la pareja que les
había denunciado. Otros tenían encuentros esporádicos. Algunos se quejaban de
que actualmente la pareja que les había denunciado no paraba de “perseguirlos”,
“controlarles” y llamarles de forma compulsiva al móvil. Al reflexionar sobre
los motivos por los que a veces una persona puede continuar en una relación
dañina y tóxica, muchos lo asociaban a la idea del amor y sus mitos, cobre todo
el relacionado con el la media naranja, la fidelidad y el “quien bien te quiere
te hará sufrir”.
Al hacerles pensar sobre los motivos por los que seguían en una
relación cuya pareja les había denunciado, en general lo consideraban “una
equivocación” por parte de la mujer, de la que cuando quiso rectificar y
retirar la denuncia “no pudo hacer nacer nada”, ya que, la denuncia sigue
adelante pese a que la mujer se retracte o quiera retirarla.
Ellos no asociaban ni consideraban los motivos por los que la ley
impide que una mujer retire una denuncia por violencia de género. No valoraban
la posibilidad de dependencia que ambos pueden padecer en una relación de
violencia. Además de otro tipo de posibilidades y dependencias que padece la
mujer maltratada que explican los
motivos por los que sigue unida a su agresor.
Esto nos hizo ver con claridad la dificultad para poner límites,
valorar sus situación sin intentar modificar la conductas de sus parejas y
decidir romper una relación tóxica para ambas partes. Al explicar este concepto
muchos identificaban a sus parejas como la parte tóxica de la relación. Con
cada concepto señalado, ellos solían identificar a sus parejas y se mostraban
distantes a identificarse ellos mismos.
Esto
eran claros signos de ausencia plena, e incluso desconocimiento, de la empatía.
Rasgo destacado en la personalidad narcisista. Ante ciertas dinámicas dirigidas
al trabajo y entrenamiento de la empatía, todo el grupo mostró una gran
incapacidad para reconocer y experimentar lo que otras personas sentían. Muchos
lo consideraban “muy difícil” y algo que nunca se habían cuestionado, otros lo
sintieron como algo “absurdo” ya que no les parecía práctico ponerse en el
lugar de otra persona con la que no tenían cierto vínculo. De forma general
confundían la empatía con “el sentir lástima” por otras personas.
Lo
más alarmante fue la gran dificultad con la que se encontraban para identificar
emociones y captarlas como características que podían sentir sus parejas. Más
de la mitad del grupo no consideraba que una mujer no debía quejarse al
dedicarse plenamente en casa y dedicarse al cuidado del hogar. Muchos de ellos
afirmaban “ya me gustaría a mi estar como ella”. Sin embargo, cuando se puso en
situación de cambio de roles todos ellos consideraban a un hombre poco viril si
se dedicaba a las tareas domésticas y era la mujer quien traía el dinero a
casa. No identificaban el poder que conlleva el dinero y tampoco la necesidad
que las mujeres podían tener sobre ello.
En
general, con respecto a la empatía, todos mostraban incapacidad para reconocer
y experimentar lo que otros sentían. Muchos de ellos mostraban gestos de
rechazo o indiferencia, otros preferían apartar la atención y no reflexionar
sobre el tema. Éstos últimos mostraban cierta pena o compasión, temían ponerse
en el lugar de la otra persona y especialmente de sus parejas.
La
dificultad que éstos últimos tenían para asumir la responsabilidad de los
hechos pudo observarse en sesiones individuales que estaba relacionada con el
daño que a su autoestima les provocaba empatizar con una emoción negativa que
ellos mismos habían provocado a sus parejas, tales como; la humillación, la
tristeza, la ansiedad, la ira...
En
ambos casos la falta de empatía pudo observarse que tendía a provocarse debido
a localizar el locus de control de sus actos fuera de ellos. Perdiendo el
control de sus vidas sin que ellos fueran conscientes de ello. En muchos casos
preferían situar el control de la situación fuera, teniendo la sensación que
ellos nada podían hacer por controlar la situación y de ahí la dificultad para
marcar límites.
Al
poner el control fuera sin ser conscientes de ello, muchos interpretaban que
dependiendo de la mujer con la que estuvieran desencadenaría o no en maltrato,
sin que ellos pudieran hacer nada por evitarlo, ya que, ella era provocadora de
la situación. De ahí se alimentaban la idea general sobre la “maldad de las
mujeres”, “todas las mujeres son malas”.
Un
ejemplo claro de la relación existente entre la falta de empatía y el locus de
control externo fue la frecuente queja de “no entender por qué sus parejas se
enfadaban o actuaban como actuaban”. Esto puede indicar que además de no
conectar con las emociones de la otra persona, achacaban toda la responsabilidad
de la situación fuera de ellos mismos sin valorar la opción de
responsabilizarse en cierta medida. Esto les podía impedir comprender que en
una relación las responsabilidades deben ser compartidas equitativamente y que
un conflicto es causado por ambas partes.
Por
las evaluaciones, actitudes, ideas y comportamientos valoradas en este estudio,
se pudo observar que la tendencia de algunos hombres del grupo era no conectar
de forma consciente con las emociones de la otra persona y no por dificultad o
incapacidad. Algunos tenían capacidad suficiente de empatía pero tendían a no
hacerlo cuando se trataba de sus parejas, o de sentimientos de malestar
derivados del rol que desempeñan las mujeres.
Estos
mismos utilizaron diversas formas de justificación para no legitimar las
reacciones y emociones negativas de sus parejas ante un conflicto. En muchos
casos concluían con la idea de “es su problema”, “no está bien de la cabeza”,
“no es normal que se ponga así”. En ningún momento sintieron parte de responsabilidad
en el conflicto o en la reacción de sus parejas. En cambio, si consideraban esa
misma reacción como una forma de provocación hacia ellos “lo hizo por
fastidiar”, “ellas saben como sacar a uno de quicio”.
Esta
falta de empatía, llevaba en mucho casos a no identificar la responsabilidad
del daño causado en la pareja y a justificarse una y otra vez de las reacciones
agresivas hacia sus parejas. Este rasgo, muy propio del narcisismo, llevaba a
otra característica particular; la percepción egocéntrica de la realidad. Esta
imagen distorsionada de uno mismo les hacía resaltar aquella realidad que
reforzaba su propia grandiosidad.
Muchos
de los señores que formaban el grupo explicaban situaciones de pareja en las
que ellas les decían “lo mucho que les querían” y “lo equivocadas que
estuvieron por denunciarles” y el arrepentimiento que sentían por hacerlo.
Uno
de los miembro con los que se trabajó en profundidad en sesiones individuales,
argumentaba que “no discutimos porque ella sabe que yo tengo razón”, “a veces
se enfada pero eso es porque viene cansada y no se lo tengo en cuenta”. En el
momento en que su 2importancia o perfección” se veía cuestionada o confrontada
por su pareja, éste lo negaba. Si con la negación de esa realidad, ella no se
retractaba o cedía él decía explicarle con tranquilidad los motivos por los que
pensaba que ella se esta equivocando.
Esto
era una forma de negar esa realidad “imperfecta” de su persona. A medida que
explicaba esta serie de situaciones, diversas señales fisiológicas y
conductuales se dejaban ver; tos nerviosa, agitación, aumento del tono de voz,
interrumpir al terapeuta, rojez de cara y cuello, además de un discurso
acelerado, alterado y contradictorio. Este comportamiento parecía incoherente
con las actitudes de tranquilidad que según él mantenía en todo momento en los
conflictos de pareja.
La
percepción egocéntrica de la realidad, es un rasgo típico de la personalidad
narcisista, y en el momento en que se confrontaba terapéuticamente de una forma
coherente y real, muchos se agitaban, rechazaban dicha confrontación y muy
pocos admitían esa realidad. Este rechazo se hacía más explicito cuando se
trató de forma grupal, la violencia física y psicológica.
Al
principio, todo el grupo consideraba que los motivos que les haba llevado allí
no eran tan graves como para haber sido condenados. Negaban la realidad de lo
que se consideraba violencia física y les parecía exagerado considerar ciertos
comportamientos como violentos; “la agarré así nada más, pero ella es de moratón
fácil”, “algunas se lesionan van al médico y dicen que las ha agredido su
marido”. Constantemente negaban una realidad que pudiera cuestionar su
“perfección” o que pudiera etiquetarles como “violentos”.
Todo
estas reacciones son consideradas en psicología como resistencias de la persona
a asumir sus propias dificultades. En muchos casos analizados en el grupo, esas
resistencias parecían ir muy ligadas con la autoestima. Una forma de hacer
visible la autoestima es la forma de reaccionar ante una realidad que choca con
sus ideas preconcebidas. Si esta reacción es el rechazo, y se manifiesta a
través de distintas formas como; la negación, la justificación, el sentirse
ofendido o la rabia.
Según
este rechazo podemos hacernos una idea de dónde puede estar situada la
autoestima. Esa reacción de rechazo, puede indicar que bajo un “caparazón”
psíquico fuertemente construido se alberga una gran sensibilidad y temor a ser
herido, a que su autoestima pueda verse atacada y a que sus creencias y valores
se desequilibren, quizá por no estar debidamente asentados.
Esta
hipersensibilidad a la evaluación de los demás
va muy asociada a los niveles de autoestima y resulta ser otra
característica propia de la personalidad narcisista. Cuando en el grupo se
trabajó los roles de género, la socialización, la igualdad y la ley de
violencia de género, muchas reacciones parecían mostrar un alto rechazo,
comentarios de desacuerdo, menosprecio, inutilidad, negación a querer admitir
que exista una influencia social en la construcción del género, e incluso se
podían interpretar ciertas reacciones como propias de la rabia.
En
algunos señores estos rechazos no se expresaban en las sesiones grupales,
permanecían en silencio y consideraban “curioso” y “complejo” el tema tratado.
Sin embargo, al acudir a las sesiones individuales mostraban con mayor
facilidad sus opiniones al respecto; “no se que tiene que ver que juegues con
muñecos con lo que nos ha traído aquí”.
Esto
se podía interpretar de muchas maneras, pero según los rasgos de la personalidad
narcisista, podemos asociarlo al maquiavelismo. Es decir, el descubrir que
niños y niñas se crían y educan en distintos roles, socializados de distinta
manera, hace perder el control que siempre hemos pensado tener en nuestras
formas de ser y actuar “yo soy así, nacemos así y no podemos cambiarlo”.
Este
descubrimiento puede conllevar temor, ya que, devuelve la responsabilidad de
los actos, no es algo innato y estable en el tiempo, Implica pararnos a pensar
y responsabilizarnos de los actos teniendo en cuenta que hemos sido criados de
distinta manera.
Recordemos
que en la mayoría de los casos en este grupo, el rechazo a la responsabilidad
de los propios actos violentos, y situar el locus de control en el exterior
cuando se trata de justificar dichos actos, era predominante en el grupo, y
especialmente en aquellos señores que tendían a manifestar mayores rasgos
narcisistas.
Si
admitimos que existe una sociedad que nos hace interiorizar ciertos
comportamientos y los asumimos como propios, puede hacernos sentir de muchas
maneras, una de ellas sería; sentir que el control de nuestros está exento de
uno mismo, es producto de la construcción social y, otra forma sería:
frustrarnos al aceptar que no podemos manipular la realidad a nuestro antojo. Esta
segunda manera puede ir más asociada a la personalidad narcisista,
concretamente con el maquivelismo.
La
tendencia a ver a los demás como extensiones de uno mismo a los que podemos
manipular y utilizar en beneficio propio se define como maquiavelismo, según la
literatura consultada. Los señores que mayores rasgos narcisistas parecían
manifestar razonaban considerando que “hombres y mujeres nunca podrán ser
iguales” debido fundamentalmente a las diferencias biológicas. Consideraron en
mayor medida que hombres y mujeres nacemos diferentes y por tanto hay trabajos
y labores asignados y ajustados a esas diferencias.
Resultaba
difícil hacer entender las diferencias entre sexo y género, y más difícil aún
implementarles la idea de igualdad de género, la cual, era considerada como
algo “imposible”.
En
cuanto a los sentimientos de omnipotencia, omnisciencia y poder especial,
encontramos en el grupo la tendencia a manifestar esta imagen distorsionada de
uno mismo, propio de la personalidad narcisista. Se pudo observar en la
argumentación y narración de algunos señores a la hora de razonar ciertos temas
tratados en sesión. En un principio, todos parecían seguros de sus argumentos y
sus ideas pero en el momento en que se hizo razonar y se confrontó con datos
reales, la mayoría de ellos comenzó a dudar de los que decía, y sobre todo
cuando entere ellos comenzaron a opinar de forma contraria.
Ejemplo
de ello es uno de los días en que se generó un debate acerca de si el hombre se
encintraba desprotegido y tratado injustamente por ley, en cambio, consideraban
que la mujer estaba fuertemente sobre protegida y era ella quien hacía un mal
uso de esa protección. También consideraban de forma general que el hombre no
pudiera denunciar a su mujer por maltratarle. Pese a no conocer ningún caso
ellos estaban totalmente seguro de la existencia de dichos casos, en que era el
hombre sometido al maltrato de la mujer. Ellos parecían estar tan seguro porque
así lo pensaban y además el grupo les apoyaba.
Cuando
se les explicó los motivos y el origen del concepto de violencia de género,
cuando se les indicó la realidad objetiva y estadística de dicho problema
social, cuando se les argumentó la complejidad e imposibilidad de determinar
cuando puede considerarse una agresión hacia la mujer más o menos grave y
cuando se les indicó la legitimada que la sociedad hace al varón del uso de la
violencia y como ellos son víctimas de su propia violencia y que son ellos
quienes ridiculizan a un varón por ser agredido por una mujer, reinó en el grupo
un silencio breve pero intenso.
Ocurrió
entonces varias reacciones; algunos señores del grupo, menos de la mitad,
permaneció en silencio, otros dudaban en sus ideas que tan fuertemente habían
defendido, otros no se interesaron por escuchar nuestras explicaciones y
siguieron aferrados en su idea guardando silencio e insistiendo en ellas cuando
se les preguntaba.
Uno
de los señores que más rasgos narcisistas parecía manifestar, asentaba con la
cabeza, asintiendo gestualmente, ante nuestras explicaciones, además mostraba
una leve sonrisa y entornaba los ojos de vez en cuando dejando caer que todo lo
que estábamos argumentando él ya parecía saberlo.
Ante
el silencio general de los compañeros, él replicó nuestras explicaciones al
grupo mientras buscaba nuestras miradas. Él parecía buscar la aprobación de las
terapeutas a través de la mirada, ya que, cuando las terapeutas asentían con la
cabeza a lo que decía, él elevaba el tono e interrumpía a los compañeros que
reaccionaba con una argumentación contraria.
Esta
comunicación no verbal sucedía de forma continua ante la nueva explicación que
estaba dando y radicalmente opuesta a la idea que en un principio imploraba. La
elevación del tono, la rojez de su cara y cuello cuando sus compañeros le
discrepaban, las continuas miradas buscando la aprobación de las terapeutas, y
las contradicciones que mantenía cuando se le preguntaba en profundidad sobre
lo que estaba diciendo, podíamos interpretar que él no estaba muy seguro de lo
que decía.
Además,
cuando se le hizo preguntas en la línea de lo que estaba argumentando dudaba de
ellos y volvía a razonar con los argumentos mantenidos inicialmente, antes de
nuestras explicaciones. Eso le hacía emitir distintas contradicciones, lo cual,
nos daba a entender que la nueva idea adquirida no estaba bien trabajada, ni
interiorizada, más bien podía tratarse de deseabilidad social, o agrado hacia
las terapeutas.
La
deseabilidad social, el sentimiento de poder especial y la inflación de la
autoestima fueron rasgos que parecían manifestarse de forma especial en la
mayoría del grupo. Cuando tratamos las emociones negativas como la rabia la
envidia, los celos…muchos negaban haber sentido dichas emociones o en el mejor
de los casos, consideraban que quizá las habían sentido pero su problema era no
poder identificarlas.
Todos
parecían mostrar un embellecimiento de su persona, se negaban a admitir
momentos en los que podían haberse sentido menos alegres e incluso tristes. En
cambio, supimos por informes y por ellos mismos en sesiones individuales, que
muchos de ellos tenían antecedentes psiquiátricos relacionados con las drogas,
el alcohol, la depresión, la ansiedad y otro tipo de dificultades como los
celos, la impulsividad, el control de la ira y otras emociones negativas.
Cuando
se hablaba de estos temas en sesión todos parecían no saber de lo que estábamos
hablando, y así lo interpretábamos debido a sus gestos de extrañeza, a sus
argumentos justificativos en contra de lo que decíamos, y sobre todo el
sentimiento de no poder hacer nada para cambiar o afrontar las situaciones de
una forma sana y adecuada. En cambio, la mayoría tomaba notas y ponía especial
interés cuando se hablaba de estrategias de afrontamiento relacionadas con los
pensamientos distorsionados y la gestión de emociones como; el control de la
ira, los celos y la rabia.
Los
sujetos que parecían mostrar rasgos muy tendientes al narcisismo, optaban por
el rechazo a escuchar las explicaciones, el silencio, la defensa continua,
irreal e imposible de sus propias ideas, el ataque hacia los que pensaban de
forma diferente a ellos y el manifestar abiertamente su opinión acerca de
nuestras explicaciones; “lo que hacéis no me vale para nada”, “creo que todo lo
que estáis diciendo en estos meses lo podríamos haber dado en dos días”.
En
cambio, las reacciones fisiológicas, que no pueden ser controladas de forma
consciente, eran contrarias a la aparente tranquilidad que querían demostrar.
Algunas de esta reacciones era el enrojecimiento de cara y cuellos, el sudor
que a veces se dejaba ver en la frente, el tartamudeo al dirigirse a los
terapeutas cuando ellas se dirigían a él especialmente, la tos nerviosa y seca
al hablar un tema preciso y concreto, la argumentación acelerada y el
atropellamiento de las palabras en un discurso acelerado.
Éstas,
entre otras eran señales que podían indicar cierto nerviosismo. A su vez, esto
recuerda a otro rasgo propio de la personalidad narcisista; la
hipersensibilidad a la evaluación de los demás. Estas reacciones en el grupo se
ponían de manifiesto cuando los compañeros se dirigían a ellos
contra-argumentando sus opiniones. También cuando las terapeutas se dirigían
personalmente a ellos, en estas situaciones hay que añadir la incapacidad de
mantener la mirada o mantenerla durante breve tiempo la apartaban a otros
sitios o miraban hacia el suelo y guardar posteriormente silencio. Esto podía
interpretarse como cierta vergüenza.
Estas
reacciones también sucedían cuando a estos señores se le señalaba un comentario
de otro miembro del grupo como más ajustado a lo que estábamos tratando en
sesión. En estos casos podíamos interpretarlo como cierta preocupación por la
comparación con los otros.
Además
de las reacciones fisiológicas, gestuales y narrativas, que podíamos observar
como muy similares en los sujetos con mayor tendencia a ciertos rasgos
narcisistas, fueron el rechazo continuo a hablar de su pasado o a recordar los
sucesos más positivos de su infancia. Lo argumentaban afirmando que “no me vale
de nada recordar algo que ya no existe”, en uno de los casos, a final de la
terapia individual llegó a admitir que no quería “recordar lo bueno” porque “lo
echaría de menos”.
Manifestaban
muchas resistencias a hablar de su pasado, o hablaban de él como si hubiese
sido de lo más normal, sin nada malo a destacar, o, en el caso de los sujetos
con rasgos de personalidad narcisista más marcados consideraban que “no habían
sido valorados como se merecían”, se posicionaban en el lugar de víctimas y
siempre terminaban considerando que eran los que finalmente tenían razón ante
los conflictos y eran los demás los que se acababan dando cuenta y pidiéndoles
disculpas. Por otro lado, aquí también
encontramos algunas diferencias entre la reacciones de estos sujetos.
Partiendo
de la base de que todos y cada uno de los señores que acudía al grupo bajo
obligación penal rechazaba acudir a las sesiones individuales, hubo diferencias
a la hora de “engancharse” a ellas. Algunos sacaron mayores beneficios al
aceptar estos espacios individuales como propios y un espacio donde poder
desahogarse y explicarse mejor.
En
cambio, los sujetos que más tendencia parecían tener a los rasgos narcisistas,
reaccionaron de distinta manera; algunos exigieron ceñirse a las pruebas
psicométricas que debían pasar en el menor número de días posibles, otros
parecían indiferentes en dichas sesiones pero fueron los que más puntualidad
tuvieron, sin faltas de asistencia y con alta participación, aunque con
dificultades para hablar de su pasado y para confrontar con ciertas
distorsiones cognitivas.
Todas
las características que hemos ido describiendo, llevaban como resultado
principal la agresividad manifestada de diversas formas a veces más sutil y
otras veces más explícitas, no sólo en el discurso narrativo que mostraban al
defender sus argumentos , sino también a la hora de afrontar conflictos con
amigos, familiares y especialmente con la pareja, motivo por el cual estaban
condenados. Los acontecimientos que de forma grupal e individual, estos señores
compartían tenían como resultado y consecuencia la agresión, a veces física,
psicológica, o emocional hacia las otras personas de las cuales se sentían
atacado.
Muchas
de estas reacciones agresivas parecían estar asociadas con la frustración que
les provocaba, según ello, la dificultad de encontrar otros caminos de
afrontación. La frustración parecía radicar en la mala gestión emocional, uno
de ellos argumentaba “no se porque me es tan imposible llorar”, no recordaba
cuando había sido la última vez que lloró, otros en cambio justificaban su
reacción violenta considerando que “ya estaba muy hartos”, que no tenían otra
alternativa después de haber intentado otras opciones.
Al
final del tratamiento resultó ser de gran interés conocer la emoción de la ira,
la lógica de su funcionamiento, la escalada que sigue y su asociación con la
tristeza. Eran frecuentes los acontecimientos que contaban de la vida cotidiana
y como se habían dado cuenta de cuando comenzaban a sentir la ira, decían haber
logrado identificarla y el algunos de los cosas hacían la comparativa de cómo
habrían actuado anteriormente y de cómo habían optado a actuar en el presente.
Las
personas narcisistas presentan dificultades para manjar la agresión y está
asociada clínicamente con la envidia. En el caso de los señores que de forma
más marcada indicaban presencia de rasgos que tendían al narcisismo, muchos de
sus conflictos con los demás provenían de la familia, y especialmente de sus
hermanos. Algunos de ellos hablaban de cómo beneficiaban a a sus hermanos y
ellos eran castigados por los mismos actos, esto les hacía sentir injustamente
tratados en la infancia, y menos valorados y apoyados que sus hermanos. Así es
como ellos decían haberlo vivido.
En
relación a la envidia, en ningún caso expresaron literalmente sentir envidia
por sus hermanos pero si repetían en varias ocasiones “claro como él era el
bueno, nunca se metía en problemas, yo, en cambio, era la oveja negra”.
En
la vida adulta, esto se traducía en malas relaciones familiares con los
hermanos, en la mayoría de los casos. Esas malas relaciones estaban marcadas
por disputas familiares, problemas de comunicación e interpretaciones negativas
acerca de las conductas de sus familiares.
Todo ello, hacía que devaluaran a sus hermanos y se sintieran atacados
por ellos continuamente, interpretaban muy convencidos los pensamiento de
éstos, ya que, “les conozco muy bien”.
Estas
malas relaciones aumentaban cuando estos señores necesitaban algo de sus
hermanos, en algunos casos ocultaban la situación penal en la que se
encontraban; “¿para qué se lo voy a decir?”, y en otros casos en los que la
familia era conocedora de su situación y de la asistencia al grupo terapéutico
sentían que más les atacaban “y ahora tengo esto…”.
La
rabia que transmitían al devaluar a sus hermanos, en alguno de los casos, les
hacía más difícil admitir que necesitaban de ellos económicamente y al pedirlo
decían odiar sentirse dependientes de ellos, aunque por otro lado justificaban
de muchas maneras porque no eran dependientes, como si quisieran convencer de
ello al grupo y a las terapeutas.
Casi
todos los miembros del grupo se encontraban en situación de desempleo, lo cual,
les hacía estar en casa durante más tiempo del habitual, y en los casos que
tenían pareja decían hacer todas las cosas de la casa y que era ella quien
trabajaba. Esto decían verlo como algo bueno y no estaban en contra, pero al
trabajar roles y estereotipos con distintas dinámicas, consideraban que esto no
es lo esperable y que “no está bien visto”.
En
el caso de los señores con mayor tendencia a manifestar rasgos relacionados con
la personalidad narcisista que, se encontraban en situación de desempleo y eran
sus parejas las que trabajaban, decían que ellos ganaban más cuando trabajaban.
Es posible, teniendo en cuenta la relación clínica existente entre narcisismo y
envidia, que esto fuera uno de los motivos por los que algunos conflictos con
sus parejas terminaban en agresión. Pero esto no es algo que hayamos podido
observar en nuestro estudio.
Por
último, cabe destacar el estado pesimista y la soledad como rasgos destacados
en la personalidad narcisista. De forma general, en el grupo terapéutico
reinaban las ideas desoladoras, la impotencia ante la posibilidad de cambiar el
rumbo de sus vidas y especialmente con el de sus parejas, el pensamiento distorsionado
de la visión catastrófica y un profundo sentimiento de tristeza ante su
situación penal actual, eran motivos frecuentes en el discurso de los miembros
del grupo.
Estas
visiones pesimistas que algunos sujetos con características tendientes al narcisismo
tenían más marcadas que otros en sus discursos, trataban de imponerlo a los
demás, sintiéndose reforzado y mostrándose más tranquilo cuando controlaban la
idea general del grupo. Algunos señores en sesiones individuales comentaba que
“yo no pensaba tan mal de la mujer antes de venir aquí”, “todos hablan mal de
las mujeres y ya no se que pensar”.
Precisamente
esa era otra de las contradicciones que más se fueron observando, por un lado
tenían fuertes comentarios de rechazo hacia las mujeres y todo lo que implicaba
un empoderamiento para ellas, como la protección de la ley, su incorporación a
ciertos trabajos remunerados, en cambio todos daban una importancia especial al
valor de la familia y a su creación con una mujer. Podríamos interpretar, debido
a su historia de vida, que la mayoría de ellos no habían estado sin pareja por
mucho tiempo. La mayor parte de su vida está marcada por la compañía
sentimental de una mujer, así como los acontecimientos más relevantes. Desde el
punto de vista psicológico podemos determinar cierta dependencia emocional,
pero nos faltarían datos para corroborar que así existiera.
Los
sujetos que manifestaron mayores signos de rasgos relacionados con la
personalidad narcisista se mostraban más vulnerables ante la pérdida del amor y
por tanto, mayor nivel de celos, pero menor aceptación del temor a ser
abandonados, y la temible relación de dependencia que podría ocasionarles el
implicarse emocionalmente demasiado en una relación sentimental. De esta forma
se expresaban con pocas reacciones emocionales y les costaba mayor esfuerzo
comprender los enfados de sus parejas, así como empalizar con sus estados de
ánimo. Algunos de ellos razonaba en tono indiferente: “no existen los amigos”,
“no te puedes fiar de nadie”, “tú tienes que ser tu mejor compañero”, “mi mayor
apoyo es la Biblia”, “yo no tengo a nadie”.
En
cuanto a la adaptación social, podríamos decir que de forma general las
personas del grupo que más tendieron a manifestar mayor número de rasgos
relacionados con la personalidad narcisista tenían una correcta adaptación
social en cuanto a la responsabilidad; escaso número de faltas de asistencia
grupales e individuales, asistían en buenas condiciones higiénicas, y plenas
condiciones cognitivas.
En
cambio, estas mismas personas presentaban baja habilidad social y eran
considerados por el grupo como “prepotentes”, “saberlo todo” o “egocéntricos”.
Normalmente esto se debió a que con elevada frecuencia hablaban con un lenguaje
narcisista centrado en su propia persona y utilizando en la mayor parte del
discurso el pronombre personal simple “yo”.
Aprovechaban
la historia de cualquier compañero del grupo para incluir la suya propia y
darle una mayor dramatización, para ello solían interrumpir al compañero antes
de que terminara de hablar y emitían sonidos de silencio para que el resto del
grupo les permitiera contar su historia y ser escuchado. Pese a ello, solían
levantar la mano para pedir el turno de palabra, aunque en otras ocasiones no
lo hacían. A medida que avanzaba el programa, cuando estas personas hablaban el
resto del grupo comenzaba a emitir opiniones y críticas del tipo “ya está el
que todo lo sabe”, “que nos importa sus historias”, “nos aburre”. Esto nos daba
motivos para interpretar que estos señores no presentaban una adecuada escucha
activa dirigidas a los compañeros, pero si dirigida a las terapeutas.
En
cambio, estas personas parecían ignorar las críticas que el grupo les emitía y
solían dar la razón a las terapeutas cuando tratábamos temas que mas
confrontaba al grupo. Esto último tiene que ver con lo que definimos como
deseabilidad social. Aunque estas
personas parecían manifestar una elevada deseabilidad social, sobre todo en la
continua aprobación de los conceptos explicados, no solían comentar dudas ni
cuestionamientos. En cambio, eran frecuentes las veces que aprobaban el
programa terapéutico y mencionaban los descubrimientos personales que “gracias”
al programa habían logrado.
Estos
señores también solían admitir aspectos que el resto del grupo no admitía en un
primer momento. En cambio, por sus gestos, sus reacciones fisiológicas
relacionadas con la ansiedad, sus argumentos contradictorios y el resto de
pruebas y escalas aplicadas, no parecían tener muy interiorizados los conceptos
que admitían en un primer momento y defendían a favor de las terapeutas.
Conceptos de mayor controversia como los relacionados con los celos y la
violencia psicológica.
Por
último, los señores con mayor presencia de rasgos relacionados con la
personalidad narcisista, no manifestaron tener una mejor tolerancia a la
frustración y a la espera en comparación con el resto del grupo. En cambio, si
presentaban una menor flexibilidad horaria, es decir, emitían reproches ante la
cancelación o ante un posible cambio de fecha en las sesiones individuales.
También
manifestaron ciertas diferencias en cuanto a la ansiedad por conocer el
resultado y rendimiento efectuado en la evaluación individual, así como gran
interés en conocer con exactitud la fecha final del programa terapéutico, el
tiempo que se tardaría en emitir informe evaluativo a los juzgados, mostraban
mayor exigencia en terminar a la hora exacta la sesión grupal, pero no tanta
exigencia para comenzar a la hora prevista. Algunas veces incluso ponían las
alarmas del teléfono móvil programadas para sonar a la hora exacta,
interrumpiendo así a la persona que estuviera hablando, ya fuera compañero o
terapeuta, indicando “ya es la hora”.
Conclusiones
Varias
son las conclusiones que gracias a esta exhaustiva investigación realizada podemos
definir. Por un lado, podemos concluir que muchos de los problemas que pueden
encontrarse como obstáculos a la hora de incluir un programa terapéutico con
estos hombres, son las continuas y múltiples justificaciones y resistencias a
asumir la responsabilidad de sus propios actos. En este sentido, el enfoque con
el que se aplica estos programas terapéuticos resulta ser de gran importancia,
ya que, en la comunidad terapéutica no hay un acuerdo claro en si debe
aplicarse una perspectiva psicoeducativa o psicoterapéutica. La perspectiva
tomada resulta ser un obstáculo relacionado con la resistencia a la
participación activa e interiorización de conceptos y asunción de la
responsabilidad.
Mucho
de los participantes tomaban el programa terapéutico como una “clase” formal
sobre género, algunos incluso apuntaban notas o tomaban fotos del material
proyectado en las presentaciones como si de aprenderse una lección se tratara.
El problema que esto implicaba es que no lo tomaban como una reflexión propia y
trabajo personal, impidiendo que interiorizaran ciertos aspectos.
Los
asistentes buscaban constantemente respuestas como solución “mágica”, sin caer
en la cuenta de que era un trabajo personal identificando sus propias
dificultades reflexionando en su por qué, causas y orígenes. Ejemplo de ello,
fue cuando tratamos la temática de los celos normalizados y patológicos y la
forma de afrontarlos. Todos prepararon lápiz y papel para tomar
“instrucciones”.
Esta
expectativa no se cumplió, ya que, las pautas dadas iban enfocada a conceptos
abstractos y psicológicos. Eso hacía que quedaran defraudados o descontentos
con las sesiones, y se conseguía menor identificación con los temas tratados y
los asuntos personales. Ello se manifestaba en expresiones como “no estoy aprendiendo
nada”, “a mi no me pasa nada de los que aquí decís”, “esto lo podríamos haber
visto en menos días”.
Por
otro lado, todo el material existente va muy enfocado a dejar entre líneas la
etiqueta de maltratadores. Esta estigmatización producía un rechazo
recalcándose una y otra vez la existencia de mujeres que también maltratan a
sus maridos. Se sentían en ocasiones como si no empalizáramos con su dolor o
como si no fueran comprendidos . Así lo manifestaban en sus argumentaciones del
tipo “no se porque queréis hundirnos más”, “no se porque tengo que ver estas
escenas tan desagradables”, “mi problema es otro y no tiene nada que ver con
esto”. Desde el punto de vista clínico este tipo de rechazo manifestaba cierto
dolor, relacionado con un conflicto interno. De alguna forma este rechazo
implicaba que algo se estaba tocando en la psique de la persona que le podía
hacer remover sus emociones internas.
Otra
forma de rechazo ante los contenidos del programa eran las diferencias raciales
y culturales. Muchos eran los casos en los que argumentaban “en mi país las
cosas no son así”, “se reirían de nosotros y de vosotras si se enteran que he
sido denunciado por esto”, “ya me avisaron que aquí tenía que tener cuidado con
la violencia de género”. Muchos creían en sus propias ideas negando la realidad
objetiva de las estadísticas; “no creo que esto siga pasando”, sobre todo al
tratar el tema de roles y esteriotipos de género; “hoy en día nadie piensa
así”.
Es
cierto que no se podría englobar o hacer categorías muy generales para encajar
cada perfil de personalidad de los participante en el grupo, pues cada uno
manifestaba una personalidad muy diferente entre ellos; distintas actitudes,
algunos estaban dispuestos a avanzar admitiendo ciertas dificultades y a poner
todo de su parte para intentar mejorar y admitir ciertas heridas del pasado
derivadas de la infancia, la familia y los apegos. Esta diversidad de
personalidad hace difícil poder considerar determinadas categorías donde
englobar a las distintas personalidades. Por tanto sería difícil hacer un
tratamientos terapéuticos grupal específico.
En
cambio, todos compartían ciertos elementos comunes que manifestaban de
distintas maneras. Por ejemplo, en los resultados derivados de las escalas y
test utilizados en las evaluaciones individuales, se podía observar de forma
general ciertas carencias en la autoestima. En cambio, algunos manifestaron
esta carencia con timidez, baja participación e introversión y otros la
manifestaban defendiéndose constantemente, sintiéndose atacados y justificando
continuamente los motivos por los que actuaban de forma agresiva. A veces,
utilizaban argumentos contradictorios y sobre todo los participante que tendían
a manifestar mayor número de rasgos relacionados con la personalidad narcisista.
Desde
mi expectativa otra conclusión relevante es el problema que presenta el tiempo.
El tiempo dado para realizar el programa terapéutico es demasiado corto en
comparación con todo el programa que pretende trabajarse. El tiempo hacía que
muchos debates y desahogos grupales no pudieran darse, ya que, eran muchos
temas los que aún faltaban por dar y no se podía profundizar en todos por
igual. Esto no nos permitió, en muchas ocasiones, hacer hincapié en algunos
temas que el grupo reclamaba.
Además,
muchos temas de gran complejidad como la sexualidad o las emociones tuvieron
que verse de forma rápida y no se pudo profundizar en ciertos aspectos. Por
tanto, sería interesante tener en cuenta, para futuras aplicaciones, que el
tiempo de duración de un grupo terapéutico con estas características debe
variar en función del ritmo y las demandas del grupo. Resulta contraproducente
tener un plazo fijado de forma inflexible y no disponer de una duración
relativa, la cual, debería variar en función del ritmo del grupo. Quedaría así
un ajuste a la inversa, es decir, el ritmo del programa no debe ajustarse al
tiempo de suspensión de condena, sino la suspensión de condena al ritmo y
avance del programa.
Un
obstáculo fundamental que encontramos en el ajuste del tiempo es precisamente
la propia actividad terapéutica. Todas las terapeutas que llevábamos el
programa estábamos de acuerdo en que al ir finalizando el programa notábamos
una mayor cohesión grupal, mayor sinceridad y profundidad en las historias
narradas por los participantes. Notábamos que comenzaban dejar ver sus
“heridas” y las resistencias comenzaban a disminuir. Desde el punto de visto
terapéutico el programa terminó en el mejor momento para comenzar a trabajar
psicológicamente con ellos. Debido al tiempo que se concede legalmente a la
suspensión de condena sólo nos permitió hacerles identificar sus propios
conflictos psíquicos pero sin cierre terapéutico. Por tanto, la sensación de
muchos participante fue “ya se lo que me pasa y ahora que hago”.
Con
todo esto podemos dejar abierta nuevas líneas de investigación futura donde
deben tenerse muy en cuenta estar variables con las que hemos concluido.
Haciendo especial alusión a la importancia de tomar una decisión en cuanto al
enfoque que se quiera emplear; psicopedagógico o psicoterapéutico. Dar mayor
importancia e hincapié a la implementación de las sesiones individuales y no
dejarlas resumidas en una mera evaluación individual cuyo objetivo es la
obtención de los resultados para la elaboración de un informe de evaluación
judicial.
También
resulta imprescindible elaborar material específico enfocado a hombres que
ejercen violencia contra la mujer, reducir al máximo el estigma que produce la
etiqueta de “maltratador”, y sustituirla por “víctimas de su propia violencia”.
Esto puede contribuir a reducir las resistencias y propiciar la colaboración de
los participantes. Por último, y muy importante, se debe reclamar una inversión
en el tiempo; ajustar la duración de la suspensión de condena a las demandas
del programa y al ritmo que el grupo vaya adquiriendo. Esta debe ser la
prioridad si queremos eficacia y reducir al máximo la reincidencia de los
participantes; ajustar el tiempo de suspensión de condena al programa y no el
programa a la suspensión de de condena.
En
cuanto a los resultados obtenidos con respecto a nuestra hipótesis inicial: ” es muy frecuente encontrar un patrón de personalidad
narcisista en aquellos varones que han ejercido violencia contra sus parejas, y
que además han sido condenados, judicialmente, por delito de violencia de
género”, no se
cumple como era de esperar. Es difícil llegar a una decisión concisa, pues es
cierto que todos los hombres que fueron tratados en el grupo terapéutico
manifestaron diversos rasgos narcisistas que variaron en frecuencia, intensidad
y número. Y sólo algunos de ellos, menos de la mitad del grupo, exteriorizaron
mayor número de rasgos relacionados con la personalidad narcisista, con mayor
intensidad y frecuencia.
Por todo ello, podríamos decir que
nuestra hipótesis no se cumple de forma general pero si en un cierto
porcentaje, es decir, todos los varones que fueron tratados en este grupo
terapéutico manifestaron rasgos relacionados con la personalidad narcisistas
pero sólo en tres de ellos fueron palpables con mayor frecuencia, intensidad y
número en sus discursos narrativos, en las escalas y test aplicados, en sus
razonamientos, actitudes observadas…
Con respecto a la segunda hipótesis
planteada: “los varones agresores de
sus parejas que tiendan a una mayor adaptación social, manifestarán más rasgos
de personalidad narcisistas que aquellos varones agresores de sus parejas que
tiendan a una menor adaptación social”. Teniendo
en cuenta los aspectos operativos que utilizamos para observar la “adaptación
social” en nuestro estudio, podemos concluir, al igual que en la hipótesis
anterior, que no se cumple de forma general para todos los miembros del grupo
terapéutico.
De hecho, ocurría lo contrario; muchos
de los sujetos que mayor número de rasgos de personalidad narcisista tendían a
manifestar, eran los que menos adaptación social presentaban, destacando en
unos aspectos y no en otros.
Así, encontramos que algunos de los
sujetos que presentaban un mayor número de rasgos narcisistas manifestaban a su
vez, mayor habilidad social y menor responsabilidad. Otros, destacaron en
responsabilidad, deseabilidad social y menos en habilidad social. Por tanto,
podría decirse que dentro de las personalidades narcisistas hay diferencias en
cuanto a la adaptación social. No todos se relacionan de la misma manera,
algunos mantienen buenas habilidades sociales sólo con las personas que
consideran de mayor autoridad, y otros las mantienen tanto con las personas que
consideran de mayor autoridad como con sus iguales.
Por otro lado, los sujetos con mayor
adaptación social no destacaron por manifestar mayor número de rasgos
relacionados con la personalidad narcisista. Y no todos los varones que menor
adaptación social manifestaban destacaban por presentar menores rasgos
relacionados con la personalidad narcisista. Teniendo en cuenta estos
resultados podemos concluir y dejar otra línea de investigación futura;
profundizar en la posible relación que puede existir entre la adaptación social
y la personalidad narcisista.
Si bien tomamos de referencia la
literatura consultada, asumiremos que la sociedad actual promueve la
personalidad narcisista y, en la violencia de género existe la presencia de
esta personalidad. Si esto se asume, resulta muy importante estudiar en que
medida se relaciona la influencia de la sociedad y la creación de personas
narcisistas, ya que, al profundizar en este estudio podremos prevenir la
formación de futuros agresores desde un punto de vista social y psicológico
sintetizado.
Se facilitaría hacer visible aquello
que no llega a ser percibido pero que influye enormemente. Es decir, percibir
como la sociedad nos hace cada vez menos tolerante a la ansiedad ante la
frustración y la separación, como nos individualiza y promueve a la rivalidad
constante y a la superioridad, como nos merma la capacidad de reflexión e ideas
propias y como destruye la conciencia social, tolerancia y confianza por los
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