La
espera, la eterna compañera esa que desespera y la dulce compañera. La
incansable e inagotada, la que siempre aguarda la esperanza. La espera de la
desesperanza, esa que desespera y de sus frutos arranca la nostalgia. Con
fuerza emana y embriaga, inunda los sentidos sin mortaja. Cauta, sublime,
elegante y avanzada sabe que aguarda, logra y alcanza todo cuanto amas, deseas
y ansias.
Es
la espera la que enseña, la que reencuentra, siempre a tu lado, a veces como
dulce tortura que amenaza y es rechazada. Ella, la espera, espera serena que te
alcanza, te inunda y te calma. Trae condigo la esperanza. Por nuevos caminos
avanzas, por nuevos misterios que abrazas, y senderos que despedazan tus
fuerzas con nuevas montañas, altas y enérgicas por las que andas renovada.
La
espera de la vida, de tú vida y todo lo que guardas. Es la espera la que
empuja, madura y abrillanta tu alma. Pobre del que no pueda soportarla. La
espera, la espera de los momentos, de un lugar, de las personas consideradas
aptas…la espera que desespera y mata a quien no aguarda, la espera de la
esperanza, la espera de la paciencia y la espera de la desconfianza, del miedo,
de la pasión y de la alegría. Te clava puñales en banda y atraviesa tu alma con
dulces destellos de esperanza. La que consuela y la que calma, es la espera de
la esperanza. Esa, que mantiene viva la búsqueda de nuevas esperas sin que
llegue cuando se espere.
La
paciencia, como ese bálsamo que no cura, pero alivia y tiende su mano a la
asfixia, la angustia y la desconfianza. Habitual precede a la espera
pensamientos y revoltijos de escondrijos profundos e inauditos de nuestro mundo
interno y desconocido. Caprichosos, difusos, deconstructivos y negativos, hasta
vengativos…que derrumban y aflojan los andamios de tu imagen creados paso a
paso sobre los escalones del tiempo. Todo es duda e incluso llanto, en la
espera malograda ya no se conoce, no importa lo que hagas, ni las aventuras
logradas, en ese momento inevitable y fuerte se hace el desconsuelo, gobernado
por la impaciencia y el desasosiego. Cura…? La esperanzada.
¿Y qué es
aquello en lo que no pienso?
¿Y
qué es el tiempo? Si yo disfruto con el viento. El viento que ondea libre,
somnoliento, sin sentidos pero con muchos caminos. ¿Y qué es el cielo? si yo disfruto de su noche y sus estrellas, su realidad
diversa de furtiva indiferencia, con su luz de
escasa existencia. Allí, en el cielo, donde se nada libre y se corre
volando. Donde se imagina la libertad, donde se puede elegir y discernir tu
lugar. ¿Y qué es el miedo? Si yo disfruto superando, si amo su reto y empujo mi
atrevimiento. Donde mi pasado juega un pulso a mi presente, tomando de
escenario un futuro aún inalcanzado. El miedo, aquello que me enseña la
prudencia, obligándome a pensar en lo
que no quiero pero por lo que guardo un secreto deseo, y en cambio despierto de
ello. ¿Y qué son las rosas? Si yo disfruto con su mezquina ambivalencia, desde
sus espinas hasta sus pétalos, su olor y su color, su inocencia y sus defensas.
Lo sublime y lo peligroso. ¿Entonces qué es el amor? Aquello con lo que el
tiempo vuela, el cielo enciende, el miedo despierta y las rosas emanan.
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