domingo, 23 de abril de 2017

La espera de la esperanza

La espera, la eterna compañera esa que desespera y la dulce compañera. La incansable e inagotada, la que siempre aguarda la esperanza. La espera de la desesperanza, esa que desespera y de sus frutos arranca la nostalgia. Con fuerza emana y embriaga, inunda los sentidos sin mortaja. Cauta, sublime, elegante y avanzada sabe que aguarda, logra y alcanza todo cuanto amas, deseas y ansias.

Es la espera la que enseña, la que reencuentra, siempre a tu lado, a veces como dulce tortura que amenaza y es rechazada. Ella, la espera, espera serena que te alcanza, te inunda y te calma. Trae condigo la esperanza. Por nuevos caminos avanzas, por nuevos misterios que abrazas, y senderos que despedazan tus fuerzas con nuevas montañas, altas y enérgicas por las que andas renovada.

La espera de la vida, de tú vida y todo lo que guardas. Es la espera la que empuja, madura y abrillanta tu alma. Pobre del que no pueda soportarla. La espera, la espera de los momentos, de un lugar, de las personas consideradas aptas…la espera que desespera y mata a quien no aguarda, la espera de la esperanza, la espera de la paciencia y la espera de la desconfianza, del miedo, de la pasión y de la alegría. Te clava puñales en banda y atraviesa tu alma con dulces destellos de esperanza. La que consuela y la que calma, es la espera de la esperanza. Esa, que mantiene viva la búsqueda de nuevas esperas sin que llegue cuando se espere.

La paciencia, como ese bálsamo que no cura, pero alivia y tiende su mano a la asfixia, la angustia y la desconfianza. Habitual precede a la espera pensamientos y revoltijos de escondrijos profundos e inauditos de nuestro mundo interno y desconocido. Caprichosos, difusos, deconstructivos y negativos, hasta vengativos…que derrumban y aflojan los andamios de tu imagen creados paso a paso sobre los escalones del tiempo. Todo es duda e incluso llanto, en la espera malograda ya no se conoce, no importa lo que hagas, ni las aventuras logradas, en ese momento inevitable y fuerte se hace el desconsuelo, gobernado por la impaciencia y el desasosiego. Cura…? La esperanzada.

¿Y qué es aquello en lo que no pienso?

¿Y qué es el tiempo? Si yo disfruto con el viento. El viento que ondea libre, somnoliento, sin sentidos pero con muchos caminos.  ¿Y qué es el cielo? si yo disfruto  de su noche y sus estrellas, su realidad diversa de furtiva indiferencia, con su luz de  escasa existencia. Allí, en el cielo, donde se nada libre y se corre volando. Donde se imagina la libertad, donde se puede elegir y discernir tu lugar. ¿Y qué es el miedo? Si yo disfruto superando, si amo su reto y empujo mi atrevimiento. Donde mi pasado juega un pulso a mi presente, tomando de escenario un futuro aún inalcanzado. El miedo, aquello que me enseña la prudencia,  obligándome a pensar en lo que no quiero pero por lo que guardo un secreto deseo, y en cambio despierto de ello. ¿Y qué son las rosas? Si yo disfruto con su mezquina ambivalencia, desde sus espinas hasta sus pétalos, su olor y su color, su inocencia y sus defensas. Lo sublime y lo peligroso. ¿Entonces qué es el amor? Aquello con lo que el tiempo vuela, el cielo enciende, el miedo despierta y las rosas emanan.

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